domingo, 6 de marzo de 2016

VENEZUELA: REFLEXIONES TAURINAS / por Eduardo Soto




Feria del Sol 2016 / Plaza Monumental "Román E. Sandia" de Mérida-Venezuela.

"...La Fiesta Brava es en esencia arte, cultura, belleza, poesía, música y atrevida danza que se ejecuta en peligroso entorno de tragedia y muerte, la cual viene a ser colofón de una obra de nobleza y valor. Si la esencia de la Fiesta Brava fuese la muerte,  las plazas de toros permanecerían vacías, salvo quizás por un puñado de necrófilos y habría que descalificar, de un plumazo, la afición de Portugal, que se regodea presenciando espectáculos taurinos incruentos..."

REFLEXIONES TAURINAS 

Eduardo Soto
Mérida, 5 de Marzo de 2016.-
Estimado Acacio, una vez más tu escrito me parece bueno, bien redactado y tus opiniones razonadas con la vehemencia característica del aficionado muy interesado en el devenir de las corridas de toros. Pero (todo en la vida tiene un pero) en ciertos pasajes pareces hacer abstracción de insoslayables realidades las cuales, de no tomarse en cuenta, podrían dar al traste con la celebración de corridas de toros, al menos en nuestro país.

Comencemos por aquello de que la Fiesta Brava es muerte, esa es su esencia. ¡Cáspita! Posiblemente entienda las razones que motivaron tan drástico encabezado, pero no puedo estar de acuerdo con una afirmación tan tajante y excluyente.

La Fiesta Brava es en esencia arte, cultura, belleza, poesía, música y atrevida danza que se ejecuta en peligroso entorno de tragedia y muerte, la cual viene a ser colofón de una obra de nobleza y valor. Si la esencia de la Fiesta Brava fuese la muerte, las plazas de toros permanecerían vacías, salvo quizás por un puñado de necrófilos y habría que descalificar, de un plumazo, la afición de Portugal, que se regodea presenciando espectáculos taurinos incruentos. Ni tan cerca que queme al santo, ni tan lejos que no lo alumbre, la llama de la afición ciertamente se aviva con la suerte suprema, pero en un contexto de vibrante pasión, como pincelada final de la lidia de un toro.

También estoy en desacuerdo cuando señalas que de hecho el tercer acto no es la faena, es el tercio de la muerte, no solo por las razones arriba esgrimidas, sino porque considero que tal aseveración se corresponde más bien al estilo antiguo del toreo, cuando no existía faena de muleta, excepto por unos cuantos pases en preparación del toro para el estoque, desenlace que entonces tenía trascendencia capital.

Todavía subsiste algo de eso en el toreo actual, pero sería inconcebible redondear una lidia sin faena de muleta, la cual ha llegado a ser de mucha importancia al valorar la actuación de un diestro y apreciar las condiciones de un burel. La variedad, belleza y plasticidad que han venido adquiriendo los pases de muleta, constituyen parte sustancial del buen desempeño de un torero, ponen en evidencia su arte y sapiencia, sin posibilidad alguna que la faena pueda ser considerada producto del azar, como si puede ocurrir con un espadazo certero.

El tema de los indultos se presta más a controversia, porque intervienen muchos factores y no es fácil justipreciar cada uno de ellos de la misma manera, para arribar a una apreciación final que, por tal razón, casi siempre genera disentimiento. 

Todos estamos de acuerdo con los fundamentos teóricos que justificarían un indulto, algo se ha avanzado al desengancharlo del premio al torero, pero es mucho más difícil desencajar el indulto de sus meras circunstancias inmediatas, 

Hay quienes juzgan un indulto limitándose solamente a analizar los méritos del caso en cuestión, pero hay también quienes deben además considerarlo en un contexto más amplio. Al enfocar la concesión del indulto de diversa manera, lógicamente se genera una disparidad de criterios al parecer insalvable por ahora. Como nadie tiene el monopolio de la verdad ni la exclusiva del error, no queda otra salida que convivir en desacuerdo, poniendo en práctica una juiciosa combinación de crítica constructiva y mejor comprensión de las opiniones ajenas, que muchas veces ha sido germen de tolerancia. En lo que de seguro hay pleno acuerdo en unos y otros, es en no caer en exageraciones inconvenientes para todos. 

Algunos arguyen que en España para que ocurra un indulto transcurren decenios. No hay sorpresa alguna, por cuanto existen centenares de ganaderías de casta en feroz competencia, que ha forzado incluso a malbaratar toros de lidia, enviándolos no a la plaza sino al matadero. Además, no hay perentoria necesidad de mantener y reconstruir una cabaña brava arrasada por la intransigencia y animosidad de las autoridades. Baste recordar los toros españoles indultados en San Cristóbal hace unos años, salvajemente masacrados en una dehesa cercana, cuando se recuperaban para comenzar a padrear. Quienes estén familiarizados con la situación de nuestras ganaderías de casta, seguramente podrán sacar sus propias conclusiones al respecto.

Por otra parte, estoy de acuerdo con tus comentarios sobre el trapío de los toros. Si bien no existen parámetros para medir el trapío, a ojo de buen cubero se puede determinar con cierta facilidad su presencia o ausencia; lo que no resulta tan fácil es establecer un listón, para marcar el límite de aceptación o rechazo de un animal por motivos de trapío. No obstante, se puede afirmar sin ambages, que algunos ejemplares que se lidiaron recientemente evidenciaban no tener trapío suficiente para pisar la arena merideña. Ya no se puede hacer mucho al respecto, excepto todo lo posible para que tal situación no se repita.

Seguramente, las autoridades taurinas habrán tomado nota de las justificadas críticas e instrumentarán las medidas del caso, con suficiente anticipación, para evitar situaciones que fuercen flexibilidades extremas ante la inminencia del calendario ferial.

Bueno amigo Acacio, he vaciado mi espuerta sobre tu escrito el cual, en muchas partes, tiene sobrada razón. Quisiera hacerte llegar mis palabras de estímulo para que te mantengas interesado y pendiente del acontecer taurino, como corresponde a un buen aficionado.

Para terminar quisiera señalar, parafraseando una máxima cuyo autor se me escapa, que no estoy de acuerdo con todo lo que dices, pero defenderé siempre tu derecho a decirlo. Por supuesto, teniendo presente que la crítica nunca debe responder a la voluntad de ofensa, sino a la libertad de opinión para explicitar sentimientos sobre temas caros a nuestro espíritu.

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