"...Las preguntas son: ¿Cómo se siente? ¿Tiene conciencia del desastre que ha causado? ¿En qué piensan los que forman la comparsa de su teatrillo de mala muerte? ¿Cuál es el tejido que sostiene tanta irracionalidad? Es evidente que el poder y el dinero amarran, pero se puede aspirar a que al menos haya un límite a la rapiña y al ridículo y en Venezuela esos linderos se sobrepasaron hace rato....?
Maduro, o el sentido profundo de lo grotesco
Fortunato González Cruz*
Mérida-Venezuela, 4 de Abril de 2016.-Benjamín Jarnés Millán escribió con brillante ironía varias obras, entre ellas “Charlot en Zalamea” en la que se refiere a un personaje de aquellos teatros que recorrían los campos españoles, “tan lejano a toda armonización con el resto del mundo, que los que lo rodean podrán reír o llorar con él, pero nunca podrán interesarse por esa tristeza o alegría…el mundo pasa y lo deja en la cuneta, como a un espíritu extraño.” La reflexión va hacia el futuro de Nicolás Maduro atrapado en su fatuo empeño de imitar a su ídolo, encunetado en su existencia tragicómica y sin salir de su asombro, pero dejando un país en ruinas. Verlo estos días es patético, como las caras de sus cortesanos con una risita entre burlona y cínica, piadosa y cómplice, escépticos pero esperanzados en que las raspaduras alcancen para seguir en el saqueo.
Las preguntas son: ¿Cómo se siente? ¿Tiene conciencia del desastre que ha causado? ¿En qué piensan los que forman la comparsa de su teatrillo de mala muerte? ¿Cuál es el tejido que sostiene tanta irracionalidad? Es evidente que el poder y el dinero amarran, pero se puede aspirar a que al menos haya un límite a la rapiña y al ridículo y en Venezuela esos linderos se sobrepasaron hace rato. Los gobernantes, cargados como conejos de hijos, sobrinos y compadres, parecen personajes de los “Cuentos Grotescos” que escribió José Rafael Pocaterra como protesta ante la Venezuela decadente de los tiempos de Juan Vicente Gómez, que se repiten como si fuese cierta la “Maldición de Macarapana” que echó Maduro sobre los venezolanos en aquel discurso de Apure, y se reproduce “esa gusanera incurable” a que se refiere el autor valenciano en “Vidas Oscuras”. Es la situación que expresa con rabia y perplejidad Alejandro Padrón en su angustioso artículo de la semana pasada. Tiene razón el catedrático de la ULA en su desesperación por la falta de una reacción masiva de los venezolanos que no entendemos que nos pasa, atrapados entre las colas y la esperanza de que la ilusión de que un bachaquero nos resuelva el día a día.
Enrique Aristigueta Gramcko, el legendario sobreviviente de la Junta Patriótica del glorioso 23 de enero de 1958, nos recuerda que no se trata de cualquier incidente histórico puesto que se trata del jefe del Estado, de quien lleva la banda presidencial que se la colocaron los Castro a un colombiano que, además, representa sus intereses en Venezuela. “La AN tiene las herramientas para exigir la entrega de recaudos, documentos, expedientes que necesiten para verificar cuál es la verdadera nacionalidad de Maduro. Yo personalmente creo que quien ejerce la presidencia, no es venezolano por nacimiento. No sé si le dieron una cédula en alguno de esos operativos express” dice el doctor Aristigueta.
Lo grotesco no se queda sólo en este personaje que milita en una extraña secta que cree en pajaritos, porque cunde en el alto gobierno en donde se hace, se dice y se opera en tiempos de extravagancias, una especie de plaga que tiene al país con una sarna colosal que nos deja sin agua, sin electricidad, sin comida, sin medicinas, con instituciones picadas de ácaros y todo un país que fue a las urnas el 6 de diciembre buscando un bálsamo que se le niega. Todos sabemos, incluso Maduro, que esto se acabó, pero lo grotesco se prolonga increíblemente en esta agonía que no termina de resolverse.
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*Fortunato González, es Catedrático de la U.L.A. de Mérida-Venezuela / Miembro de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales / Fundador y Director de la Cátedra de Tauromaquia "G. Briceño Ferrigni" de la U.L.A.
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