domingo, 3 de abril de 2016

¿Merece la pena seguir en el machito de la crítica? / por J.A. del Moral



Se cumplen este año 2016 mis bodas de oro como escritor y crítico de toros aunque, viendo toros, llevo más de 60. Calculando aproximadamente, debo llevar vistas casi 9.000 festejos taurinos y, si Dios quiere, hasta podría llegar a los 10.000.


"...Pero hay algo que también me sigue doliendo – siempre el acíbar junto a la miel – desde mis principios profesionales hasta ahora mismo. El vacío que me hicieron y siguen haciéndome la mayoría de mis compañeros aunque, muchos de ellos, han llegado a donde están gracias a mi ayuda. Eso pesa muchísimo..."


¿Merece la pena seguir en el machito de la crítica?

Mi experiencia como aficionado, que es lo que soy sobre cualquier otro punto de vista, es vastísima gracias a Dios. Una experiencia como espectador que ha venido alimentándose y enriqueciéndose con infinidad de vivencias junto a infinidad de personas: Primero mi abuelo y mi padre. Inmediatamente después, toreros, ganaderos, empresarios, periodistas y escritores de todas clases y categorías; aficionados de todo el mundo; y muchos amigos que tuve y sigo teniendo en casi todos los confines del mundo gracias a nuestra común afición.


También, como no podía ser menos, he coleccionado enemigos de vario pelaje, tanto entre los que fueron amigos, incluso íntimos, como de cuantos se han molestado con mis opiniones o con mi manera de ser. Cuenta que se amplía con los que ni siquiera conozco personalmente aunque he de reconocer que, de entre los que nunca traté, también tengo muchísimos admiradores y partidarios acérrimos. Algunos, muchos, se me acercan habitualmente en todas partes para saludarme y para conocerme aunque sea un instante.
Quizá sean estos últimos los más numerosos y también los menos molestos porque apenas ha habido oportunidad para comprobar sus talantes personales.
En el periodismo he recorrido todos los medios con diversa fortuna. Miles de artículos y crónicas escritas y/o habladas, tanto en la radio, en la prensa de papel y en la digital como en la televisión.


La radio nunca la abandoné desde que empecé en la emisora decana, Radio España de Madrid, donde estuve trabajando 30 años seguidos hasta que desapareció y, ahora mismo, con colaboraciones en el programa “Clarín” de Radio Nacional de España, más otras muchas colaboraciones en otras emisoras locales y nacionales.


En todas estas experiencias periodísticas, las que más satisfacción me produjeron fueron mis programas radiofónicos en Radio España, “La Corrida de Hoy a Examen” y “El Callejón” en forma de tertulias por el enorme éxito que tuvieron. Y mis programas semanales en Telemadrid, además de las series que dirigí y en las que colaboré porque, en tales menesteres, pude combinar la escritura, las palabras habladas y la creatividad cinematográfica. Pero desgraciadamente, no me dejaron plasmar en televisión todo lo que llevé y aún llevo dentro. Me siento, por eso, fatalmente infrautilizado. Todavía sería capaz de crear y desarrollar en televisión montones de ideas que se han quedado encerradas en mi cabeza. ¿Para siempre? Me da mucha pena solo de pensar en esto.


De mis quehaceres en la prensa mensual, semanal y diaria guardo tantos recuerdos buenos como malos. Los más buenos fueron casi todo lo que hice en las revistas “El Ruedo”, “Ferias, Mercados y Ganaderos”, “Toro”, “Torerías” y “Toros´92” hasta que se acabaron o tuve que dejar de trabajar porque me echaron. Claro que, gracias a internet, entonces todavía balbuceante, pude refugiarme de todas las desdichas y, por tanto, seguir llegando a cuantos han querido y siguen queriendo leerme. Mi por ahora última experiencia en la página web www.detorosen linertad.com es absolutamente positiva.

No quiero dejar de mencionar mi por ahora última experiencia en la prensa diaria hasta el poco tiempo que duró: “La Gaceta”. Me llamó su director y gran amigo, Carlos Dávila” desde nuestra coincidencia en Radio España y me dijo cuando respondí a su llamada para contratarme: “Podrás imaginar por qué te he llamado para que seas el crítico taurino de este nuevo periódico: Porque solamente tú puedes ocupar este puesto” Dávila sabía y sabe de primera mano quien y como soy. Y le contesté: “Pues prepárate a recibir toda clase de presiones en mi contra cuando esto se sepa”. Tal cual aconteció con gran virulencia. Pocos meses después de ejercer en “La Gaceta”, quise agradecer a Carlos su sostenerla y no enmendarla conmigo. “No te preocupes, me dijo. Aquí ya no llegan quejas de nadie y todos los que aquí trabajamos estamos encantados contigo”. Fue una pena que Carlos Dávila fuera destituido sin que nadie nos explicara las razones y aún más pena que “La Gaceta” dejara de publicarse en su edición de papel al poco de caer su gran director.


Pero ya que he hablado de las expulsiones sufridas, la más dolorosa fue la del Grupo Correo en donde ejercí como crítico titular en todos sus periódicos once años seguidos, pasando de ser considerado como ejemplar para quienes mandaban – desde aquel comentario que me hicieron cuando solo llevaba un año allí, “aquí recibimos montones de presiones en tu contra pero no te preocupes porque lo único que nos interesa de ti es que eres tan absolutamente independiente como competente”, al que escuché diez años después, “estamos orgullosos de ti no solo como crítico sino como persona y sigue así porque tu línea es la nuestra” que me dijo el director de El Correo de Bilbao, José Antonio Zarzalejos, hasta ser destituido al cabo de solamente un año de escuchar tan gratos elogios, sin más explicaciones convincentes por parte de los mismos que me contrataron. Esa fue la cornada profesional más grave de mi vida y mira que me han pegado varias. Pero esa, todavía me duele. Y me seguirá doliendo mientras viva pese al pleito que les gané y a la importante indemnización que recibí por despido improcedente. Como también gané y su dueño, José Luís Pereda, tuvo que indemnizarme por lo mismo tras ser drásticamente expulsado de la revista “Toros´92” en la que me había volcado totalmente aunque sin tolerar, eso sí, que la publicidad de algunos toreros influyera en mi independencia de criterio. Eso me costó tener que atravesar otro desierto.

Finalmente, por lo que han supuesto mis muchos textos escritos, de los libros que he publicado solo tengo satisfacciones e inagotables elogios de gentes de todo el mundo porque la mayoría de ellos llegaron a muchas librerías de España, Francia, Portugal, Inglaterra, Italia, Alemania y a las de todos los países taurinos de las Américas, principalmente México y El Perú. He podido comprobar fehacientemente y muchas veces emocionado, que era verdad lo que me dijo el gran autor francés Jean Cau, a raíz de publicarse mi libro “Nacido para morir”: “Los buenos libros son como los árboles que apenas dan sombra cuando salen a la luz y no acaban de arrojarla mientras crecen y crecen hasta cubrirlo todo”… Sensación que aumentó hasta grados increíbles con mi “Cómo ver una corrida de toros”. Libro que quizá sea el best-seller más vendido de toda la literatura taurina. Y eso no hay quien me lo quite, con perdón por la inmodestia.

Pero hay algo que también me sigue doliendo – siempre el acíbar junto a la miel – desde mis principios profesionales hasta ahora mismo. El vacío que me hicieron y siguen haciéndome la mayoría de mis compañeros aunque, muchos de ellos, han llegado a donde están gracias a mi ayuda. Eso pesa muchísimo.
Pero ya para terminar y puestos en la báscula de mi vida los aspectos positivos y negativos de mis experiencias taurinas, pesan mucho más los primeros. Por eso creo que sigue mereciendo pena continuar adelante aunque, últimamente, no me llega al cuerpo la camisa económica. Internet todavía no es rentable y a mí la crisis me ha alcanzado de lleno…

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