lunes, 9 de mayo de 2016

SAN ISIDRO: CAÑAS Y BARRO… Y LANZAS / Por Antolín Castro

Juan Bautista durante la lidia del primero de su lote en Las Ventas / Foto Javier Lizón EFE


"... Un buen toro de Montealto y un Juan Bautista de buen ver se juntaron para obtener una faena limpia y medida, con la que se logró cortar la primera oreja de la feria para los toreros de a pie..."


CAÑAS Y BARRO… Y LANZAS

S.I.16.- Creíamos que nos quedábamos sin toros hoy a la vista de cómo se encontraba el ruedo. La empresa decidió no poner la lona anoche y se le vino encima un diluvio de 18 horas a la arena de Las Ventas. Costaba creer la decisión tomada pues los pronósticos anunciaban precisamente eso y ya suelen fallar muy poco.

El caso es que llegada la hora los toreros hubieron de pisar el ruedo y comprobaron cómo no había manera de torear allí. Sí, había dejado de llover, pero no era nada fácil arreglar aquello en menos de media hora. Pero los toreros son muy suyos, se echaron p’alante. Tocó acondicionar aquello como se pudo y retrasar el comienzo del festejo.

Y parafraseando el título de aquella novela de Blasco Ibáñez, ‘Cañas y barro’, ese fue el comienzo y, a la postre, lo mejor de la tarde. Aparecieron las cañas, ya tendríamos tiempo de las lanzas, y allí estaba el barro, mucho barro.

Lanzas hubo más, pero las cañas fueron primero. Un buen toro de Montealto y un Juan Bautista de buen ver se juntaron para obtener una faena limpia y medida, con la que se logró cortar la primera oreja de la feria para los toreros de a pie.

Después de ese inicio que fue un premio a la paciencia del público que se acercó a la plaza a pesar de tan desapacible día, -se notó la ausencia de muchos abonados- las cosas se fueron, poco a poco, tornando en lanzas. El juego de los toros fue decayendo, faltos de fondo y raza, y con ello hubieron de pechar los espadas el resto del festejo.

Morenito de Aranda no vino de paseo y de entrada se fue a portagayola mostrando sus intenciones, triunfar. A punto estuvo con su decisión y sus buenas maneras, pero la espada estropeó lo que pudo ser la segunda oreja de la tarde. Por si fuera poco, recibió una paliza de la que salió ileso, aunque dolorido, y con la taleguilla destrozada. Muerto el toro se habían terminado las cañas y solo quedaba el barro, en el ruedo en toda la anatomía del de Aranda.

No ofrecieron mucho más los cuatro toros restantes y así Bautista y Morenito, a pesar de sus deseos, hubieron de conformarse con mostrar sus ganas. Más el de Aranda, que nuevamente fue ovacionado en el quinto.

Para José Manuel Mas, que tanto habrá soñado con este día tras torear tan poquito, le guardaba el destino las lanzas para cerrar la tarde. Ya ven las cañas del inicio se tornaron lanzas. Un calvario pasó para matar el toro, un calvario, mejor dicho, para intentar matarle. Sonaron los tres avisos y hubo de retirarse al callejón llorando sin consuelo.

Por supuesto que se le notó la falta de rodaje, pero en su descargo hay que decir que tampoco los toros le ofrecieron triunfos. Si acaso, no podemos dejar de censurar la falta de decisión al entrar a matar. El oficio de matador de toros figura en su tarjeta de visita, aunque no vamos a cebarnos con su actuación, que fue por lo demás digna.

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