Manuel Rodríguez de Guzmán "Suerte de varas"
Madrid, 28 de Junio de 2016.
En primer lugar me gustaría agradecer a D. José Mª Moreno sus elogios y aclarar una serie de cosas que, por limitaciones de tiempo, me fue imposible explicar.
Mi intervención en el programa de Tendido Cero del pasado 18 de junio se limitó a dar respuesta a una larga pregunta de Federico Arnás. Mi explicación fue breve y sosegada, si bien es cierto que en poco más de un minuto es muy difícil hablar de tantas cosas sobre la suerte de varas.
Yo no he dicho que para realizar un buen puyazo haya que meter la puya hasta la cruceta, pero si mantengo que para que el picador pueda tener un punto de apoyo cuando el toro empuja, es necesario que esté introducida hasta la cruceta. La forma de evitar que la puya pueda rasgar la piel es introducir la pirámide de acero debajo de la misma. De esa forma es imposible que los filos de la pirámide puedan prolongar el corte de la piel, produciendo accidentes innecesarios que en más de una ocasión producen la devolución de la res a los corrales. La puya de Manuel Sales minimiza o imposibilita este tipo de accidentes. Lo más importante de esta puya es que además de facilitar la rectificación de puyazos que caigan en mal sitio, permite graduar o dosificar los puyazos como bien explicó Federico Arnás en el programa.
Estoy absolutamente de acuerdo en que la suerte de varas no debe ser aplicada de igual forma a todas las reses. Es más, soy de la opinión que cada toro debe ser picado con el objetivo de templar su embestida y dejarle en condiciones idóneas para la muleta, y por ello, dadas las diferentes condiciones que muestran en el primer tercio, no se debe picar a todos por igual. Lo que más templa al toro o ahorma su embestida es la acción de empujar en su lucha contra el caballo, en mucha mayor medida que los puyazos que recibe. La puya es un instrumento que permite que el toro acometa al caballo y pierda energía en su esfuerzo.
No he dicho que la pérdida de sangre no descongestione a la res, sino algo mucho más importante: la pérdida de sangre durante la lidia no aporta ningún beneficio. Quisiera aclarar que tampoco produce una merma significativa en el animal.
El término congestión se usó en la medicina precientífica del siglo XIX y anteriores. Se pensaba que la mayoría de las personas morían por una causa común: la congestión, esto es, por acumulación excesiva de sangre en alguna parte del cuerpo, y que dicha dolencia se podía combatir con sangrías. Afortunadamente, la medicina fue avanzando y descubriendo las causas de las enfermedades, su diagnóstico, tratamiento y prevención, y la medicina actual desterró la sangría tradicional como remedio curativo. La ciencia veterinaria también desechó la sangría tradicional como remedio curativo en los animales.
Si hablamos de “congestión”, afirmo que los toros no padecen congestión ni ningún mal causado durante la lidia que se pueda paliar con más o menos hemorragia. Fijémonos que los toros que más sangran son los de rejones, y sin embargo, los toros se van templando progresivamente a medida que aumenta el ejercicio que realizan. En becerradas y novilladas sin caballos, en que no hay suerte de varas, las reses no padecen síntomas de padecer “congestión” ni ninguna patología que los “paralice”.
En cualquier caso, afirmo también que la pérdida de sangre es insignificante, pues las constantes fisiológicas sanguíneas apenas se alteran por la hemorragia producida por los puyazos y los toros indultados no necesitan transfusiones sanguíneas.
Si unimos mis dos afirmaciones, podemos concluir que la hemorragia producida durante la suerte de varas no debe ser considerada como un objetivo que aporte algún tipo de beneficio como lo pueda ser ahora, sino como una consecuencia inevitable del uso de útiles reglamentarios para la lidia.
Para que un toro embista con la cabeza descolgada o cerca del suelo, o meta la cara en el engaño (capote o muleta) - no me gusta el término “humillar”, aunque lo use de vez en cuando, pues puede parecer despectivo hacia el toro -, tiene que embestir con la cabeza por abajo, esto es, distendiendo los músculos que levantan o extienden la cabeza y contrayendo los músculos flexores del cuello situados por debajo de las vértebras cervicales. Hay factores anatómicos que predisponen a que el toro pueda embestir de esta forma, pero hace falta además que el animal quiera acometer por abajo, pues este tipo de embestida exige mayor esfuerzo físico y dificulta la respiración. Los ganaderos han posibilitado gracias a su selección, una embestida más por abajo que en épocas anteriores, permitiendo la plasticidad que ofrece la Tauromaquia actual, que ha producido unas cotas artísticas nunca antes alcanzadas.
El daño de los músculos extensores es poco efectivo para lograr este objetivo dadas las dimensiones de la puya, el gran desarrollo de estos músculos, que la cabeza se sustenta por un ligamento (de la nuca) imposible de seccionar con la puya, y sobre todo, porque se pica mayoritariamente en la cruz y regiones posteriores. Es cierto que si se picara en el morrillo se minimizaría el riesgo de indeseables daños óseos, nerviosos, etc. que se pueden producir picando en otras zonas, pero también lo es que la mayor parte de estos músculos extensores quedan debajo del peto cuando el toro empuja, inaccesibles para el picador. Por tanto considero haber explicado que la altura de la posición de la cabeza en la embestida del toro no se modifica por picarle en un sitio u otro.
Con relación al PUYAZO VERDADERO que explica D. José María Moreno, lamento disentir. No se puede detener a un toro picándole en el morrillo por varios motivos: no hay picador que sea capaz de detener la embestida de un toro de 500 kilos puesto en suerte y desplazándose a unos 40 Km/hora para evitar el choque en el peto, y menos aún para expulsarlo de la suerte de inmediato. Los caballos de picar no están domados para eso, no son caballos de rejoneo, el peto y los manguitos protectores dificultan sus movimientos, y el público quiere ver a los toros arrancándose, recargando o emplearse empujando al caballo y no saliendo despedidos.
En líneas generales, el toro actual, gracias a su alimentación, sanidad, preparación física, selección, etc., tiene un poder físico que no tenían sus predecesores y es más bravo que nunca. La reglamentación actual del primer tercio de la lidia posibilita disfrutar de la mejor suerte de varas de la historia:
- El picador sale cuando el toro ha sido fijado y parado y lo ordena el Presidente desde 1927. Con anterioridad, los picadores estaban en el ruedo desde la salida del toro, que se los encontraba continuamente, por lo que los picotazos y refilonazos eran muy frecuentes.
- Interviene un picador de turno desde 1959. Entre 1917 y 1959 intervenían simultáneamente dos picadores por orden de antigüedad y antes de 1917 hasta tres.
- El toro es picado con el caballo colocado a contraquerencia desde 1959. Entre 1917 y 1959 el más antiguo estaba a 12 metros de la puerta de toriles por el lado izquierdo, y el más moderno a 5 metros por el mismo lado, y con anterioridad, se situaban tres picadores en dicho lado.
- El picador no puede picar en los medios como se hacía antes de 1923. El caballo de picar se sitúa a entre la barrera y la primera circunferencia ubicada a 7 metros de la misma desde 1959. Entre 1923 y 1959 se trazaba una circunferencia en el redondel de un tercio del radio del ruedo para limitar la salida de los picadores a los medios.
- La distancia mínima entre toro y caballo (entre las dos circunferencias) es de 3 metros desde 1992. Entre 1959 y 1992 era de 2 metros y con anterioridad no existía la segunda circunferencia y no había distancia mínima.
- El caballo de picar actúa protegido con peto protector desde 1930 (que ha ido evolucionando desde entonces) y con manguitos protectores desde 1992. Estos elementos han cambiado definitivamente el destino de los caballos de picar.
- La cruceta, instaurada en 1962, es el primer tope de la puya verdaderamente efectivo que impide la penetración de la vara en el cuerpo del toro.
En definitiva, gracias a los cambios legislativos producidos, hoy podemos observar en el toro puesto en suerte, la distancia de arrancada en los terrenos idóneos para valorar parte de su bravura (en la contraquerencia), las características de la arrancada, cómo es la lucha ante el caballo de picar y su salida. También podemos valorar la pericia del picador, solo ante el toro, y la doma del caballo.
Estamos de acuerdo en que para juzgar el comportamiento del toro ante el caballo, hay que considerar sucesivos encuentros, pues lo importante es ver qué hace el toro cuando ha sido parado y fijado ante el picador y sabe a qué se enfrenta.
Desde 1836 los picadores son subordinados al jefe de cuadrilla: el matador. Es cierto que se ha ido reduciendo el número de puyazos mínimos (3 en el reglamento de 1962 y desde 1992 dos en plaza de primera categoría y uno en el resto), en perjuicio de los quites que se producen después de cada entrada, y en favor de la duración del último tercio, aumentando el tiempo de los encuentros entre toro y caballo. Cuantos más capotazos reciba un toro para ponerlo en suerte ante el caballo de picar, más muletazos se le restan para la faena de muleta y menor será la duración de su embestida, llegando más parado a la suerte suprema. La puya de Manuel Sales minimiza encuentros fallidos gracias a su fácil penetración, y permite, en mayor medida que la puya reglamentaria, que se produzcan sucesivos encuentros.
Por último, me gustaría aclarar que estoy estudiando el tema de las endorfinas y otras hormonas con el Dr. Fernando Gil Cabrera, biólogo que intervino en el mismo programa de Tendido Cero, cuya tesis doctoral sirvió de argumento a su Director de Tesis, el profesor Illera, para ilustrarnos sobre la gran capacidad adaptación fisiológica que muestran los toros para la lidia. Esperamos que nuestros estudios puedan ver pronto la luz.
Sin ninguna duda, la suerte de varas permite que el toro, merced a los puyazos, y más concretamente a los cortes en la piel, dada su alta cantidad de nociceptores (en músculo hay mucha menor cantidad), produzca una rapidísima respuesta neuroendocrina que hace que esté perfectamente adaptado al resto de la lidia, gracias entre otras cosas, a la producción de endorfinas, contrarrestando el estrés y el dolor. Por ello, la suerte de varas es ciertamente imprescindible.
Espero que se me entienda mejor tras estas explicaciones, agradezco al blog taurino deltoroalinfinito.blogspot.com.es la oportunidad de explicarme y aprovecho la oportunidad para felicitar a D. José María Moreno por su enorme afición y por la calidad de sus publicaciones.
Julio Fernández Sanz
Veterinario
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