miércoles, 15 de junio de 2016

El pulso de la temporada: Posicionamientos tras las grandes primeras ferias / por J.A. del Moral



"...de los instalados en la primera fila, Enrique Ponce permanece incólume pese su larguísima e histórica permanencia en la cumbre y en continuo progreso artístico; Alejandro Talavante, en incesante crecimiento hasta verse aupado al lugar más preeminente de los toreros de su generación; José María Manzanares acaba de subirse clamorosamente al podio tras su gran triunfo en Madrid con gran disgusto de sus detractores que le creían ya fuera de combate..."

El pulso de la temporada: Posicionamientos tras las grandes primeras ferias.

Una vez concluida la Feria de San Isidro tras las de Fallas y de Sevilla, cabe especular sobre cuáles son las posiciones que ocupan los diestros que componen la primera fila en la que no todos los que figuran lo merecen. Me refiero, sobre todo, a los toreros más supuestamente prometedores de la nueva hornada.
Por el momento, ya figuran en los carteles de mayor fuste que comparten con los consagrados. Pero no todos están ganándose este privilegio. Cuando arrancó la campaña, tanto el mundillo profesional como todos los que opinamos coincidimos en afirmar que la nueva generación iba a arrasar y quizá a quitar de sus puestos a no pocos entre los que venían figurando en los mejores carteles. Pero no ha sido así.

Siempre fue muy difícil apear de sus lugares a los consagrados. Incluso a los que dan muestras de una relativa decadencia, bien sea porque están sufriendo un bache o por el bajón que se padece cuando la suerte con los toros no acompaña durante un largo periodo de tiempo. Claro que de todo hay en esta viña del toreo.

Por ejemplo, de los de más arriba, El Juli y Perera no están manteniendo el alto nivel de otras temporadas aunque continúan defendiendo su rango. Veremos qué hacen en las citas de junio, julio y agosto hasta que lleguen a Bilbao que es la penúltima gran cumbre de cada temporada. La última es la feria de El Pilar en Zaragoza. Pero lo que pase en esta postrera gran cita, puede dar pero apenas quitar.


Del resto de los instalados en la primera fila, Enrique Ponce permanece incólume pese su larguísima e histórica permanencia en la cumbre y en continuo progreso artístico; Alejandro Talavante, en incesante crecimiento hasta verse aupado al lugar más preeminente de los toreros de su generación; José María Manzanares acaba de subirse clamorosamente al podio tras su gran triunfo en Madrid con gran disgusto de sus detractores que le creían ya fuera de combate; y Morante sigue ocupando su especial sitio, ese lugar que distingue a los grandes artistas con tal de que cuajen alguna gran actuación aunque sea esporádicamente. Y alto ahí.


Alto con dos casos en puertas de subir los peldaños necesarios para situarse arriba: son los casos de David Mora y del más moderno Paco Ureña. David, sobre todo, está muy cerca de llegar a lo que siempre quiso. Su reaparición tras más de dos años de costosísima convalecencia y larga recuperación ha sido admirable desde cualquier punto de vista.


Hay otros matadores de toros que mantienen cierto rango aunque continúan agarrados a la segunda fila y no hay manera de verles despegar. Pero estos no cuentan para lo que estamos analizando en este artículo.
Y vamos con los nuevos. Con los que todos creímos, quizá un tanto precipitadamente, que iban a acabar con el cuadro o al menos alterarlo grandemente.


El primero en ser objeto de enormes esperanzas es Alberto López Simón. Sus trágicas y sucesivamente triunfales actuaciones en el final de la temporada de Madrid fueron las que le situaron en el pináculo entre los nuevos favoritos. La prueba es que ha estado y está anunciado en los más privilegiados carteles de todas las ferias que han sido y faltan por venir. Pues bien… o pues mal. Siendo cierto que López Simón viene sumando éxitos en casi todas las plazas donde comparece, no está convenciendo del todo ni respondiendo a las altísimas expectativas que provocó. Y ¿por qué? Pues porque su toreo es más tremendista que formal y abusa de ello. Como también abusa en sus imitaciones gestuales de José Tomás y parece necesitar de ese imprescindible acompañante, apoderado o lo que sea quien le persigue por los callejones de las plazas dándole ordenes hasta tal punto que el torero parece un obediente autómata. A López Simón le está salvando su segura espada por el momento, eso sí. Y por eso corta tantas orejas. Pero de sus tardes triunfales se sale hablando más de los trofeos que corta que de lo que hace ante los toros. Y eso no dura mucho ni es bueno.


El otro divo es el limeño Andresito Roca Rey, con bastante mayor y mejor entidad que López Simón. Su apoderado de compañía, José Antonio Campuzano, es más que un profesor para él. Lo que no sé es si su influjo se limita a los aspectos puramente toreros o abarca otras cuestiones como, por ejemplo, sus actividades sociales y su trato con la prensa. Tengo dudas a este respecto porque yo quise entrevistarle hace unos días en uno de los radiados almuerzos isidriles “Rioja y Oro” y aunque Campuzano quedó formalmente comprometido, cuando llegó el día se excusó con un pretexto para nada admisible y no asistieron… Allá ellos. Yo no les voy a llamar nunca más. Uno es muy formal pero también muy puñetero.

Y ya que me obligan a ponerme puñetero, tengo que decir que, aparte de seguir reconociendo las muchísimas virtudes del jovencísimo diestro peruano – yo fui quien más cantó sus enormes posibilidades toreras desde la primera vez que le vi en una novillada sin caballos en la plaza francesa de Bayona -, es llegada la hora de que empiece a dejar de prodigar tantos abusos tremenditas en sus faenas de muleta. Roca Rey está obligado a ser quien es, sí. Y eso lo está cumpliendo con creces. Pero debe ahondar y profundizar en el toreo formal y dejarse de tantos cambios por la espalda y de tantas martingalas con las que intenta compensar la falta de sosiego y de temple cuando los toros no son propicios. No vaya a ser que, con tanto feo hacer, vaya a sufrir graves cornadas que vayan limitando su ánimo y empiece a dejar de interesar a los buenos aficionados.


Hay más grandes futuribles aunque no están tan bien colocados en los carteles feriales de las próximas ferias. Y son estos: José Garrido, Álvaro Lorenzo, Ginés Marín y Varea. Los cuatro recién doctorados como matadores de toros. No todos han dado la talla esperada.


Garrido, por el momento, no la está dando. Nadie lo discutió en su famosa novillada en solitario una mañana de feria en Bilbao. No sé las razones. Habrá que esperar a que se centre con los toros.
Álvaro Lorenzo, en cambio, es el que menos ha notado el paso del novillo al toro. Nos encantó de novillero el año pasado en Aranjuez y nos ha vuelto a encantar en la recientemente celebrada corrida del Corpus en Toledo.
Ginés Marín es el que tiene más clase de los nuevos valores. Todavía no he podido verle en corrida de toros.
Varea, por su parte, es torero de gran empaque. Tiene un capote estupendo. Pero es algo desigual. Esperemos también que se centre y crezca para bien.

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