martes, 28 de junio de 2016

Gracias, Vicente. Y adiós muy buenas / por Juan Manuel Rodríguez


Vicente del Bosque, durante el partido de octavos ante Italia. 

Estamos hablando de fútbol y no de santidad; que le eleven a los altares si quieren, que le homenajee la Casa Real si así lo considera necesario, pero que se vaya ya y deje paso a un nuevo seleccionador con nuevas ideas y nuevos métodos de trabajo...


Gracias, Vicente. Y adiós muy buenas 

La eliminación de ayer nos causó a muchos una inquietante desazón más que nada porque durante demasiados tramos del partido tuvimos la extraña sensación de que Italia no era tan superior a España sino que Antonio Conte era mucho mejor entrenador que Vicente del Bosque y que nuestro seleccionador no tenía ni la más remota idea de a qué narices jugaban Pellé, Éder, Parolo, De Sciglio o Giaccherini. Buffon, a quien supongo que sí conocía nuestro cuerpo técnico, las sacó todas, mientras que De Rossi, que campó a sus anchas partiendo y repartiendo, se convirtió en el amo del calabozo hasta que, probablemente en su único error de bulto debido a un ataque agudo de "entrenadoritis", Conte decidió sacarlo del campo. Italia, de hecho, pudo haber finiquitado perfectamente el partido en la primera parte de no haber sido por la soberbia actuación de De Gea.

Aunque los síntomas no fueron ni mucho menos tan exagerados como en el Mundial de hace dos años, Del Bosque volvió a enviarnos sin embargo insistentes señales de humo sobre ese modo tan peculiar suyo de dirigir un equipo de fútbol. La lista de veintitrés convocados no era tan bienqueda... pero lo era. Su modo de tratar a unos y otros jugadores no era tan exageradamente partidista e injusta... pero lo era. El estilo de afrontar los problemas no era tan dontancredista... pero lo era. En suma, Del Bosque seguía siendo él mismo, inmovilista en el banquillo, despejando las crisis, metiendo la cabeza bajo el ala. El culpable, claro, no era en realidad Vicente puesto que lo verdaderamente sorprendente habría sido que Del Bosque se hubiera acostado Del Bosque y se hubiera levantado Caparrós o Jémez, sino de quien le puso, o sea del inefable Villar. Pero Villar también es él mismo y tampoco existen demasiadas posibilidades de que cambie... salvo a peor, del mismo modo que tampoco lo hará su cohorte de palmeros.

El diagnóstico del problema sigue sin ser el correcto y, por mucho que algunos insistan en ello, el desastre no aconteció hace siete días, después de la derrota con Croacia que nos complicó tanto la vida en octavos, ni tampoco ayer, sino hace más de dos años, exactamente el 23 de junio de 2014; aquel día España se despidió del Mundial por la puerta de atrás derrotando por 3-0 a Australia y, en vez de anunciar su inmediata dimisión, Del Bosque jugó al despiste y, con la complicidad de su jefe y la mirada distraída de algunos periodistas, alargó cuanto pudo el chicle por puro y duro interés personal. Ayer, casi al mismo tiempo que el seleccionador inglés, Roy Hodgson, anunciaba su dimisión tras el ridículo ante Islandia, Vicente volvía a repetir la misma jugada, la del "ya veremos". Lejos de decir que se iba, Del Bosque, al igual que hace dos años, habló del lejano mes de septiembre, de la más lejana aún clasificación para el Mundial de Rusia, de que "sólo puede ganar uno"... Más de lo mismo. Más humo.

Hoy, como antaño, vuelvo a escuchar cómo algunos esgrimen la bonhomía de Vicente del Bosque González, de la cual no puedo dudar porque no conozco al seleccionador hasta esos extremos, como sólido argumento para su continuidad en el cargo. Yo creo que es muy posible que Del Bosque sea una buena persona que, aún siéndolo, tras el fracaso del Mundial de Brasil tuvo un arranque de vanidad que le nubló el sentido común y le llevó a anclarse al banquillo como Ahab a los lomos de Moby Dick; él quería acabar "en alto", lo necesitaba, y utilizó para ello al equipo de todos los españoles. Ahora, como dijo en su día Manuel Fraga refiriéndose a José María Aznar, ya no hay tutelas ni tutías, ni tampoco existen excusas. Estamos hablando de fútbol y no de santidad; que le eleven a los altares si quieren, que le homenajee la Casa Real si así lo considera necesario, pero que se vaya ya y deje paso a un nuevo seleccionador con nuevas ideas y nuevos métodos de trabajo. Gracias, Vicente, muchas gracias. Y adiós muy buenas.

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