martes, 12 de julio de 2016

7ª de San Fermín en Pamplona. Antológico faenón de Alejandro Talavante a un gran toro de Jandilla / por J.A. del Moral.




"...si por trofeos fuera, la apreciación de lo llevado a cabo por Alejandro Talavante en su genial tarde quedaría maltratada. Sobre todo por su antológica faena al quinto toro de Jandilla que, sin lugar a dudas, ha sido – fue – una de las más grandes faenas que uno haya visto en su vida. Desde luego la mejor que le hemos visto a Alejandro y mira que lleva coleccionadas un montón..."

Antológico faenón de Alejandro Talavante a un gran toro de Jandilla

J.A. del Moral · 11/07/2016
Plaza de toros de Pamplona. Lunes 11 de julio de 2016. Tarde nublada y fresca con breves amagos de llover. Lleno total.
Seis toros de Jandilla, muy bien presentados en tres y tres, más cuajados los de la segunda mitad. Dieron buen juego en líneas generales, destacando sobre los seis el lidiado en quinto lugar, de nombre “Decano”, que fue excepcional para el toreo. Se le ovacionó fuertemente en el arrastre aunque debieron premiarle con una vuelta al ruedo. También resultaron muy nobles el segundo aunque con tendencia a huir y el tercero que tardeó en demasía. Los más deslucidos fueron el primero y el cuarto, aunque quedaron inéditos por las pocas ganas y muy escasa pericia de quien los lidió y mató. También el sexto resultó deslucido por débil y corto de viajes.

Diego Urdiales (ciclamen y oro): Bajonazo, silencio. Estocada, palmas con saludos.
Alejandro Talavante (fuscia y oro): Estocada trasera y descabello, oreja. Pinchazo, media trasera caída y dos descabellos, vuelta clamorosa.
Alberto López Simón (rosa y oro): Pinchazo en la suerte de recibir y estocada tardando mucho en doblar el toro, aviso y oreja. Pinchazo y estocada, petición insuficiente y vuelta al ruedo.

Bien en banderillas, Juan José Trujillo, Julio López, Domingo Siro, Valentín Luján y Jesús Arruga.

Los toreros y las asistencias hicieron el paseo descubiertos en señal de luto. Los tres matadores brindaron sus primeras faenas al Cielo en memoria del compañero muerte en Teruel, Víctor Barrio. 


Por los resultados que en forma de orejas concedidas y de vueltas al ruedo paseadas, no es posible valorar lo acontecido ayer en la séptima corrida sanferminera. Porque, si por trofeos fuera, la apreciación de lo llevado a cabo por Alejandro Talavante en su genial tarde quedaría maltratada. Sobre todo por su antológica faena al quinto toro de Jandilla que, sin lugar a dudas, ha sido – fue – una de las más grandes faenas que uno haya visto en su vida. Desde luego la mejor que le hemos visto a Alejandro y mira que lleva coleccionadas un montón. Cabe suponer por tanto que, de haber matado pronto y bien a este extraordinario animal. hubiera merecido un rabo, Y en tiempos, hasta dos patas. Pero dejémonos de casquerías. Desde su recibo con el capote a la verónica hasta el mismo momento de perfilarse para entrar a matar, cuanto creó Talavante fue un dechado de perfecciones adobadas con tanta galanura, temple, cadencia, despaciosidad, naturalidad y exquisitez que podíamos compararlo todo con un collar de perlas engarzados con esmeraldas y diamantes.


No exagero. Constato. Si esta faena la hubiera hecho Alejandro en Sevilla, se hubieran partido los cimientos de la Maestranza. O en Madrid donde los tendidos de la Monumental de Las Ventas se habrían resquebrajado. O en la de Vista Alegre en Bilbao porque habríamos asistido a un terremoto…Qué se yo… que ayer tiré las notas al suelo para unir mis entusiasmadas palmas a las de todos lo que estábamos sentados en los tendidos y en los graderíos de la también Monumental del Pamplona. He dicho sentados y es mentira porque todos estábamos en pie.

Decir que vimos y gozamos con la quintaesencia del toreo al natural y en redondo, divinamente ligados los muletazos a los manidos de pecho o a toda la gama de los más bellos remates que se puedan coleccionar, solo que administrados como gotas de cristal de roca sin exageración alguna. Sino como simples detalles de la más natural elegancia que se pueda imaginar. Faena, pues, de sueño y de ensueño que nunca olvidaremos. Por fallar a espadas y quedar sin premio de orejas, Talavante fue obligado a dar una vuelta al ruedo sencillamente apoteósica, Una vuelta de las de antes. No como tantas que actualmente se marcan algunos por su cuenta.
Y del toro, ¿qué decir? Pues que crear y criar un toro como este quinto que cumplió el famoso refrán con cumplidísimas creces, es como llevar a cabo un milagro de la naturaleza aunque en este caso se trata de una creación humana del ganadero Borja Domecq. Me rio yo ahora de esos toristas irredentos que tanto atacan a los grandes ganaderos de bravo. Borja es uno de estos. Mi más cordial y cariñosa enhorabuena, querido amigo Borja.


Ya veníamos diciendo desde que vimos a Talavante por primera vez este año que es el que mejor anda de las figuras de su generación. Un momento ciertamente dulce. Un momento muy largo, además. Le funciona la cabeza a las mil maravillas. Señal inequívoca de que el valor que tiene no sufre alteraciones. Ayer empezó su actuación con otra demostración de cuanto digo. El segundo toro no fue ni mucho menos como el de la grandiosa faena. Fue noble, sí. Pero con una tendencia a irse marcadísima y progresiva. Muy justito de fuerza, además. El recibo con el capote de Alejandro fue un ramillete de variados lances. Todos suavísimos. Verónicas, tafalleras, chicuelinas y una media de fantasía. Bien lidiado este animal, cuidado en varas con el castigo justo. Estupendamente banderilleado por el gran peón Juan José Trujillo. Y toreado con la muleta a placer del extremeño. La faena la inició en los medios con la mano derecha con un cambio marca de la casa. Y tras probar con la zurda, una tanda a derechas sensacional. Fue en ese momento cuando el animal empezó a querer irse del engaño. Lo que aprovechó Alejandro para, al natural, irse al compás de la huida del toro en una danza de muchos quilates para seguir con la mano diestra en un prodigio de naturalidad esencial al juntar la habilidad con la enjundia hasta llegar a recurrir al toreo de rodillas para recalentar a la parroquia de sol y terminar con un festín de gráciles giraldillas. Por quedarle trasera la estocada tuvo que descabellar y esta repetición con los aceros, dejó el premio en una solitaria oreja. De acertar a la primera y bien, muy posiblemente le habrían pedido y concedido la segunda. Así empezó la que iba a ser redonda tarde del extremeño.



Hemos de anotar que Talavante es de entre las figuras actuales uno de los pocos que no se han visto afectados por la irrupción de los nuevos valores. Ayer mismo alternó con uno de ellos, Alberto López Simón a quien, por cierto, vi mejor que en otras ocasiones. Sobremanera en su actuación con la muleta frente al tercer toro de Jandilla. Una faena sin apenas locuras tremendistas hasta su epílogo, basada en el toreo más clásico, sobre todo con la mano derecha que fue el mejor lado de este animal ciertamente tardo en embestir, que ese fue su mayor defecto. Lo que no me gustó de López Simón fue su empeño en parar al toro con lances a pies juntos en el saludo. Modo inconveniente para fijar a un animal huidizo, como lo fue este de salida. Este defecto técnico es muy común. A los toros que se van hay que fijarlos en los medios tras travesar las rayas, como así tuvo que hacerlo finalmente el de Barajas tras intentarlo sin resultados en los dos intentos anteriores. Le fue concedida una oreja pese al muy tardío descabello porque en la faena terminó recurriendo al toreo de rodillas y a un arrimón por circulares invertidos más nuevamente por giraldillas genuflexo. La tardanza del toro en doblar definitivamente enfadó a gran parte del sol, lugar en donde abundan muchos sujetos de esos que pretender humanizar a los animales mientras animalizan a los seres humanos…


López Simón tuvo que trabajar mucho con el peor de su lote que fue el sexto toro. Un animal que fue yendo a peor a medida que transcurrió una faena más acorde con lo que a mí no me gusta de su estilo tan frecuentemente cercano al tremendismo. Pero este barullo gusta a las masas y también a las de Pamplona por lo que le obligaron a dar una vuelta al ruedo tras fallar con el acero.

Por delante actuó el riojano Diego Urdiales. Torero de “culto”, dicen algunos colegas. Pero no de tanta cultura cuando los toros no se prestan fácilmente al lucimiento como fueron los dos de su lote ayer. Reconociendo las dificultades de ambos bureles, vimos a un Urdiales en tono muy menor. Visiblemente alicaído y tristón. Aburrido viendo que no le salían las cosas. Inapetente incluso como esos niños que no quieren merendar y sus mamas les tienen que regañar para que se decidan a dar un par de bocados. Una inapetencia la de Urdiales que le advino por su falta de valor. Le vimos como se suele decir hasta las trancas en sus dos toros. Penoso aunque perdonado por el público creyente de las mentiras piadosas que se escriben y se dicen del ya viejo torero de Arnedo. En fin… Que me parece difícil que la temporada que viene le pongan las empresas junto a la figuras… y que, posiblemente, le devolverán a los “leones” con los que las cautelas se ven menos…

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