jueves, 14 de julio de 2016

A vuelta con los antitaurinos: Moreno Bermejo pone en su sitio a Héctor Barbota.


Óleo de Lope Tablada

"...La tesis de D. Héctor es que, tras los hieles defecadas por los irracionales que han mostrado su alegría por la muerte de Víctor Barrio y deseado lo peor para su familia y para sus compañeros de profesión, la Tauromaquia persistirá en el tiempo sin que se cuestione su ética, y que sólo con el argumento de la tradición se seguirán sacrificando animales..."

  • El bibliófilo taurino y escritor, José María Moreno Bermejo, reacciona ante un artículo del periodista antitaurino Héctor Barbota, publicado en la sección La Rotonda del Diario SUR, de Málaga el 14/07/2016.

José Mª Moreno Bermejo. 
Torremolinos, 14 de julio del 2016
Con el título de: "Antitaurinos", escribe en el diario SUR de Málaga un artículo el periodista Héctor Barbota en su apartado de opinión "La Rotonda". La tesis de D. Héctor es que, tras los hieles defecadas por los irracionales que han mostrado su alegría por la muerte de Víctor Barrio y deseado lo peor para su familia y para sus compañeros de profesión, la Tauromaquia persistirá en el tiempo sin que se cuestione su ética, y que sólo con el argumento de la tradición se seguirán sacrificando animales.

Decía Weber que la legitimidad se alcanzaba por la tradición, por el carisma o por lo racional. No debe pues el señor Barbota obviar la tradición, o tratarla con desprecio.

No estoy de acuerdo con la base de los argumentos del Sr. Barbota. Denuncia este señor que en la corrida se atormenta al toro por mera diversión, lo que me permite pensar que no sabe nada de la lidia de toros, de su génesis, de su evolución, de su continuo cuestionamiento a lo largo de la historia. Muchos intelectuales han estudiado la Tauromaquia desde todos los aspectos a lo largo de los siglos; algunos, como Pío V, lo hicieron bajo el aspecto que denuncia el señor Barbota de que no debe ponerse en peligro la vida del torero. Pocos, hasta mediado el siglo XX, creyeron injusta la muerte de un ser vivo, como el toro, en la plaza. Muchos, como la mitad de la generación del 98, denunciaron la bajeza de una sociedad que se divertía con juego tan absurdo en el que se mezclaban apetitos desordenados que alentaban los malos instintos del hombre. Sangre y morbo que había que sustituir por educación adecuada a nuestra condición de europeos. Los krausistas alimentaron la fobia hacia la Fiesta con una positiva voluntad de formar al pueblo español alejándolo de las miserias que, según ellos, aportaba la corrida. Pero sin argumentos.

En primer lugar, son muchos los cuestionamientos éticos a los que se ha sometido a la Tauromaquia. Si lo duda el señor Barbota, que lea la obra de Rosario Cambria: "Los toros, tema polémico en el ensayo español del siglo XX". Verá el "inquisidor taurino" de La Rotonda, que han sido muchos las preguntas y respuestas que trataron los intelectuales más destacados de los últimos 150 años. O sea, hubo, hay y habrá siempre cuestionamiento sobre la Tauromaquia.

Hablar de que se atormenta a un toro que muere en una plaza es, en el mejor de los casos, algo atrevido. Decir que se realiza por mera diversión, es una falacia. Nadie acude a una plaza a gozar, o divertirse, con el dolor del toro. Antes bien, la mayoría de los aficionados toman partido por el toro y exigen con vehemencia al torero que ejecute la suertes de acuerdo con lo reglado, afeándole las ventajas o vejaciones en las que pudiera incurrir en contra del animal, tan querido.

Para juzgar el tormento, debería el articulista conocer las particularidades del toro bravo, su capacidad de producción de anodinos como la endorfina, beta-endorfinas y otros opiáceos, más de tres veces superior a la del hombre. Saber que su sistema nervioso es capaz de transmitir al cerebro las sensaciones de puyas o banderillas a mucha más velocidad que, incluso, la de los mansos de su especie. Debería conocer la capacidad combativa de estos animales derivada de su alto nivel de dopamina, que les permite crecerse en la lucha, para la que han sido creados. Equiparar al toro y al hombre, como se deduce de los juicios del Sr. Barbota, es una licencia inadeuada.
Montañeros, ciclistas, esquiadores, surfistas, etc., crean su arte hasta el límite de su dominio del peligro. Son dueños de sus vidas, viven para conseguir las metas que se proponen, son conscientes del riesgo y lo asumen, ¿quién está facultado para negárselo? El torero busca su triunfo realizando un rito mágico en el que la muerte está presente, sí, pero no es gratuita si no inferida con lealtad en delimitada lid.

No hay abolición del Toro de la Vega, sí su muerte a lanzada. Esta decisión de la Junta de Castilla León está recurrida, y es presumible que quede sin efecto ya que vulnera, a mi forma de ver, la ley 18/2013, por la que la Tauromaquia se declara Patrimonio Cultural Inmaterial de los españoles. Y es posible que la Junta no tenga atribuciones para esa prohibición, lo que se aclarará cuando el Tribunal Constitucional decida sobre el recurso de nulidad que sobre la prohibición de los toros en Cataluña interpusieron 50 senadores y parlamentarios españoles en 2010. Es cierto que la permisión que las autoridades locales de Tordesillas han tenido con los malos hábitos de desalmados actores que intervinieron en la muerte de los toros en los últimos años saltándose impunemente la reglamentación del festejo, han posibilitado la queja de muchos, entre los que me encuentro, y es contra eso contra lo que hay que luchar, no matando al mensajero.

Es sorprendente que el Sr. Barbota haya visto con alarma que los aficionados reaccionan de manera violenta contra los pacíficos antitaurinos que protestan en las plazas. O yo vivo en otro mundo, o no he tenido ocasión de ver manifestantes pacíficos atacados con violencia por feroces aficionados. Antes bien, si he soportado muchas veces insultos de agresivos antis, pagados en su mayoría, que me han dicho a la cara asesino, sanguinario y otras lindezas, interponiéndose en mi camino a la plaza. 
Bien intencionados habemos en todas las filas, en las pros y en las antis. Vestir de donceles y vírgenes a los antitaurinos y de lucifer a los pobres aficionados me parece una falta de respeto. Usted, señor Barbota, tiene todo el derecho del mundo en no gustar de los toros, también de decirlo en su rotonda, claro; y se me ocurre pensar en que debería usted leer a los Ortega y Gaset, d'Ors, Pérez de Ayala, Benavente, etc., resumidos en el libro citado de Rosario Cambria, o el profundo estudio realizado por D. Jesús María García-Añoveros para la Unión de Bibliófilos Taurinos, "Los intelectuales y los toros", en el que refuta las argumentaciones que vertió en su obra, "Disertación sobre las corridas de toros" José Vargas Ponce por encargo de Jovellanos. Leer estas obras le capacitaría para escribir con conocimiento y mesura sobre la corridas. Si, además, puede acceder a las tesis doctorales de los doctores en Veterinaria D. Francisco Jiménez, Sr, Centenera, y a los trabajos sobre el toro de lidia del ingeniero agrónomo D. Antonio Purroy o D. José Carlos Illera, su capacidad y autoridad para hablar sobre toros se incrementará debidamente.

Espero no haberle molestado con estos comentarios, Sr. Barbota. Espero que no me vea como un aficionado violento atacando a un pacífico escritor no amante de los toros. 


Mis saludos y mi respeto.

José Mª Moreno Bermejo
Autor del Libro 
"LA VERDAD SOBRE LA SUERTE DE VARAS"



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