"...Roca Rey, triunfador como los de antes. Volviendo locos a los tendidos, cortando orejas unánimes, haciendo olvidar a las peñas sus cánticos, recreándose en ser ídolo en Pamplona..."
- ..los cebaditas devuelven a Pamplona un encierro auténtico. De emoción, de tiempo, de peligro, de gritos, de momentos verdaderos. Los cebaditas que son toros de Pamplona y para Pamplona.
Cebada Gago y Roca Rey nos devuelven la Pamplona auténtica
La devuelven a ser lo que era. Con encierros recordados en la calle y triunfos aplastantes en la plaza. Los de mayor peligro con los mozos y los de más algarabía y unanimidad en el ruedo. Cebada Gago y Roca Rey son los protagonista de la Pamplona de la verdad 2016.
Con un encierro auténtico, de los que le dieron la gran fama a los corredores pamplonicas, de los que la hicieron universal, de los que la convirtieron en la número uno de las calles y padre y madre de todos los encierros. El peligro y la emoción de Pamplona. Y las cornadas. Pero es que el encierro es eso.
En los últimos años estábamos olvidándolo. Los toros vienen musculados de las dehesas donde los mueven mucho y adquieren velocidad de atletas. Se agrupan, se hermanan, se pegan a los cabestros y casi no dejan a los corredores ponerse en astas, además de que van muchísimos y se estorban unos a otros. Los divinos sufren mucho. Los divinos así llamados porque lo bordan una y otra vez, uno y otro día, uno y otro año.
A esta situación se suma que los toros parece que no quieren coger tanto como antes y que son más nobles y tienen menos intenciones de toro. Hasta tal punto que he escrito varios artículos diciendo que muchas veces no se distinguían los toros de la tarde de los mansos de la mañana. Y de tarde y noche.
Alrededor de dos minutos y medio duraban y duran casi todos los encierros por término medio salvo los otros. Y esto es un suspiro, una carrera, en la que pueden pasar cosas pero que es difícil. Es una carrera en el sentido más estricto pero no un encierro. Además faltaba el antideslizante para que no se rompa la manada, se queden toros sueltos y se arme.
Un encierro es un acto en el que los mozos voluntariamente y suponiendo que saben lo que hacen (muchos, sobre todo extranjeros, no) se encierran con seis toros en un recorrido acotado y cerrado de los corrales de Santo Domingo a los de la plaza de toros. Y pueden recibir cornadas y sufrir fracturas y contusiones y traumatismos craneales, pero lo hacen porque quieren.
Hay que decir una vez más que nadie desea cornadas, y menos que nadie los aficionados al encierro, pero esto van tan unido a los momentos de peligro como los garbanzos al cocido. Por eso, los grandes corredores son héroes.
Y llega Cebada Gago, ausente dos sanfermines, y la arma. Y el encierro es como los de antes. Uno de verdad. Y hay siete cornadas y cinco toros se dispersan y quieren coger.
Y los cebaditas devuelven a Pamplona un encierro auténtico. De emoción, de tiempo, de peligro, de gritos, de momentos verdaderos. Los cebaditas que son toros de Pamplona y para Pamplona.
Y los de José Escolar, haciendo méritos. Prometen.
Y por la tarde, con Eugenio de Mora, Pepe Moral y Javier Jiménez los críticos, preparados o no, periodistas o no, se ceban con los cebaditas y algunos los mandan a las calles. Corrida difícil, sí, pero no imposible. Y hasta Emilio Muñoz, desde su micro, los pone a parir y dice que algunos los debían haber rechazado en el reconocimiento. Y la verdad es que el sexto era muy feo, pero no sé si hasta ahí… Y se olvida incluso de los triunfos que le dieron y de que indultó un toro de Cebada Gago. No serán tan malos.
No se puede alargar mucho este artículo porque nos queda Roca Rey, pero un crítico independiente como Del Moral –lean su crónica que de esto sabe- habla de un segundo manejable por el derecho, un noble pero engañoso cuarto, y un quinto que pasó de deslucido a noble por el derecho y un noble sexto que pasó a defenderse en exceso. Corrida interesante –también la vi yo así-que se decía y no alimañas (por cierto muy celebradas las de Victorino en su tiempo).
Y dieron la oportunidad a Javier Jiménez de estar heroico. La enorme paliza que sufrió y sobre todo la entereza que tuvo de matar al tercero y de salir a hacer lo mismo con el sexto lo ponen en primera línea de los que merecen oportunidades. Cebada Gago-Javier Jiménez, pareja para recordar.
Y nos queda Roca Rey, triunfador como los de antes. Volviendo locos a los tendidos, cortando orejas unánimes, haciendo olvidar a las peñas sus cánticos, recreándose en ser ídolo en Pamplona. Con triunfos como antes, popularísimos, espectaculares, ruidosísimos. Y no escribo más porque le van a hacer poca falta mis elogios. Dos tardes, cinco orejas, dos salidas a hombros. Y se presentaba como matador de toros…
No se puede dejar de mencionar en sanfermines 2016 a la nobleza y sentimiento del pueblo navarro y de todos los profesionales del toro dedicando a Víctor Barrio, silencios de respeto (el solo de trompeta fue memorable) y los brindis al cielo de todos, y no entiendo como el 13, en la penúltima, no hicieron el paseíllo desmonterados como todos los días.
Tampoco olvidar la faena del Juli, la tarde de Perera sin espada y el coraje de Dávila Miura. Y a Talavante y a López Simón. Y a Luis David Adame, que se precipita hacia la alternativa.
Y que los cebaditas (sin cornadas) y Roca Rey lo repitan en el 2017.
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