sábado, 17 de septiembre de 2016

9ª de feria en Albacete. Ponce traspasa los límites del valor, Manzanares cuaja una tarde redonda con matices y Álvaro Lorenzo continúa mostrando sus excelentes maneras / por J.A. del Moral




"...La de Ponce fue una tarde con todo en contra. Un juanpedro tan cuasi inválido como soso sin la más mínima transmisión y, por tanto, de imposible contento; uno de Cuvillo de mírame y no me toques que no cesó de defenderse por arriba con hachazos letales; y parte del público que llenó la plaza en plan de reventar el pasodoble al valenciano..."


Ponce traspasa los límites del valor, Manzanares cuaja una tarde redonda con matices y Álvaro Lorenzo continúa mostrando sus excelentes maneras

J.A. del Moral· 17/09/2016
El muy desigual juego del conjunto mixto de dos hierros –cuatro toros de los anunciados de Núñez del Cuvillo y dos sustitutos de Juan Pedro Domecq – repartió la suerte con máxima suerte para José María Manzanares, nula para Enrique Ponce y mediana para Álvaro Lorenzo.

La de Ponce fue una tarde con todo en contra. Un juanpedro tan cuasi inválido como soso sin la más mínima transmisión y, por tanto, de imposible contento; uno de Cuvillo de mírame y no me toques que no cesó de defenderse por arriba con hachazos letales; y parte del público que llenó la plaza en plan de reventar el pasodoble al valenciano. Inexplicable comportamiento, sobre todo después del gestazo de haberse ofrecido a matar la corrida de Samuel Flores que nadie quiso. La verdad sea dicha: Desde siempre en capital de la Mancha hay gentes que no quieren ver a Ponce ni en pintura. Son los que merecen el mal dicho “En Albacete, eso… y vete”.



Venía Enrique de triunfar por todo lo alto consecutivamente en todas sus comparecencias de un septiembre mágico y tan lleno de fe y de ilusión como si, en vez de llevar casi 27 años en la cumbre, debutara en Albacete en busca de sus primeros contratos. No he conocido a ninguna de las grandes figuras que he tenido la suerte de tratar desde muy cerca que se haya jugado la piel tan desprendida y secamente frente a un animal tan endemoniadamente imposible. Pues si de por sí fue peor que pésimo el cuarto de Cuvillo, con Ponce en plan de dejarse matar en busca de triunfar a costa de lo que fuera, el caso fue que un loco de los altos de sol le gritó “!A ver si te manchas…¡” y, en vez de cortar por lo sano, se enrabietó con la raza que le sobra y, oigan, es que anduvo más de cinco minutos dispuesto a morir sin contrapartidas vitales. Los espectadores que circundaban al provocador se emocionaron tanto, puestos en pie, que les faltó poco para bajar al ruedo y aupar a Ponce sobre los hombros para sacarlo así de la plaza tras el pinchazo y la estocada con que mató al, nunca mejor dicho, terrible enemigo. La mayoría del resto de los espectadores, sacaron sus pañuelos y el presidente se pareció más a Pedro Sánchez con sus “no, no y no” que a un ser normal.

Enrique dio un clamorosa vuelta al ruedo por simple compensación al dislate presidencial. Y la dio tan despacio y solemnemente como solamente como él las da aunque les duela a algunos tanto que hasta se atreven a censurárselo por puro e inexplicable odio.


Este mismo presidente es el que hace días se negó a dar la segunda oreja a Ponce tras cuajar un faenón al imponente toro de Samuel Flores y el mismo que ayer ordenó la vuelta al ruedo sin que nadie la pidiera para el primer toro de Manzanares a quien también perjudicó notoriamente mandándole un inoportuno aviso, justo cuando se perfilaba para entrar a matar al quinto… O sea, un presidente atolondrado, ignorante y maliciosamente injusto. ¿Habrá que destituirle de inmediato, no? Los imbéciles no deberían ocupar ningún palco presidencial.



A las manos de José María Manzanares fue a parar el mejor lote de la tarde y mira que supo aprovecharlo hasta cuajar una tarde cuasi redonda con cuatro orejas cuatro y emocionante salida a hombros por la Puerta Grande. Independientemente de los matices que se le pudo señalar por la desigualdad de sus dos faenas a cuenta de los instantes en que sus dos toros no se comportaron tan bien como en los muchos que metieron la cara, unas veces con desatada casta y otras con dulzura, convengo en afirmar que la de ayer fue una tarde prolongación de su clamorosa faena de la pasada feria de San Isidro. Desde entonces, Manzanares ha vuelto a ser el que fue en sus mejores años. Y en este, además, de manera consciente además de sembrada. La tantas veces empelada por mí “dulzura imperial” para definir su siempre empacado toreo la puso ayer de manifiesto asombrando a propios y extraños. Como también por sus contundentes y eficacísimas estocadas. Algo caidilla quedó la del segundo toro y en lo alto la que liquidó al quinto en la suerte de recibir. Por si solas, estas estocadas valieron una oreja. Las primeras se las ganó toreando… Manzanares, es el gran heredero de su señor padre y el delfín del Emperador de Chiva. Y por esto, señores, hoy echo mis campanas al vuelo.


Para el toledano Álvaro Lorenzo fue, como ya he dicho, el lote medio. Un tercer toro proclive al que supo llevar a sus mejores posibilidades una vez mediada la faena sin hacer ninguna de las locuras hoy en boga – las verónicas del recibo fueron muy bellas además de templadísimas – que cerró escuchando un aviso tras una fea estocada – justita la oreja con que fue premiado – y otra de un mucho quiero y no puedo frente al bastante peor que clausuró la tarde.

Y pasado mañana hasta Logroño en cuyas plazas, la antigua de La Manzanera y la nueva de La Ribera, fueron y son las únicas del mundo en las que Ponce no ha salido a hombros. A ver si esta vez lo consigue…

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