lunes, 5 de septiembre de 2016

La triste realidad / por Antolín Castro


La triste realidad: 
Palencia 2016 con Ponce y Talavante en el cartel


"...Entre todos la mataron y ella sola se murió. Ni políticos ni antis tienen, ni tendrán culpa alguna, nadie le hace más daño que quienes le han sorbido la sangre, hasta la última gota, a una Fiesta, de la que solo se han beneficiado, poniéndose de perfil ante cuantos males le acechaban..."

La triste realidad


Se siguen sucediendo las ferias y los llenos… brillan por su ausencia. Las plazas siguen despobladas de público, pero principalmente de aficionados.

Lo quieren ignorar, y lo ignoran, quienes tienen hecho del negocio del toro su cortijo, pero son incapaces de reaccionar. A lo más que llegan, los que pueden y tienen habilidad, es a contratar a José Tomás, cura de todos esos males, y luego a presumir del lleno de todos los días de feria y a poner de manifiesto el impacto económico que supone en la ciudad.

Pero todo eso es pan para un día y hambre para el resto del año. Esa es la triste realidad. Pena, y gorda, ha dado ver los tendidos de la plaza de toros de Bilbao, pena ver los de Palencia, y así hasta el infinito. En agosto quedaron a salvo Huelva y San Sebastián y ya saben todos la razón: J.T.

A menos cada vez, como los abonos de Las Ventas, pero se sigue insistiendo en programar igual. ¿Tan ciegos están para no darse cuenta que no interesa al público en general y que el aficionado de verdad ha echado ya la persiana ante esa fiesta decadente que ofrecen?

No imaginamos que esto tenga vuelta atrás dadas las circunstancias, pero es que aunque se quisieran tomar medidas de calado, importantes, devolviendo al toro su verdadero papel y la emoción a las plazas, se encuentra muy alejados ya de las mismas quienes potencialmente fueran sus clientes.

Entre todos la mataron y ella sola se murió. Ni políticos ni antis tienen, ni tendrán culpa alguna, nadie le hace más daño que quienes le han sorbido la sangre, hasta la última gota, a una Fiesta, de la que solo se han beneficiado, poniéndose de perfil ante cuantos males le acechaban.

Y muchos, demasiados, siguen llamándose figuras cuando son incapaces de llenar plaza alguna. Triste realidad será, pero desgraciadamente tiene toda la pinta de inevitable la desertización completa de las plazas. No observamos que ninguno quiera volver a llenar las plazas de verdad, de toros y de emociones; en resumen, de autenticidad.

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