sábado, 3 de septiembre de 2016

Reflexiones bilbaínas / por José Luis Rodríguez Peral




Urdiales triunfa en Bilbao con un gran «Atrevido.

"...Uno, que es un romántico, sigue con la idea de que las corridas de la Semana Grande de Bilbao constituían la Feria del Toro, y así se denominaba, creo yo, no solo por las características de los toros que se lidiaban, sino por la exigencia de los bilbaínos respecto a reses y ganaderías..."


Reflexiones bilbaínas

José Luis Rodríguez Peral
Invitado por el Club Cocherito de Bilbao para participar en las jornadas taurino-culturales que celebra durante la Semana Grande de Bilbao, el pasado 24 de agosto estuve presentando mi libro “Antonio Bienvenida. El Arte del Toreo”. El acto no estuvo para tirar cohetes: media entrada y saludo desde el tercio, pero en peores plazas hemos “toreao”.

Por la tarde toros. Una corrida de Alcurrucén para Morante de la Puebla, Diego Urdiales y Ginés Marín, que sustituía a Roca Rey, todavía no repuesto del percance que sufrió en la Malagueta.

Lejos de mi intención hacer una reseña de la corrida, me limitaré a glosar los tres aspectos que sorprendieron –en el peor sentido de la palabra- a este servidor de ustedes.

Dirección de lidia

Hubo un tiempo en el que el matador no actuaba hasta que el toro estaba parado. El espada ordenaba a su cuadrilla (peones de brega les llamábamos, y eran mucho más que banderilleros) quien y cómo debía de correr al toro, quien, como y donde debía pararle. De ese modo el matador podía estudiar el comportamiento del burel, y salir del burladero sabiendo a lo que iba.

Morante no. En su primer toro pudimos ver cuatro toreros en el ruedo, el matador y su cuadrilla completa, sin saber qué hacer ninguno de los cuatro, con el toro dueño y señor de los medios. Lamentable, oiga.

En su segundo la cosa fue aún peor. No había cuatro toreros en el ruedo, ¡hubo hasta seis!, y un toro dueño del anillo, mirando a unos y otros. Tampoco está vez los cuatro de turno supieron qué hacer, y tuvo que ser un peón de Urdiales quien tomó la iniciativa y capoteó al toro. Eso sí, Morante, en director de lidia, supo pedir al picador que le pegara fuerte al primero. No se interpretar el movimiento de los labios, pero ni falta que me hizo.

Llevo muchos años viendo toros. Toreros artistas, toreros poderosos, también toreros broncos; he presenciado multitud de petardos, pero créanme ustedes si les digo que nunca, nunca, he visto una lidia tan lamentable.

¡Ay si las muletas fueran redondas!

Ni cuando en Las Ventas dieron el rabo a Palomo Linares, ni cuando el personal inundaba los tendidos de pañuelos pidiendo orejas y rabos para El Cordobés, uno había visto que el presidente sacara dos pañuelos a la vez para conceder del tirón las dos orejas a un torero. Ni un simulacro de reflexión antes de dar la segunda, ni una duda, nada. ¡Debe de ser cosa de la innovación!

Me pide el cuerpo estar contento porque un torero modesto como Diego Urdiales corte dos orejas y salga a hombros en una plaza importante como Vista Alegre. Un torero que cita “colocao”, que trata de instrumentar un toreo clásico, profundo, cruzado... Pero heme aquí que tras citar “como Dios manda”, una y otra vez embarcó al toro con el pico de la muleta. No siempre, conté tres pases, tres, que Urdiales toreó con la muleta planchada. 

Gregorio Tebar, El Inclusero, un magnífico torero que toreaba “de verdad” lo que le echaran, ha subido a su Facebook fotografías de una de las figuras del momento (se dice el pecado, pero no el pecador) bajo el título “toreo moderno”, en las que el lidiador, de riguroso perfil, gracias a un uso primoroso del pico de la muleta, se pasa el toro a no menos de metro y medio de la faja.

En una plaza de la categoría de la de Bilbao, en la Semana Grande, en la que antes llamábamos la Feria del toro, un estoconazo por derecho y hasta la bola y una faena con el pico de la muleta, no debería dar para dos orejas. Es cierto que el respetable llenó de pañuelos los tendidos, pero no lo es menos que, el presidente (sí, con minúsculas) se apresuró a sacar los dos pañuelos a la vez, no fuera que si daba tiempo, bajara la demanda.

La Feria del toro

El toro al que Diego Urdiales empachó de pico, Atrevido de nombre, un berreando en “colorao”, fue un buen toro, aunque no para ponerle un piso. Tuvo un comportamiento irregular en los tres tercios, aunque es cierto que fue a más y mejor, mostrándose finalmente bravo y noble.

Uno, que es un romántico, sigue con la idea de que las corridas de la Semana Grande de Bilbao constituían la Feria del Toro, y así se denominaba, creo yo, no solo por las características de los toros que se lidiaban, sino por la exigencia de los bilbaínos respecto a reses y ganaderías.

Los pitos y las palmas a cinco de los seis toros de Alcurrucén, pusieron de manifiesto un nivel de exigencia discutible, más que discutible, pero la vuelta al ruedo del toro que comentamos, estuvo en concordancia con las lidias de Morante y las dos orejas de Urdiales.

La que para mí era la tercera feria de España, ha caído en el ranking hasta niveles que no soy capaz de fijar. ¡Viva la Feria del Toro! O no.

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