Ahora mismo, los aficionados tenemos la gran suerte de ser testigos del quehacer de muy grandes toreros empezando por el más veterano de nombre Enrique Ponce que, increíblemente, se mantiene cual eterno joven. Un maestro ciertamente juvenil pese a sus más de 40 años de edad que, al contrario de casi todas las grandes figuras anteriores a él – sufrieron una larga e inevitable decadencia- , se permite el lujo no solo de continuar en la cima, también de crecer exponencialmente en la perfección de sus maneras de torear...
El meollo de la temporada: Valoraciones y semblanzas
J.A. del Moral · 26/10/2016
El acontecer más novedoso de la campaña taurina que nos ocupa fue la prevista e ilusionante irrupción de muy jóvenes valores con más o menos posibilidades de ingresar en la primera fila del toreo y, por consiguiente, el principio del fin de algunos espadas muy desgastados aunque acomodados durante los muchos años que estaban – todavía están – hartando a la parroquia, ansiosa de mayores atractivos. Estábamos deseando que ocurriera.
Ya hemos dicho muchas veces que lo más difícil del toreo no es llegar aunque lograrlo es importantísimo. Lo verdaderamente difícil es permanecer. Consecuentemente, quienes más tiempo permanecen en la cima son los mejores.
Ahora mismo, los aficionados tenemos la gran suerte de ser testigos del quehacer de muy grandes toreros empezando por el más veterano que, increíblemente, se mantiene cual eterno joven. Un maestro ciertamente juvenil pese a sus más de 40 años de edad que, al contrario de casi todas las grandes figuras anteriores a él – sufrieron una larga e inevitable decadencia- , se permite el lujo no solo de continuar en la cima, también de crecer exponencialmente en la perfección de sus maneras de torear y hasta de inventar imaginativas creaciones que desde lace dos años está llevando a la más exitosa realidad, protagonizando lo nunca visto: Una revolución sinfónica de la tauromaquia, uniendo la gran música al gran toreo, la lidia al ballet, las melodías más sublimes a la imaginativa torera que solamente existía en sueños, llevando en definitiva estos sueños a la realidad más exquisita que jamás se había logrado hasta que nació la suya, por el momento absolutamente exclusiva.
Se trata del ejemplo más sobresaliente de permanencia en la cima, durante nada menos que 27 años consecutivos y sin más pausas que las provocadas por cornadas y lesiones, por cierto caso único en la historia del toreo. Se trata del valenciano Enrique Ponce que, por si le faltaba algo, este año ha cuajado la mejor temporada de su vida por lo que la insólita por creciente calidad de su toreo se refiere.
Ponce ha experimentado y puesto en sorprendente y maravillosa practica en algunas plazas francesas y españolas esta aportación sinfónica que, artísticamente, le ha situado en la estratosfera.
Lo de Ponce ha llegado a un punto tal que se puede afirmar sin la más mínima duda que, por falta de competidores reales, está abocado a competir consigo mismo y con la historia en la que se encuentra inmerso en el momento de su máximo esplendor. Un acontecer que, por si solo, debería ser motivo de gozo para todos los aficionados y profesionales coetáneos porque, además, Ponce lo ha puesto en escena sin presumir de ello, sin abusar de su primacía desde la simplicidad ser una persona normal, además de humilde y extremadamente bondadoso.
Pero sigamos con los más importantes del año.
En distinto nivel, otro de los grandes triunfadores de la temporada 2016 ha sido Alejandro Talavante por sus grandes triunfos conseguidos en casi todas las plazas donde actuó. Talavante se ha cuajado como indiscutible figura por la singular personalidad de su estilo neoclásico con aditamentos postmodernistas – lo menos que me gusta de él – y por la apabullante regularidad que le ha convertido en valor muy seguro y francamente previsible.
Iten más: La recuperación del sitio de José María Manzanares, perdido a raíz de la muerte de su padre, le ha devuelto a su lugar más preeminente. El joven maestro alicantino ha sido el autor de grandiosas faenas en muchas plazas españolas y francesas, sobre todo las de la feria de San Isidro en Madrid (Corrida de la Beneficencia) y de la feria de San Miguel en Sevilla. Ello, unido a su infalible espada, quizá la más solida de la historia, le sitúan en un privilegiado lugar que ya casi nadie se atreve a discutir. Su natural empaque y esa manera de torear con dulzura imperial – verdaderamente catedralicia – son sus notas artísticas más características e inimitables.
E inusitada atención a quien les siguió en preferencias. La gran revelación de 2016 por su impactante y precoz irrupción en la primera fila del toreo y los más notables sucesos de 2016 que corrieron por cuenta del peruano Andrés Roca Rey, protagonista de sucesivas actuaciones en todas las plazas de España y de Francia realmente apoteósicas gracias a su apabullante y espectacular valor. Virtud máxima de su caso, no exenta de otras cualidades, por el momento medio ocultas por la primera que derrochó sin miramiento alguno, fueran como fuesen los toros que mató. Su empeño en triunfar a cualquier costa, incluso perdiendo la razón y olvidando los cánones frente a reses poco o nada proclives al lucimiento y aún menos al abandono, le costó muchas cogidas de las que se salvó por puro milagro hasta las dos seguidas que le llegaron irremisiblemente en las que, desgraciada inoportunamente, sufrió sendos golpes en la cabeza que le provocaron pérdidas de consciencia y hasta de memoria muy graves, lo que le obligó a cortar la apabullante temporada que estaba logrando ante el asombro de todo el mundo. Por eso hay ahora mismo una enorme expectación por ver cómo estará Roca Rey en su inminente reaparición en Lima.
Con muchas menos corridas en su campaña que los anteriores, también sobresalió el impar gran artista Morante de la Puebla con brillo propio y cuasi exclusivo gracias a sus gloriosas y bellísimas faenas, por sí mismas motivo de su excelencia profesional pese a la infrecuencia de su creación. Esta singularidad, la proverbial irregularidad de Morante, no fue óbice de cara a su permanencia en un sitio del que nunca se apea pese al mucho tiempo que lleva en la profesión.
Cómo habrán sido las campañas de estos cinco diestros, que hasta han llegado a eclipsar las del resto de las figuras en pleno ejercicio de tales.
El caso más notable es el de El Juli a quien no se le puede negar su maestría, su capacidad y su poderío indeclinable aunque, cada año que pasa, se expresa más y más feamente en su estilo meramente productivista del que solamente se salva con el capote.
El Juli ya lleva arriba más años que nadie salvo los del inalcanzable Ponce. Pero sus faenas fabricadas cuasi industrialmente, son la razón de la escasa huella que dejan, incluso las de sus más triunfales actuaciones, tan celebradas en el acto de llevarlas a cabo como poco recordables.
Las figuras más perjudicadas por los nuevos aconteceres a pesar de su también innegable resistencia a abandonar el sitio que siguen ocupando, fueron el francés Sebastián Castella y el extremeño Miguel Ángel Perera.
A Perera le podemos calificar como el más valiente entre los valientes porque, tras cada uno de sus muchos percances y gravísimas cornadas, nunca declinó en su arriesgadísima manera de torear más quieto y más cerca que nadie sin que le abandone el temple, fiel a la línea que marcó Paco Ojeda aunque sin la deslumbrante personalidad del inolvidable e inimitable sanluqueño.
Las rebajas del torero más importante y duradero que nos han llegado desde Francia, derivan actualmente en primer lugar por cuenta de su compatriota Juan Bautista Jalabert que cada temporada va a más y a mejor. Y en segundo término por la sequedad de su toreo sin alma ni apenas sentimiento. Demostración de lo que digo fue lo sucedido en su última corrida de Sevilla en la pasada feria de San Miguel cuando, después de cuajar la mejor faena de su vida y de cortar dos merecidísimas orejas, Manzanares la hizo olvidar poco menos de una hora después.
Por lo demás, respecto a los primeros de la veteranía, cabe destacar también a Juan José Padilla y a El Fandi. La temporada de Padilla con sus dos grandísimos triunfos en Sevilla – con salida a hombros por la Puerta del Príncipe -, y la épica de Zaragoza tras sufrir un percance parecido al gravísimo que padeció hace ya 6 años en la misma plaza, lograron general admiración y reconocimiento.
En cuanto a El Fandi, otro que parece gozar de eterna juventud, continúa en su diario triunfar dándose por entero cada tarde. Profesionalismo y tesón inasequibles a cualquier desaliento y sin molestar ni estorbar a nadie tanto en sus corridas acompañado de toreros mediáticos como en las que alterna con los más grandes.
Vayamos ahora con los decadentes y emergentes.. Un batiburrillo en el que caben toreros de todos los colores y en distintas situaciones.
El Cid, Daniel Luque, Miguel Abellán, Manuel Escribano, Diego Urdiales, Curro Díaz, David Mora, Iván Fandiño, Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez, Rafaelillo, Javier Castaño…, tan pronto fuera como dentro del pelotón…
De El Cid ya hemos opinado tras su cambio de apoderamiento. Mal síntoma porque, si ha cambiado tras largos años con sus inseparables amigos, Manuel Tornay y Santi Illauri, es porque ya no gana lo que ganaba ni se ve colocado en donde estuvo varias temporadas. No debe entender El Cid que no pueda recuperar lo perdido, ni siquiera tras haber protagonizado puntuales resurrecciones artísticas. Un caso clásico de estos conflictos al que no le veo remedio y mucho que lo siento.
Daniel Luque es de la quinta de El Juli. Y resiste tanto como su importante colega aunque con las grandes diferencias que les distancia. Daniel es uno de esos toreros que tan pronto te gustan como no te gustan. Su tantas veces declinante carrera se enderezó mucho tras participar en el programa televisivo “Mira quien baila”. Le desinhibió. Le convirtió en simpático después de parecer antipático. Le cambió su gesto osco, triste y hasta amargadamente amenazante por otro agradable, seguro de sí, por fin frecuentemente sonriente y amigable.. Esta transfiguración vital le ha venido muy bien como torero porque ya se sabe que se torea como se es. Pero también como se está… Mejor así…
Admirable Manuel Escribano en permanente e indeclinable lucha por subir enteros tras varios años de sacrificado y lejano ostracismo. Cuando, tras este calvario, volvió y triunfó en Sevilla con los toros de Miura, la verdad es que resucitó y se ganó subir en todos los peldaños por los que había descendido. En tamaño mérito, volvieron las cornadas. La más que gravísima de este año, como para irse y olvidarse de ser torero. Pero Manuel debe tener la piel de un lobo feroz. La que por cierto envuelve un ser muy tierno y bondadoso. Educado, agradecido, creyente y con una fe en sí mismo capaz de salvarle de cualquier contratiempo. Conozco a su padre. A él, no tanto. Pero cuando le veo, siempre sonríe. La verdad es que Manuel sonríe siempre a quien se le acerca. Debe tener muchos y muy buenos amigos. Este año ha vivido y disfrutado de la faz más feliz de su costosa carrera la tarde en que indultó un gran toro de Victorino Martín en Sevilla. Pero también la más amarga por el cornalón que casi le cuesta la vida, encarando la desgracia a base de poner todo de su parte y sin esconderse. Al contrario, hasta quiso dejarse ver en muchas corridas estando todavía convaleciente. Acertó. Porque tuvo ocasión de comprobar el mucho cariño que le dieron sus compañeros y la admiración de los aficionados en cada una. Creo que estos apoyos le habrán curado tanto o más que los puramente médicos… Le esperamos con fe de cara a la próxima temporada. Suerte mereces a raudales, Manuel…
Diego Urdiales, todo un caso de persistencia a través del mucho tiempo que lleva queriendo ser más de lo que realmente es. Le ayuda el concepto clásico de su toreo que nadie le discute. Y le perjudica su incapacidad de estar siempre como podría si el valor no le fallara. Pasó años de corridas duras en la que, cuando un toro se equivocaba, daba rienda suelta a su mejor versión. Hay muchos aficionados que se contentan con eso y hasta le admiran incondicionalmente. Pero sin que Diego tenga la culpa de las carencias de su naturaleza, el caso es que continúa teniéndolas y de ahí de su irregularidad. Gana enteros repentinamente las tardes con suerte y aciertos. Y los dilapida también repentinamente cuando más falta le hace mostrarse en plenitud. Y sube, y sube. Pero baja, y baja…Tiene la suerte, eso sí, de disfrutar de muchísimos partidarios tan fieles que hasta parece que todos torean con él como si también fueran toreros desde los tendidos. Especialmente en Madrid, en Bilbao y en Logroño, la capital de su tierra riojana. Y del beneplácito de esos importantes escenarios sigue viviendo… Veremos hasta donde y hasta cuándo.
El caso de Curro Díaz es como el Urdiales solo que con más gracia torera por su arte netamente andaluz. Desde el año pasado ha evolucionado a ser más capaz de hacer frecuentemente el toreo que siente y que más le gusta hacer. Y cada vez que lo consigue, arma un lio. Pero lo deslía cuando la suerte le vuelve al espalda. Todavía necesita ser más resoluto, más capaz de acoplarse técnicamente a los toros mediocres que son los que más salen en todas partes. Y es que Curro siempre quiere torear con belleza mientras olvida o no sabe dar en las teclas precisas para que las reses mediocres rompan a mejores. Lo primero y esto vale para todos, es resolver. Y luego, gustarse. No al revés. Nunca al revés… A ver si esto se le mete en la cabeza de una vez a Curro…
Otro de los casos más admirables del toreo actual es el de David Mora. Cuando todos temíamos que no podría volver a vestirse de luces tras varios años de recuperación costosísima a raíz de la gravísima lesión que padeció en Las Ventas al intentar recibir a un toro con una larga cambiada de rodillas, por fin llegó el día de su regreso a los ruedos en la primera corrida importante de la pasada temporada en el Palacio de Vistalegre de Madrid. Un faenón de superior redondez a los muy buenos que había logrado en su carrera. Lo acogimos cual milagro. Un portento muletero reconocido por toda la afición y por toda la crítica. Pero es que lo repitió en San Isidro en una emocionantísima faena llevada a cabo inmediatamente después de sufrir otra cogida que, por fortuna, no tuvo consecuencias.
Tras este gran triunfo en Las Ventas, creímos que a David le contratarían en todas las ferias siguientes. Era lo justo y lo debido. Pero no fue así. No estuvo en Pamplona ni en Bilbao que, de haber triunfado en ambas plazas, hubieran sido dos empujones vitales. Pero bueno, continuó toreando donde pudo y sumando éxitos, no todos tan contundentes como los dos primeros hasta el final de Zaragoza en Los Pilares.
Con valor más que probado, de David Mora podemos destacar su gran planta, su indiscutible empaque y templanza, su buen capote aunque irregular en plantear técnicamente las faenas de muleta, lo que limita a veces la redondez de sus labores con la flámula. Y bastante buen estoqueador. Su caso todavía es de transición positiva con la vista puesta en las próximas temporadas.
El vasco Iván Fandiño hizo pareja exitosa con David Mora en una primera etapa ilusionante por el triunfo de ambos en una feria de Otoño en Madrid. Aunque este éxito de la pareja fue la causa de que continuaran alternado, pronto empezar a ir cada uno por su lado. Y es que nada tenían ni tienen que ver uno con otro. Fandiño tuvo el apoyo de Madrid y de Bilbao. También en las plazas francesas de Mont de Marsan y de Bayona en donde le tienen por ¡favorito¡ Pamplona fue otra de las plazas de Fandiño entre las más importantes. Pero ni mucho menos en las demás determinantes.
Con muy buena prensa, sobre todo la digital, Fandiño no consiguió estar a la altura de lo mucho que se decía de él y llegaron no pocas decepciones, pegando el bajón que va desde creerse muy grande hasta constatar que no pasa de mediano. Pero ahí sigue e imagino que seguirá aunque ya con menos humos. Todavía le queda algún tiempo para ganar crédito. Lo debería intentar desde un comportamiento más humilde en vez de creyendo que es un rey.
Los hermanos Francisco y Cayetano Ordóñez son los dos toreros más famosos en lo mediático que hayamos conocido en la vida. Y eso les ayuda una barbaridad. Francisco reapareció en Olivenza después de la muy grave, gravísima, cornada sufrida el año anterior en Huesca. Francisco había vuelto a los ruedos para conmemorar los muchos años de alternativa que gozaba. Pero lo hizo sin sitio y por ello, sin apenas brillo. Muchos no nos explicamos por qué sigue en activo, dados sus percances, dada su muy bien ganada fortuna, dada su gran felicidad familiar, su inteligencia natural y dados sus ilustrísimos apellidos que, lógica e inevitablemente, pesan como una losa.
Como también pesan en el caso de Cayetano que desde el año pasado pareció haber mejorado en oficio y en capacidad resolutiva. Y aun mejor en esta temporada hasta la corrida de Zaragoza que le vino demasiado grande y le pudo cortar un serio disgusto. Es un torero con más y mejores formas que fondo. Muy buena pinta, mucho gusto, ramalazos de su lejana sangre gitana, buen concepto, buena traza y todavía no del todo conseguida esa capacidad resolutiva necesaria e imprescindible para ser una verdadera figura.
Y vamos con los nuevos valores.
Habíamos empezado diciendo que la llegada de novísimos espadas con vitola había sido la nota más esperanzadora del año 2016 antes de que comenzara la temporada. Y así fue… Pero las cosas no salieron como preveíamos, salvo para dos de los seis favoritos en todas las quinielas.
Por su enorme impacto, ya comentado, Andrés Roca Rey fue el más valorado con notable diferencia, aunque quien más toreó y más orejas cortó fue Alberto López Simón. Reconociendo su gran regularidad en el éxito gracias a la inercia de sus heroicos triunfos en la feria de Otoño en Madrid, donde fueron muy admirados su valor y la quietud a ultranza de sus por otra parte vulgares formas, también a su certera espada, lo que más contribuyó a situarle en el pináculo del escalafón superior fue la eficacísima protección que ha tenido – no sé si la seguirá teniendo – de la poderosa casa Matilla. Sin embargo, López Simón no solo es peor que Roca Rey. También es peor torero que José Garrido, con menos de la mitad de corridas toreadas; infinitamente peor que Ginés Marín, que es el tiene más clase de todos además de otras muchas virtudes y solamente ha sumado 17 festejos; asimismo peor que Javier Jiménez con bastantes más cualidades que el campeón y solamente ha toreado 11 corridas; e incluso peor que Álvaro Lorenzo, inexplicablemente minimizado en contratos, nada más que 6.
Y, señores, hay que ser más serios y consecuentes. Este trato tan diferencial ha sido la mayor injusticia y el mayor escándalo de la pasada campaña. ¿O no?…
De los guerreros, sobresale desde hace tiempo Rafaelillo, cubriendo un excelente papel por valiente, por habilísimo y por capaz de convertir muchos amargos vinos en más que bebibles y no pocas veces en caldos de marca. Está y seguirá estando incólume en su sitio.
Finalicemos este repaso con dos figuras que por unas razones o por otras, empataron a seis corridas por barba. José Tomás y Finito de Córdoba.
Ya sé que lo que me van a decir los tomatóxicos. Que el de Galapagar es el que lleva más gente a las plazas y el que más dinero gana. Vale. Hay que reconocerlo. Pero que un torero tan idolatrado limite sus campañas a seis tardes con todo preparadísimo para triunfar, con públicos incondicionales, ganado muy justito, y la máquina propagandista más poderosa de la historia, no es de recibo ni merecedor de nada cuanto se escribe y se dice de él. Eso aparte de sus maldades como fueron las artimañas que utilizó para evitar que Enrique Ponce toreara en el mismo festejo que él, la celebérrima corrida homenaje al Víctor Barrio triste y desgraciadamente fallecido como consecuencia de una terrible cogida.
Cogida que, por cierto, fue el acontecimiento más luctuoso de la campaña, logrando una general aquiescencia y sentimental como pocas veces habíamos visto.
Lo de Finito de Córdoba, – y ya termino este repaso-, fue otra historia muy distinta. En su larga decadencia salpicada con esporádicas faenas para el recuerdo, en esta de 2016 se cumplían los 25 años de alternativa. Pensando en celebrarla en la capital de los califas como hubiera sido lo más conveniente, se tropezó con dos graves impedimentos. El petardo de la empresa hispano-mexicana, última por ahora en la administración del coso más difícil de enderezar del mundo, a cuenta de la fallida contratación de José Tomás para actuar en la feria de La Salud por imposibilidades económicas – los organizadores hasta llegaron al colmo de pedir dinero a la Sociedad de Propietarios de la plaza y les mandaron a freír espárragos, pues ¿no son ustedes los más millonarios en lid de todas las empresas del mundo mundial…? –, última razón para que la celebración del evento de Juan Serrano consistiera finalmente en una corrida de seis toros en solitario para el homenajeado. Corrida que tuvo que suspenderse por lo mucho que llovió esa mañana y parte de la tarde además de por lo que también había “llovido” en las taquillas. Una desgraciada e injusta ocasión. Finito merece celebrar los 26 años de alternativa la prócima dentro de un cartel de tronío con Ponce de pimer espada y con otros dos para cerrar el cartel, Manzanares, Roca Rey. Llenazo asegurado. Pues eso…
Y de los demás toreros, ¿qué? De todo hay y seguirá habiendo en la amplísima rebotica más oculta de la Fiesta actual. Suerte para todos que les hace y vaya que les hará mucha…
Quién sabe qué… Siempre hay milagros
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