sábado, 8 de octubre de 2016

Los toros van al teatro / por Ricardo Díaz-Manresa



"...Que lo toros van al teatro parece difícil de creer, pero que van y que además son protagonistas está claro en este libro, lo mismo que el autor Azcune ha vivido más que nosotros introduciéndose en tanto siglo..."

Los toros van al teatro

Van, ya lo creo que van, y quien no lo crea que se lo pregunte a Valentín Azcune que ha escrito una obra monumental, como las plazas y cosos que albergan el toreo, sobre teatro y toros : “Los toros en el teatro” . ¿Escrito? Más bien arrancado cada fecha y dato de todos los lugares en donde pudieran estar y descubierto muchas obras olvidadas y casi enterradas. Escrito también porque su redacción es directa y atractiva.¿Los toros van al teatro?. Pues claro. Y nada menos que durante los últimos seis siglos, que es los que ha vivido Valentín Azcune removiendo papeles, visitando bibliotecas, buscando obras, analizando autores.

Que lo toros van al teatro parece difícil de creer, pero que van y que además son protagonistas está claro en este libro, lo mismo que el autor Azcune ha vivido más que nosotros introduciéndose en tanto siglo.

Es primerizo como autor taurino –y qué debut- pero espectacular filológo en sus muchos trabajos, tres tomos –por ejemplo- editados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas sobre naturalmente teatro, la especialidad de su vida.

Este de “Los toros en el teatro” parece un tocho, porque es abrumador en datos, en descubrimientos, en novedades y en distracción : tiene los argumentos de las mejores obras –muchos increíbles- y hasta los diálogos entre personajes, verdaderamente divertidos. Y además no es una relación de títulos sino que añade cómo estaba el toreo en cada momento de la aparición de las obras teatrales. Por eso, y muchas cosas más, los toros también van al teatro.

Me gustaría describir, con la limitación que impone un artículo, la original personalidad del autor, el trabajo realizado de interminables horas y varios años y…lo conseguido (que es lo importante).

Azcune, que ya ha entrado en la historia de los autores taurinos, es analista crítico para alabar o criticar, incluso a sí mismo, con mucho sentido del humor. Es justo : da a cada uno lo suyo. Sin su pasión por el teatro hubiese sido imposible ofrecernos esta joya. Y, por supuesto, muy pero que muy aficionado a los toros.

Y original porque es el primer libro no dedicado (bueno, a él, a su trabajo) y el primero también donde no hay una palabra –ni una- del curriculum del autor.

Su trabajo, de chinos, como lobo solitario por amor a la tauromaquia y el teatro. Romántico supremo. Navegando en los mares de seis siglos.

Descubridor de obras inéditas, incluso quita la titularidad de obras otorgadas falsamente a autores, alguno de los cuales de mucho renombre y rematadamente clásico y famoso. Por tanto, el libro es verdadero en todos sus datos y aportaciones.

Y ha conseguido también abarcar todo lo posible en una historia inabarcable de tamaño sideral en la que todavía quedan cosas y eso que tiene 686 páginas de buen tamaño (casi de folio). Y desde la 455 empiezan los apéndices, bibliografía, índice de autores y hasta un apartado de obras apócrifas o de autenticidad dudosa o no comprobada. Amén de varios estudios críticos. Que la mejore el que pueda.

Y aclara el autor que a lo largo del tiempo se han perdido muchas obras y que era imposible imprimir todo lo que se estrenaba o escribía.

Editada muy bien por la Unión de Bibliófilos Taurinos (enhorabuena para ellos y especialmente para su presidente Rafael Cabrera) y también para el periodista Juan Miguel Núñez que la ha promocionado mucho, con mi ayuda.

No es una historia del toreo ni una historia del teatro, según confiesa Valentín, ninguna de las dos cosas por separado, sino un análisis de conjunto de cuanto de taurino hay en cada obra dramática.

Una prueba más, entre un sinnúmero, de la secular vinculación que entre Cultura y Tauromaquia ha habido en todas las épocas, incluída la actual. O sea, que los toros nunca han dejado de ir al teatro, se han subido siempre a los escenarios, muy pegados a las bambalinas y, por supuesto les ha encantado ver subir y bajar el telón y escuchar los aplausos.

El mismo autor apunta como novedad la reproducción de varios sainetes, entremeses y tonadillas de los siglos XVII y XVIII. Y disfrutar con la música, que tantas satisfacciones nos ha dado (desde Pan y Toros a la ópera Carmen) y el lujo de ver taurinos, poco o mucho, a la Edad Media, la Celestina (la primera en la que se menciona nuestra Fiesta), Lope de Vega, Tirso de Molina, Juan Ruiz de Alarcón, Calderón de la Barca, Francisco de Quevedo, don Ramón de la Cruz, Ricardo de la Vega, Carlos Arniches, Antonio Paso, Pedro Muñoz Seca, Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, Jacinto Benavente, Vicente Blasco Ibáñez, Pérez Lugín, Francisco Serrano Anguita, Jardiel Poncela, Albert Boadella, Rafael Alberti, Quintero-León y Quiroga, Ignacio Sánchez Mejías, Miguel Hernández, Federico García Lorca, maestro Alonso, Miguel Mihura, Moreno Torroba. Y un sinfín. ¡Menuda cantidad de carteles se pueden hacer con tantos nombres inolvidables!. Y hasta se atrevieron con el teatro críticos de toros como “Corinto y Oro” y Gregorio Corrochano. Y de los contemporáneos, Javier Villán, que dejó los toros hace años.

Total, que hay que leerlo. Ahora que tenemos tiempo porque acaba la temporada ahí está el libro “Los toros en el teatro” para constatar una vez más la grandeza de ambos colosos culturales.

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