domingo, 11 de diciembre de 2016

A favor del prestigio de Acho aunque nos pongan a parir / por J.A. del Moral


Andrés Roca Rey

Y luego el lío del Escapulario.
Si su concesión tras la pasada feria del Señor de los Milagros ha suscitado una de las polémicas más grandes, estúpidas y largas que uno haya conocido – bien es cierto que la mayoría de la crítica en España ha guardado un sospechoso silencio por aquello que de Roca Rey esperan un sustancioso botín -, se debe a la clamorosa falta de unanimidad en aceptarla como válida.

A favor del prestigio de Acho 
aunque nos pongan a parir

J.A. del Moral · 11/12/2016
Lo que verdaderamente debería importar es el prestigio de Acho, de su feria y, por supuesto, el futuro de Andrés Roca Rey que es la madre del cordero porque se trata de la figura emergente más importante de la actualidad y a nadie interesa que su estrella decaiga a cuenta de sus muchos percances que, por ahora, continúan inquietando a todo el mundo y quienes no lo vean así se están equivocando de medio a medio. Y es que los cuerpos no aguantan porque no son etéreos.

El caso es que desde que vi por primera vez a Andrés Roca Rey en su debut sin caballos en la plaza francesa de Bayona, fui uno de los primeros en afirmar sin ambages que podría ser figura y así lo continúo afirmando solo que con no pocas cautelas a medida de que, durante su primera campaña en España y en Francia, en casi todas sus actuaciones ha sufrido cogidas espeluznantes, en mi opinión por ser todavía incapaz de someter a los toros que no se dejan “engañar” y salen muchos de estos.

Cuando le vi cuajar una gran faena, limpia como una patena en la primera corrida de la temporada española en Olivenza, no pude por menos que celebrar por todo lo alto que Andrés había progresado indefectiblemente. Pero es que, después, en la mayoría de sus actuaciones que también le he visto en todas las grandes ferias, lejos de seguir ahondando en este progreso, su siempre entusiasta e indeclinable disposición casi siempre triunfal y hasta apoteósica en muchos casos, ese progreso no volví a constatarlo y ahí están mis crónicas para testificarlo. Crónicas en la que además de entusiasmarme por la contundencia de sus éxitos, por su indiscutible personalidad, por su indestructible capacidad nunca faltaron mis señalamientos de lo mucho que me preocupaba que en casi todas sus actuaciones se dejara coger por los toros.

De alarma en alarma con el torero indemne y, supongo, ciertamente confiado en que a él no le podía pasar nada, llegó lo que tenía que llegar: sus dos consecutivos y gravísimos percances en los que perdió la consciencia y hasta la memoria, lo que le obligó a cortar la temporada y a ponerse en manos de especialistas de los Estados Unidos en golpes en la cabeza y de sus posible secuelas.

Felizmente recuperado tras meses de convalecencia y posterior puesta a punto, llegaron los triunfales días de su esperadísima reaparición en Lima… Y otra vez tuvo que cortar la marcha y ponerse en manos de los médicos por lo mismo de siempre.

Y digo yo: ¿Pero es que no hay nadie capaz de entre los que le rodean cerca de convencerle que debería racionalizar técnicamente sus faenas? Pues parece que no. Y eso, exactamente eso es lo que me preocupa más.

Y luego el lío del Escapulario.
Si su concesión tras la pasada feria del Señor de los Milagros ha suscitado una de las polémicas más grandes, estúpidas y largas que uno haya conocido – bien es cierto que la mayoría de la crítica en España ha guardado un sospechoso silencio por aquello que de Roca Rey esperan un sustancioso botín -, se debe a la clamorosa falta de unanimidad en aceptarla como válida. Y esto no hay quien lo tape ni pueda negarlo.

Cada cual con sus razones y los que están a favor de la discutida y discutible concesión mediante apasionados tintes chauvinistas, lejos de beneficiar al torero, podrían perjudicarle porque tamaños y apasionados empeños podrían convertirle en antipático sin que el muchacho tenga ninguna culpa. Ya es sabido que lo mucho termina por cansar y que la superabundancia de elogios hacia alguien suele volverse en su contra.
Y si como ha ocurrido con Andrés, los que tanto defienden su Escapulario dicen a los que no se lo habría dado y hubieran preferido dárselo a Manzanares, que hay que ser patriotas, que hay que defender a nuestro torero por encima de cualquier otro por bueno que sea, entonces, apaga y vámonos…. Porque estos “patriotas” taurinos pueden convertir Acho en una plaza de pueblo en vez de seguir manteniendo el rango de plaza universal del toreo. Que eso es lo que ha sido siempre la plaza de Acho hasta el lío del Escapulario 2016.

El caso es que, en el fragor de las disputas, nadie sabe cuándo ni en qué momento, se agregó lo que significa premiar al “triunfador de la feria”. Esto no se lo comunicaron al jurado hasta el día de la votación con un papel sin dar explicación alguna ni habérselo comunicado a la afición.

Que salgan ahora a decirnos a los críticos discrepantes que somos unos “eruditos” haciendo ver que no sabemos nada de esto, es algo inaudito por insultante. Sin embargo y viendo lo que está pasando en los ambientes taurinos de Lima, muchos nos están recomendando que no hagamos más olas…
Esta es la última por mi parte por ahora… Porque habrá que esperar al año que viene y ver qué sucederá en la Feria del Señor de los Milagros de 2017.

Termino con un suponer. ¿Qué ocurriría si Roca Rey hace la mejor faena de la feria – ¡ojalá! – y otro torero corta más orejas que él? ¿Volverían a cambiar el Reglamento del Escapulario sobre la marcha?…

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