A Quique le ha podido su raciocinio, ese modo suyo tan equilibrado y maduro de afrontar las cosas, pero a su afición, que es la del Espanyol, le ha sentado a cuerno quemado el sobeteo a Messi después de una goleada y tras años y más años de sufrir la opresión de bota culé en su cara. En un mundo ideal Luis Enrique sería amable y, sin embargo, es un impresentable de tomo y lomo.
Bienvenido al mundo real, querido Quique
Juan Manuel Rodríguez
Quique Sánchez Flores tuvo que salir el otro día a pedir disculpas a la afición del Espanyol por haberse abrazado a Messi tras el 4-1 del Camp Nou. Después, en la rueda de prensa posterior al partido, el entrenador "periquito" reconoció que era un fan del futbolista argentino e incluso confesó que uno de sus hijos coleccionaba camisetas suyas. Esta exhibición de fair play, rayana en lo absurdo, forzó al técnico madrileño a pedir perdón después de una semana que además venía marcada por el desplante de Luis Enrique, con el que de repente hemos recordado que se llevaba fatal desde sus tiempos como jugador del Real Madrid, y los insultos del Camp Nou hacia la afición del equipo rival. ¿Hizo bien Quique? ¿Hizo mal?...
Quique hizo bien pidiendo perdón e hizo mal dorándole la píldora de ese modo a Leo Messi, quien además protagonizó un jugadón (que acabó con gol de Luis Suárez) en el que colaboraron a partes iguales el ingenio del capitán culé y la pasividad de la defensa blanquiazul. Es posible que en el país de la abeja Maya lo dicho por Quique diera lo mismo pero en el mundo real el masaje que el entrenador del equipo rival le hizo a la máxima estrella del Barça sonó a recochineo y sentó fatal precisamente porque supone no tener demasiado conocimiento de qué pasa en Cataluña y en qué situación de opresión total vive el Espanyol con respecto al Fútbol Club Barcelona. Por lo demás, Quique ha estado entrenando mucho tiempo fuera pero eso tampoco es excusa porque él nació aquí, en España, y no en Ganímedes.
En un mundo ideal, en un mundo perfecto en el que reinara la paz y el amor entre los hombres de buena voluntad, el gesto de Quique habría sido interpretado como un detalle hacia el rival, que a su vez recibiría a la afición del otro equipo con cánticos cariñosos y amables. En ese mundo, Luis Enrique se habría hecho la foto con Quique porque jamás habrían discutido después de que el primero llamara chivato al segundo en el transcurso de una partida de cartas. Pero el mundo en que vivimos dista mucho de ser ideal y el fútbol es otro reflejo más de lo perfectamente imperfectos que somos.
A Quique le ha podido su raciocinio, ese modo suyo tan equilibrado y maduro de afrontar las cosas, pero a su afición, que es la del Espanyol, le ha sentado a cuerno quemado el sobeteo a Messi después de una goleada y tras años y más años de sufrir la opresión de bota culé en su cara. En un mundo ideal Luis Enrique sería amable y, sin embargo, es un impresentable de tomo y lomo. Bienvenido al mundo real, querido Quique.
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