miércoles, 4 de enero de 2017

MARIO CABRÉ EL POETA QUE SABÍA TOREAR / por BENJAMÍN BENTURA REMACHA



...Mario Cabré, que nació en Barcelona el 6 de enero de 1916 en una familia en la que su padre y su tío eran actores y su madre bailarina, tuvo en los toros su primer objetivo profesional y ya en 1934 inició sus actuaciones sin picadores para presentarse con ellos en su ciudad natal el 23 de agosto de 1935 con novillos de Argimiro Pérez Tabernero y la compañía del mexicano Silverio Pérez y Rafael Ortega Gómez, hijo de “El Cuco” y la hermana de los Gallos..." 

MARIO CABRÉ 
(El hombre de una sola cara)

"...Le motejaban de polifacético y era verdad aun que fuera hombre de una sola cara: torero, actor, cantante, modelo, presentador de televisión y poeta. Gran tipo. Jacinto Benavente, en el prólogo a su libro de poemas “Danza Mortal”, dijo que Mario era un poeta que sabía torear..."


En el centenario de su nacimiento.
EL POETA QUE SABÍA TOREAR


BENJAMÍN BENTURA REMACHA
Le motejaban de polifacético y era verdad aun que fuera hombre de una sola cara: torero, actor, cantante, modelo, presentador de televisión y poeta. Gran tipo. Jacinto Benavente, en el prólogo a su libro de poemas “Danza Mortal”, dijo que Mario era un poeta que sabía torear. Bueno, ello puede ser acertado porque, en realidad, la actividad que el polifacético diestro no abandonó hasta morir fue la de escribir poemas y dedicárselos a sus amigos. Hay que tomar en serio esta circunstancia y la de que esa “Danza” se la dedicó a una bailadora que murió joven, Mari-Paz. Doña Matilde Perosanz, dueña del Café Castilla de la calle Infantas de Madrid, el lugar más teatral del foro rodeado de caricaturas de Sirio y Ugalde, todas de personajes ligados al teatro, me confesó que Mar-Paz había sido el gran amor de Mario Cabré, sin olvidar que, al parecer, cortejó a la hija de don Pedro Balañá, aunque en este caso pudiera coincidir con el dicho popular de que “al santo se le venera por la peana”. Todo ello nos llevaría a relacionar la larga lista de veneraciones del “Don Juan” catalán desde su aparición en los ruedos, cosa que ocurrió en 1934 por tierras paisanas y con el seudónimo de “Cabrerito”, diminutivo que no comulgaba con la reciedumbre humana y sensitiva del aspirante a alcanzar las glorias taurinas de sus vecinos Pedro Ayxelá “Peroy” y Eugenio Ventoldrá, que no eran muchas, desde luego. Pero la afirmación del nobel don Jacinto de que Mario Cabré era un poeta que sabía torear se justifica con que, al paso del tiempo, Mario fuera abandonando todas sus actividades para, al final de sus días, por Navidad, enviar a sus amigos una nueva publicación de poemas. 


Los primeros versos que escribió Cabré fueron, sin duda, los de esa “Danza Mortal” dedicada a la memoria de Mari-Paz, la bailarina-bailaora que nació en Zaragoza el 3 de noviembre de 1923, que debutó a los cinco años, el 2 de julio de 1929, en el teatro Parisiana (hoy Principal) de su lugar natal bailando charlestón y cantando la famosa canción “Ramona” que daba el nombre a una película muda. Claro que en aquellos años ya se habían inventado los gramófonos y era mucho más confortador ver la película con el sonido de la citada canción y no con las explicaciones del relator. A los 12 años, Mari-Paz actuó en el teatro de la Zarzuela y en su condición de bailarina interpretaba partituras de Beethoven, Chopín, Granados o Sarasate y en el de bailaora, lo que componían y escribían Quintero, León y Quiroga. Paréntesis de la guerra en Madrid y, a la vuelta, Raquel Meller, la de “El Relicario”, de Tarazona de Aragón, la incorporó a su espectáculo para pasar posteriormente a la Compañía de Concha Piquer. De éxito en éxito en el baile, en la canción y en la interpretación. En 1939, con Juan de Orduña como actor, interpretó una película, “Leyenda rota”, que dirigió Carlos Fernández Cuenca, en 1940, “Suite granadina”, con Orduña ya en la dirección y con versos de Francisco Villaespesa, “No te mires en el río” fue la película siguiente, esta dirigida por Rafael Martínez, de La Almunia de Doña Godina, y el año 1943, su última película, “El triunfo del amor”. Y mucho teatro con “Cabalgata” de León y Quiroga y la presentación de Lola Flores que cantaba “El Lerele”. En esa “Cabalgata”, Mari-Paz interpretaba un número que se titulaba “Gloria a la Petenera”, palo flamenco que los gitanos consideraban de mal fario. Y el caso es que lo que se representaba en la escena tuvo su réplica real y la jovencísima artista murió a los doce días de consumir un marisco en mal estado. Fue el 12 de marzo de 1946, en su casa de Madrid, calle Santa Isabel, 37, a los 22 años.

En realidad fue otra elegía la primera obra poética publicada por Mario Cabré:
“Manolete”, 1947, a los tres meses de producirse la cornada mortal de Linares. Se imprimió en los talleres “La Polígrafa” de Barcelona, cincuenta ejemplares en papel especial adornados con un buen retrato del torero cordobés realizado a mano en piedra litográfica por el propio artista, José Porta. Otra edición de quinientos ejemplares con reproducción tipográfica del mismo retrato. Fueron diez poemas que Cabré dedicó a Doña Angustias Sánchez, la madre del “Monstruo”.

Pero “Danza Mortal” fue una cuidada edición promocionada por la editorial “Mon” e impresa en la calle Cicerón de Madrid, imprenta “Arba”, con la valiosa colaboración de don Jacinto Benavente y dibujos de Mariano Zaragüeta, dibujante exquisito que se hizo famoso ilustrando los tebeos y libros de “Antoñita la Fantástica”. Se acabó de imprimir el día 8 de abril de 1950, Sábado de Gloria.


Y el tercer libro de esta etapa poética de Mario Cabré fue el “Dietario Poético a Ava Gardner” publicado a finales de ese mismo año de 1950. Dietario es un vocablo aragonés que significaba el libro que los cronistas escribían con los sucesos más notables. Desde luego el encuentro con Ava Gardner fue un hecho importante para Cabré puesto que se universalizó su estampa como torero y cineasta. Al final quedó como recuerdo de su relación con la bellísima Ava (“el animal más bello del mundo) este libro de poemas que “Ediciones Cobalto” realizó en Barcelona. El relato se abre en Madrid el 14 de abril de 1950 a la llegada de la diva a Barajas, se prolonga desde S´Agaró con una conferencia telefónica, estancia en Tossa del Mar, corrida de toros en Gerona el 23 de abril, Palamós, otra vez en Tossa del Mar y termina el día 25 del mes de mayo, jueves al mediodía, cuando ella se marcha a Londres. Así resume Cabré su “Dietario”: “¿Recuerdas, sweet doll…? Te prometí un libro de poemas donde el amor y el mar, el alma y lo eterno te hablaran de tu paso por esta Península. Estos poemas cumplen lo prometido. Y ¡es tan hermoso cumplir lo que se promete!”. A pesar del piropo en inglés (dulce muñeca), los comentarios de la Gardner sobre el torero no fueron muy apropiados a tanta poesía. Quizás se cumplió la finalidad: la productora del film “Pandora o el holandés errante” buscaba el “affaire” del torero y la actriz. Y lo hubo, lo hubo, pero los protagonistas fueron otros.


Mario Cabré, que nació en Barcelona el 6 de enero de 1916 en una familia en la que su padre y su tío eran actores y su madre bailarina, tuvo en los toros su primer objetivo profesional y ya en 1934 inició sus actuaciones sin picadores para presentarse con ellos en su ciudad natal el 23 de agosto de 1935 con novillos de Argimiro Pérez Tabernero y la compañía del mexicano Silverio Pérez y Rafael Ortega Gómez, hijo de “El Cuco” y la hermana de los Gallos. La guerra civil. No perdió mucho tiempo el torero catalán y el 10 de agosto de 1941 hizo su presentación con picadores en la plaza de Las Ventas con novillos de Aleas y la compañía de “Pepote de Triana”, López Lago y José Alcántara. Dos años más en el escalafón novilleril y el 1 de octubre de 1943 la alternativa en Sevilla de manos de Domingo Ortega, “el paleto de Borox” que había conquistado España y hasta sus compañeros le llamaban “don Domingo”. Los toros, de Curro Chica, y el testigo, otro diestro importante, Luis Gómez “El Estudiante”. Siete días después, la confirmación en Madrid con otro cartel de lujo: el mismo padrino, Ortega, y Antonio Bienvenida de testigo. Los toros, de Muriel. Elegancia, reciedumbre, lances de capote muy peculiares en los que, a pies juntos, dominaba las embestidas de los toros con las telas arrastradas por las distintas arenas de España. Las manos muy bajas para que uno de los pasodobles a él dedicados tomara de ellas su título, “Manos bajas”. Buen muletero y seguro estoqueador. Con la espada de verdad. La de guardarropía la empleaba en los escenarios en la interpretación de “El Tenorio” por el día de Todos los Santos. Un año toreó por la tarde en la Monumental madrileña y por la noche, burla burlando, mató al Comendador en un escenario de la Gran Vía de Antoñito López. Murió sin puntilla. Una oreja le concedieron en el coso de las Ventas del Espíritu Santo. Ya para entonces había interpretado varias películas y hasta había sufrido una cogida grave en 1945 en el rodaje de “El Centauro” toreando un toro de Guardiola. 


Muchos viajes, una larga estancia en Argentina y un buque-espectáculo. Y
libros de poemas como “Oda a Gala-Salvador Dalí”, “Pablo Ruiz Picasso”, “Joan Miró”, “El Apóstol Viajero, Juan Pablo II” y un importante “Canto sin sosiego” que prologó la uruguaya Juana de Ibarbourou (Juana Fernández Morales utilizaba el apellido de su marido para firmar sus escritos) y dedicado a la argentina Alfonsina Storni, poetisa romántica que en 1938, enferma de cáncer, entró andando desde La Perla del Mar del Plata hasta morir ahogada. Ibarbourou y Storni forman con Gabriela Mistral el trío más distinguido de poetisas sudamericanas. En este libro editado por la Editorial Losada en Buenos Aires en 1957 y que lleva el subtítulo de “Alfonsina Mar y Muerte”, Juana de Ibarbourou dijo de Mario Cabré: “¡Qué bien sabe cantar una muerte, este joven poeta español que es todo vida”.
El torero Cabré cerró su ciclo como tal en 1960 con una corrida en Barcelona el 2 de octubre con ocho toros de Isabel Rosa González y la compañía de Antonio Bienvenida, Joaquín Bernadó y José María Clavel y otra en Palma de Mallorca con toros de Arauz de Roblés y la presencia de Pedro Martínez “Pedrés” y Pepe Cáceres. Colgado su traje de luces, dedicó sus actividades a presentar programas televisados como “Reina por un día” en el que le acompañaba el borjano José Luis Barcelona, tío abuelo de Raúl Gracia “El Tato”, otro programa, “Club Miramar”, con Federico Gallo, a representar a una empresa textil de Barcelona y a no abandonar nunca la poesía. 

Operado de problemas circulatorios, del corazón en 1972, sufrió una hemiplejia en 1976 y pasó una larga temporada en una residencia de Benicasim. En 1978, el ayuntamiento de esta ciudad castellonense le subvencionó la publicación de un libro dedicado a aquel lugar y una serie de tankas al estilo japonés con ilustraciones de Traver Griñó. Desde entonces hasta que murió en su ciudad natal el 1 de julio de 1990 nunca faltó su regalo de Navidad. En estas publicaciones intercaló algún poema taurino y fueron varios los que vieron la luz en las páginas de “El Ruedo”, uno espectacular dedicado al toro bravo con una impresionante y acertada estampa de Antonio Casero, y varios en la revista “El Trapío”. ¿Películas? Una docena además de “Pandora”. Discos, solo conozco uno de boleros en el que interpretaba el titulado “María Dolores”. ¿Teatro? En español y en catalán. En su lengua materna, dos piezas clásicas: “Terra baixa”, de Ángel Gimera, y “El Mistic”, de Santiago Rusiñol. Y el Jesuccristo de “La Pasión” de Jesús Vasallo. Pero siempre la poesía y los amigos. Plantó un “Cerezo de Haikus”, que es otra forma oriental de versificar. Participación en “Alforjas para la poesía” en Madrid, Premio Ciudad de Barcelona y finalista del Premio Internacional de Poesía con “Laberinto de Redes”. Y después del 1 de julio de 1990, fecha de su fallecimiento, un sobrino suyo, hijo de su hermana Ana y el bajo Manuel Gas, intérprete de varias películas, Mario Gas Cabré, ha sido el mejor director del Teatro Español de Madrid, en donde actuó tiempos ha y como primer actor su tío Pedro Cabré.

He citado a Mari-Paz, Ava Gadner y Alfonsina Storni a la que dedicó en 1957 su “Canto sin sosiego”. Y para calmar la curiosidad completo la lista más o menos fidedigna de féminas que participaron del fervor ilusionado y poético: Raquel Daina, hermana de Irene, la que casó con el diestro Manolo Escudero, madrileño y par del barcelonés en el toreo de capote, Yvonne de Carlo, íntima de otro catalán, Xavier Cugat, Chula Prieto, la francesa Anouk, Maruchi Fresno, Genevieve Page, Angelita Tamayo y otro leve romance con Luisa Rivelli, primera actriz del teatro de Convigno de Milán, que vino España en 1959 para recibir el premio “Ondas”.

Todo lo resumió “el poeta que sabía torear” en un soneto dedicado a su

AUTORRETRATO

Sin esta dulce carga de tristezas
¡cómo la soledad fuera posible!
Si avanzar cada día en lo invencible
arruina mi anhelo y fortaleza.


De mi debilidad y mi pobreza
trato de embellecer lo más sensible
y dejar bajo tierra lo inservible
si embrutece o degrada mi nobleza.

He llagado al borde de la muerte
y al principio de un mundo iluminado.
Si no supe encontrar lo que quería
es porque no era el rumbo de mi suerte,
y miro con ternura mi pasado
como amante que fue de mi alegría. 


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