La Santamaría y la iglesia de San Diego, Bogotá 1956.
Foto: Museo Bogotá
El domingo, tras un lustro de censura, reabrirá sus puertas al rito para el cual nació. Allí, sumergida entre follaje, avenidas y altos edificios parece compartir con su vecina, la tetracentenaria iglesia de San Diego, secretos de una Bogotá que fue y nunca más será.
El domingo, tras un lustro de censura, reabrirá sus puertas al rito para el cual nació. Allí, sumergida entre follaje, avenidas y altos edificios parece compartir con su vecina, la tetracentenaria iglesia de San Diego, secretos de una Bogotá que fue y nunca más será.
Dos templos, cada uno con su historia, y cada feligrés con la suya en ellos. La mía con el de arriba, el taurino, comenzó en 1952. Siempre lo recuerdo. Vinimos de lejos con mi padre a ver la corrida. Era el debut de Antonio Ordóñez, por cierto. Desde entonces hemos envejecido juntos. Ruedo referencial de mi afición.
Aunque muchos acontecimientos que albergó no los presenciara, como por ejemplo: Su inauguración en el 31. Diez años después, la primera alternativa de Luis Miguel Dominguín a sus catorce, con Ortega y mondoñedos. El paso triunfal de “Manolete”. El discurso de Hernán Ibarra, amigo de mi casa, lanzando la candidatura del asesinado Jorge Eliecer Gaitán inevitable presidente de Colombia. El brindis de “Joselillo” a la hija del dictador que provocó la rechifla, y ocho días después, cuando se repitió, la masiva retaliación, casi tapada por la histórica corrida simultánea del debut de Achury Viejo, con César Girón, Dámaso Gómez y Chicuelo II. Los legendarios mexicanos de los cuarenta... Tantas cosas…
Pero sí vi a Ordóñez y Dominguín en hombros hasta el Hotel Continental. Toda la época dorada de los sesenta. La monumental faena y la estocada por cornada y orejas de “El Viti” a “Divorciado”, Mondoñedo también. El encumbramiento de figuras nacionales… “Joselillo”, Pepe Cáceres, El Puno, “El Cali”… La cornada en el cuello a “El Cordobés”, y el espontáneo de gabardina (¿”El Pegajoso”?) cubriéndolo con su cuerpo. El ataúd de Pepe dando la vuelta al ruedo. El surgimiento, gloria y retiro de César Rincón. Su duelo con ese rocha. La encerrona de su regreso apoteósico en el 91, cuando mi cuñado José Noé quien presidía, le negó el indulto al quinto, “Paquero” de Ernesto Gonzáles Caicedo,desatando una bronca feroz con activa participación de la familia. García Márquez en barrera, pañuelo en alto. La última ovación a Fermín. El secuestro de la plaza y su museo. La lucha por el rescate. Negret. La huelga de novilleros. Tantas y tantas cosas a las cuales ahora se agregará esta… la vuelta del exilio...
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