sábado, 29 de abril de 2017

SEVILLA: Tarde emotiva, tensa e interesante / Por Paco Mora


En tarde emociones, para mí, quizás la más fuerte haya sido ver cómo 25 años después, José Manuel Montoliu ha puesto un soberano par de banderillas en el lugar casi exacto en que un toro subió a la gloria a su señor padre, un arcángel banderillero que está en la historia de la Tauromaquia, como uno de los mejores.

SEVILLA: Tarde emotiva, tensa e interesante

Sevilla. Sábado 29 de abril. Plaza llena para ver a tres toreros de valor contrastado frente a seis “victorinos”. Tarde que no ha permitido ni el bostezo ni la distracción sobre lo que ocurría en el rubio albero de La Maestranza. Tampoco los toreros han tenido que disculparse con gestos de resignación e impotencia. Con estar atentos a la lidia han tenido bastante. Y es que los de Las Tiesas reclaman para estar frente a ellos los cinco sentidos. La atención se centra en el ruedo desde que salta a la arena el primer toro hasta que arrastran las mulillas al último. Nada que ver con los “juampedritos”, con los “Núñez-del-cuvillo” ni los “Garci-como-sean”. ¡Qué envidia! ¿Verdad, señores figuras? ¡Qué injusticia tener que ver cómo acaparan los legionarios del toreo los pupilos del Brujo de Galapagar! Es que son la monda esos muchachos…

Los que pueden exigir se conforman con torear tres o cuatro hierros, y como los empresarios lo saben no se salen del guión. Y, ¿quién lo paga? Pues el de siempre, que pasa por taquilla pensando en una buena tarde de toros y se encuentra con un concurso de bostezos. Pero hoy -¡amigos míos!-, gracias a los toros, que son los que marcan el diapasón de esta incomparable Fiesta, y a Ferrera, Escribano y Ureña, la tarde ha echado chispas y la emoción ha electrizado los tendidos.

Y conste que por los chiqueros ha salido de todo y en ocasiones nada fácil, pero como los toros han cumplido con su obligación de intentar ganarle la batalla a sus lidiadores y éstos con la de impedir que se salieran con la suya, el toreo ha alcanzado su máxima expresión que es la de entretener, divertir, emocionar y en ocasiones asustar a los espectadores. Tres toros con mucho carácter, tercero, cuarto y quinto. Sobre todo, este último, con una fiereza templada fuera de serie, ha sido un lujo verlo tomar la muleta de Escribano y seguirla con lentitud de foto fija. Ferrera vive un momento de madurez impresionante y exhibe un valor recio y sin alharacas. La oreja que le ha arrancado al cuarto hay pocos toreros en el escalafón capaces de conseguirla.

También Ureña está comprometido seriamente con su causa, que es la de encajarse en el pelotón de cabeza, y también ha tocado pelo por su empeño y entrega, y, ¿por qué no decirlo?, porque intenta hacer el toreo de verdad. Y a veces, como esta tarde, lo consigue. Los muletazos más lentos han sido obra de Escribano a su segundo y de no fallar a espadas también habría obtenido trofeos.

En tarde emociones, para mí, quizás la más fuerte haya sido ver cómo 25 años después, José Manuel Montoliu ha puesto un soberano par de banderillas en el lugar casi exacto en que un toro subió a la gloria a su señor padre, un arcángel banderillero que está en la historia de la Tauromaquia, como uno de los mejores. A Pelu, así le llamamos los amigos, Ferrera le había ofrecido las banderillas y con la montera calada -cultura torera se llama ese detalle de respetar al matador- nos recordó a su progenitor andándole al toro hacia la cara con los brazos caídos y muy despacito. Luego el abrazo de matador y banderillero y ese gesto de ambos mirando al cielo, a mí me hizo saltar las lágrimas. ¡Olé toreros!

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