lunes, 22 de mayo de 2017

11ª de San Isidro en Madrid. Ferrera entroniza la sublime transfiguración de su toreo / por J.A. del Moral.




Con su gran triunfo pese a que solamente cortó una oreja que debieron ser dos, la primera plaza del mundo confirmó ayer la para muchos sorprendente transfiguración artística de Antonio Ferrera con una quintaesenciada faena frente a un animal tan noble como débil de Las Ramblas. Con otro similar que hizo de sexto, Manuel Escribano perdió otro triunfo por matar de un infamante bajonazo. Fue en la tarde de los tres héroes del toreo actual, encabezados por Juan José Padilla que no desmereció de sus compañeros aunque con el lote menos propicio de la descastada y flojísima corrida que volvimos a padecer. No obstante, la terna logró el feliz entretenimiento del público gracias a los recursos y a los tercios de banderillas que protagonizaron, alternado los tres en sus primeros toros y en solitario en los segundos. Ganaderamente hablando, la feria continúa bajo mínimos pese a la sobrada presencia de las reses.

  • Esta vez fueron los tres matadores los que salvaron la tarde. Tres grandes y admirables héroes. Tres hombres luchadores y más que valientes que han superado por completo sus respectivos y muy costosos percances. Que Dios les siga guardando y que uno lo vea.


Ferrera entroniza la sublime transfiguración de su toreo


J.A. del Moral · 22/05/2017
Madrid. Plaza de Las Ventas. Domingo 21 de mayo de 2017. Undécima de feria. Cielo enmarañado con calor soportable. Más de tres cuartos de entrada.

Seis toros de Las Ramblas, Muy bien presentados y armados son serias cabezas salvo el que abrió plaza, más cómodo de cabeza que sus hermanos. Todos sin fuerza y mansos en distintos grados. Por más resistentes, destacaron los dos últimos.

Juan José Padilla (corinto y oro): Estoconazo trasero, silencio. Buena estocada y descabello, gran ovación con saludos.
Antonio Ferrera (verde papagayo y oro): Estocada caída, silencio. Gran estocada desprendida de rápidos efectos, oreja y fortísima petición de otra con doble bronca a la presidencia por no concederla.
Manuel Escribano (nazareno y oro): Estocada caída, silencio. Metisaca en el chaleco, aviso y palmas de despedida.



Salvo para los que vimos torear a Antonio Ferrera en la pasada feria de Sevilla de la que fue proclamado triunfador por todos los jurados, el ibicenco recriado en Extremadura fue el gran protagonista del undécimo festejo isidril. Lo acontecido en la Maestranza no fue casual. Ya venía anunciándolo en consecutivos éxitos anteriores y posteriores al costoso percance que le tuvo largamente apartado de los ruedos. Pero dada la enorme trascendencia de cuanto ocurre en la primera plaza del mundo, su preciosa, templadísima, variada, inspirada, sentida y hasta sublime faena frente al quinto toro de Las Ramblas – medidísimo en las distancias y el las obligadas alturas del engaño – fue un primer cenit de su ya muy largo paso por los ruedo del orbe taurino. No fue de chocar que la casi llena plaza estallara de entusiasmo viendo lo que logró y desbordándose a la hora de pedir trofeos.


La insensibilidad de la mayoría de los presidentes de Las Ventas continúa siendo sencillamente intolerable, por negados cerrilmente a conceder el segundo trofeo al premiar las muy pocas y mejores faenas – sobre todas las de Talavante de antier y la que comentamos hoy de Ferrera – que llevamos vistas en esta feria de tan mal ganado.

No fue nada fácil conseguir lo que Antonio Ferrera supo hacer porque el quinto toro de Las Ramblas, pese a su dulce embestir, no se hubiera mantenido en pie de no haber sido tratado con tanto mimo y tanto pulso como el que desparramó el extremeño.
Casi otro tanto podemos decir por lo que respecta a los aspectos técnicos de la faena de Manuel Escribano con el sexto toro, lamentablemente cerrada con un infamante bajonazo que supongo accidental a cuenta de una instantánea y mala reacción del animal. Esta postrera labor de la tarde estuvo presidida por el gran valor que mostró el sevillano. Desde el recibo a porta gayola, su solitaria intervención con las banderillas en la que sobresalió un tercer par al quiebro por dentro apurando las distancias de modo inverosímil y la emocionante faena que arrancó con dos ajustadísimos cambios por la espalda en los medios, medió por redondos cosidos al de pecho y terminó con un largo arrimón dada la progresiva falta de energía del burel.

Fue una jornada de espadas banderilleros. Los tres alternaron en sus primeros toros y en solitario en los segundos con diversa fortuna al clavar aunque con preparaciones muy lucidas y salidas espectaculares que el público celebró, contribuyendo a hacer llevadera la corrida, en su mayoría tan floja y decepcionante durante el último tercio.


Salvo los dos toros de Padilla que fueron castigados en varas excesivamente, en los demás se simuló la suerte como viene sucediendo en la mayor parte de los que llevamos vistos. Padilla tuvo que desistir muy pronto con la muleta en el primero. Y casi otro tanto en el cuarto porque se rajó enseguida en una faena que el jerezano inició con la derecha arrodillado hasta comprobar que las porfías resultaban baldías. Nos agradó la determinación de Padilla al cortar sus trasteos a su debido tiempo sin dar lugar al aburrimiento del público ya más que harto de aguantar faenas tan largas como deslucidas y por nada interesantes.

Ferrera con su primer toro, el segundo de la tarde, lanceó en el recibo yéndose para delante hasta los medios y prescindiendo de hacer su quite – Escribano anduvo brevísimo en el suyo como debe ser en estos casos – en busca de que el animal resistiera a sabiendas de que el tercio de banderillas sería largo. Lo fue además de brillante por parte de los tres espadas. Y en esta su primera intervención con la muleta, al menos pudo anunciar en sus pasajes iniciales lo que vino después con el quinto. Calma, sentimiento, arte… brevísimamente mostrados porque el toro se vino abajo enseguida.


Manuel Escribano con el tercer toro que manseó en varas, anduvo bien con la muleta hasta que el animal fue tardeando y aplomándose progresivamente tras otra intervención de los tres espadas en banderillas, tercio en el que Escribano puso el mejor par quebrando al violín por los adentros. 

Esta vez fueron los tres matadores los que salvaron la tarde. Tres grandes y admirables héroes. Tres hombres luchadores y más que valientes que han superado por completo sus respectivos y muy costosos percances. Que Dios les siga guardando y que uno lo vea.

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