miércoles, 17 de mayo de 2017

6ª de San Isidro en Madrid. Muy valientes sin mayores aditamentos Fortes y Román en otra corrida para olvidar / por J.A. del Moral



Sobre todo por lo aburrida que fue en el conjunto de su desarrollo. Los torazos de Lagunajanda cumplieron el requisito que está dominando en la feria en cuanto a presentación – por tamaño y abundante cornamenta que no quede –, pero no por su declinante cuando no peligroso juego que fueron dando entre la vaciedad y el genio. Juan del Alamo, no se pareció a sí mismo por inexplicablemente vulgar; Saúl Jiménez Fortes derrochó valor en su tercera etapa que, por nombre y apellidos, se hace anunciar solamente con el segundo, logrando dar una vuelta al ruedo por su cuenta y protestada en su arranque; y Román anduvo firmísimo con el toro más aprovechable del envío que fue el tercero con aparatosa cogida incluida y empeñoso con el muy deslucido sexto. La premiosidad en el quehacer lidiador y los fallos a espadas fueron el denominador común en otro festejo que en su mayor parte resultó aburrido.


Muy valientes sin mayores aditamentos Fortes
 y Román en otra corrida para olvidar

J.A. del Moral · 17/05/2017.
Madrid. Plaza de Las Ventas. Martes 16 de mayo de 2017. Sexta de feria. Tarde calurosa con algo más de media entrada repartida.
Seis toros de Lagunajanda, muy bien aunque desigualmente presentados y abundantemente armados. En general deslucidos por distintas razones. El noble primero por muy débil. Por manso y progresivamente difícil el segundo. Muy protestón aunque, a ratos, manejable el tercero. Muy tardo y pronto a menos el manejable sin ninguna clase el cuarto. Cumplidor en bravo en varas hasta terminar inicuo el quinto. El sexto se paró enseguida con momentos de peligro. 

Juan de Álamo (tabaco y oro): Estocada trasera, palmas. Metisaca y estocada, silencio.
Saúl Jiménez Fortes (cobalto y oro): Estocada, petición insuficiente aunque muy ruidosa, aviso y ovación que aprovechó para dar una vuelta al ruedo por su cuenta e inicialmente protestada. Estocada y dos descabellos, aviso y silencio.
Román (marino y oro): Estocada corta tendida y diez descabellos, aviso y palmas con saludos. Pinchazo, estocada y cuatro descabellos, aviso y silencio.
Finalizado el paseíllo y sin deshacerse el desfile de cuadrillas, se guardó el tradicional minuto de silencio en memoria de la muerte de Joselito El Gallo en Talavera.
Bien en varas Pedro Iturralde. Y en banderillas, El Sirio y Raúl Martí.

La banda de música de la Plaza de Las Ventas se oye muy bien de cerca porque todos los que la integran tocan con ciencia, atención al director – ayer dos porque el que lo ha sido últimamente se jubila y otro tomó la batuta – pero casi nada de lejos. Son muy pocos los profesores que lo son en otras bandas u orquestas. Deberían doblar el número de intérpretes y, así, la banda sería muy tomada en cuenta por el público. No pocos somos partidarios de que en Las Ventas pueda volver a tocar la banda animando las grandes faenas que, en esta feria, todavía no hemos visto. La tradición de no hacerlo viene de la bronca que se desató en una corrida a poco terminar la Guerra Civil en la que actuaron famosos diestros que habían luchado en los dos bandos y al amenizar la banda al que era de derechas y no en ninguna de la faenas de los de izquierdas se armó la de San Quintín. En vista de lo cual, la Autoridad prohibió que la banda amenizara las buenas faenas y así continúa siendo, obedientes a la estúpida decisión. Que yo recuerde, la única vez que sonó la banda durante la lidia fue en la última tarde de Antonio Bienvenida en Las Ventas mientras banderilleó a uno de sus toros. Ayer y en memoria de Joselito el Gallo por cumplirse años de su muerte en Talavera, la banda amenizó dos entreactos con antañones y desconocidos pasodobles por la afición actual, en sus días dedicados a Joselito y a su fiel amigo y competidor Juan Belmonte. Lo sé porque desde esta feria ocupo delantera de palco junto al que ocupa la banda. Y en las aburridas tardes que llevamos, los que estamos cerca disfrutamos de la música y hasta intercambiamos opiniones con el director y con los profesores. A algo se tiene uno que agarrar para ir pasando con momentos de alegría las funestas corridas que estamos padeciendo. Pero pasemos a comentar los meollos de la sexta de feria aunque entrar en todos los pormenores y detalles sería insoportable para aquí firma y para mis lectores.

El valor es absolutamente fundamental en el toreo. Sin valor, no es posible torear. Incluso los más famosos e irregulares grandes artistas, también lo tuvieron, lo tienen y lo tendrán. No digamos las figuras del toreo. Pero por muy llamativo que sea el valor de los que se ven obligados a derrocharlo sin medida por carecer de otras cualidades, lo que tienen es arrojo que es una clase muy notable del valor, mientras que los verdaderos valientes son a los que no se les nota que lo tienen.
El público, en su mayoría, no lo sabe y por eso disfrutan tanto pasando miedo. En la corrida que nos ocupa comentar, este miedo, provocado por el notabilísimo valor de dos de los contendientes, fue lo más notorio del festejo. Tanto y sobre todo el malagueño Fortes como el valenciano Román tuvieron que agarrarse a su reconocida valentía en sus manifiestas intenciones de triunfar.


Fortes continúa queriendo ser alguien en el toreo a pesar de los muchos percances y gravísimas cornadas que ha sufrido y eso es su mayor y más admirable plus. El de Román es más tierno por más joven e inexperto aunque, artísticamente hablando, supera al malagueño sin pasarse. Ambos tuvieron sobradas ocasiones de demostrarlo ayer y el público se lo agradeció con aplausos y hasta pidiendo la oreja para Fortes tras matar a su primer toro al que muleteó con la montera puesta desde el arranque del trasteo de rodillas, pasando olímpicamente de los varios amagos de cogida que soportó impávido y el más milagrosamente incruento cuando resultó cogido y zarandeado al finalizar su faena con giraldillas. Fue el momento culminante de esta corrida y en el que Fortes terminó dando una vuelta al ruedo por su propia voluntad porque quien mejor sabía lo que acababa de hacer era él. Fortes continúa luchando con su destino en el plausible intento de mejorar su tosco estilo, cuestión en la que a veces vemos que progresa aunque insuficientemente.


El inagotable entusiasmo y la alegre simpatía del valenciano Román son los mayores soportes de sus ansias por llegar arriba aunando el valor con unas maneras digamos más correctas que las del siempre serio y circunspecto malagueño.

Ambos estuvieron bastante mejor frente a sus primeros toros que con los últimos llegando hasta aburrir al personal por sus prolongados y baldíos intentos de triunfar a costa de ponerse pesados cogidas incluidas. Algo común actualmente en casi todos los toreros salvo los que saben y pueden resolver los problemas en vez de cortar por lo sano y matar pronto a los toros que no muestran ninguna posibilidad de lucimiento como hacían los toreros de antes, aguantando las broncas y a la espera de mejor suerte, consiguiendo aquello que llamábamos “volcar la tortilla”.placeado espada salmantino, Juan de Álamo, de quien esperamos tanto en sus primeros años, dadas sus clásicas maneras como por cierto y felizmente hemos podido comprobar en muchas ocasiones, lo cierto y verdad es que no acaba de romper en figura pese a sus cualidades. Ayer no anduvo fino con el mejor y más noble toro aunque muy débil de la corrida, el que abrió plaza, por empeñado en torearlo como si hubiera sido fuerte. Bajando mucho la mano en sus muletazos en vez de llevarlo a media altura. Fue un toro para los que llamamos enfermeros. Su eminente paisano El Viti era modélico en esto. Como también lo fue Antonio Ordóñez, Manzanares padre y, sobre todos, Enrique Ponce.

Claro que torear a media altura no es fácil sino muy difícil porque mientras el toro pasa, lo hace pudiendo mirar al torero. Son las armas de valor y de ciencia propios de los grandes maestros del toreo.


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