sábado, 24 de junio de 2017

Colombia. Gregorio Sánchez / por Jorge Arturo Díaz Reyes


Gregorio Sánchez, en el medio inaugura la plaza de Cali

...dejó huella honda por acá. Con algo más de un año de alternativa, inauguró la plaza de Cañaveralejo y la Feria de Cali el 28 de diciembre de 1957. De verde y oro hizo el paseíllo entonces, flanqueado por Joselillo de Colombia y Joaquín Bernadó aquél caluroso sábado.


Colombia, 23/06/2017
Gregorio Sánchez, dejó huella honda por acá. Con algo más de un año de alternativa, inauguró la plaza de Cañaveralejo y la Feria de Cali el 28 de diciembre de 1957. De verde y oro hizo el paseíllo entonces, flanqueado por Joselillo de Colombia y Joaquín Bernadó aquél caluroso sábado.

Vino en total a tres temporadas caleñas, 1ª, 4ª y 5ª. Lidió nueve corridas, cortó ocho orejas e indultó un toro. El segundo, de la ganadería española Samuel Flores, el 27 de diciembre de 1960. Alternaba esa tarde con Luis Miguel Dominguín y Pepe Cáceres. Recibiendo por esa y otras faenas el trofeo Señor de los Cristales como triunfador general de aquel año.

Seis meses antes, el 19 de junio en Las Ventas, corrida del Montepío, había emulado la gran hazaña de otro Sánchez (Salvador) “Frascuelo” en la Fuente del Berro, despachando solo dicen que en 80 minutos, seis toros (vega-villar) de Barcial, cortándoles siete orejas, abriendo en segunda vez de las diez que lo hizo, la puerta grande y colocándose por encima de todos.

Su estocada última en este ruedo la ejecutó el 30 de diciembre de 1961, “corrida del toro”, alternando con Pedrés, “Joselillo”, “Chamaco”, “El Viti” y José Mª Clavel.

Torero castellano, recio, adusto y poderoso, continuador del canon de Domingo Ortega, contrastó con el muy colorido toreo de la década dorada de los sesenta fundamentándola y enriqueciéndola.

Tras su honrosa retirada, instalado como director de la Escuela Taurina de Madrid, hermanó esta con la Escuela de Cali y mantuvo las puertas abiertas para los alumnos colombianos que lo merecieran.

Maestro en toda la extensión de la palabra ejerció la enseñanza hasta los ochenta y un años, cuando se jubiló y se retiró a Galicia para, según sus familiares, irse apagando lentamente, “como una vela”. “Los viejos soldados no mueren se desvancen”, decía el general McArthur.

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