jueves, 6 de julio de 2017

Colombo impacta. ¡Gora San Fermín! / Por Paco Mora



El venezolano Colombo ha dado una dimensión de novillero cuajado, pletórico de ambición de triunfo a base de valor, conocimientos y torería. Torea bien con el capote, es un banderillero de grandes facultades y sentido estético del segundo tercio, y tiene una de las cabezas más despejadas que uno ha visto últimamente, y con la espada, un cañón.


  • ¿Ha nacido una estrella? Hay que seguir viéndolo, pero yo apostaría sin dudar demasiado.

¡Gora San Fermín!

Paco Mora
Con un entradón ha dado comienzo la feria de San Fermín, el Santo más torero de España. Y eso que era una novillada. Es Pamplona una de las pocas plazas en las que un triunfo puede servir de plataforma de lanzamiento a un novillero y hoy se han dado cita en la plaza de la capital de Navarra el valor de Javier Marín, el temple de Toñete y la torería y la majeza de Colombo. Este último ha salido en volandas con las dos orejas de su segundo toro en las manos. Que el otro se le murió de manso, que si no el lío habría sido de órdago a lo grande.

El venezolano Colombo ha dado una dimensión de novillero cuajado, pletórico de ambición de triunfo a base de valor, conocimientos y torería. Torea bien con el capote, es un banderillero de grandes facultades y sentido estético del segundo tercio, y tiene una de las cabezas más despejadas que uno ha visto últimamente, y con la espada, un cañón. Es muy joven y tiene tal desparpajo que en su manera de moverse en el ruedo me recordó mucho al Miguelín, jacarandoso, cimbreante y dueño de la escena, que nos encandiló en los años sesenta del siglo pasado. En Colombo puede haber una figura del toreo. ¿Ha nacido una estrella? Hay que seguir viéndolo, pero yo apostaría sin dudar demasiado.

El de Cintruénigo, Marín, valiente y batallador, con más suerte con la toledana habría salido en hombros porque a su primero, a base de tesón y compromiso, le quitó un apéndice auricular. Pero la espada no es su fuerte y a su segundo se la perdido por eso. En el madrileño Toñete hay un alevín de torero de exquisitas calidades. Tiene el secreto del temple, la suavidad y la armonía, y aunque de momento es un auténtico “caballero sin espada” ha dejado sembrado en la arena de la plaza pamplonica el interés por seguir su carrera de cerca.

El encierro de El Parralejo -una corrida de toros para muchas plazas de segunda-, bien presentado, con trapío y respeto por delante, y a excepción del segundo de la tarde, todos han tomado los engaños con codicia y en momentos con templanza.

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