lunes, 10 de julio de 2017

Verdad, pura verdad / por Rafael Comino Delgado

“Corrida: la muerte del torero” (1933). Museo Picasso de París.


Precisamente en el último año, mes abajo mes arriba, cinco toreros, cinco hombres que sentían el Toreo, que eran artistas y valientes, han perdido la vida como consecuencia de una cogida: los matadores de toros, El Pana, Víctor Barrio e Iván Fandiño, y los novilleros Renatto Mota, de Colombia y Ramiro Alejandro Celis, mejicano. Y han perdido la vida porque el Toreo no es un juego, es algo muy serio, muy arriesgado, hay que sentirlo muy intensamente para ponerse delante del toro, y porque en el Toreo lo que ocurre entre toro y torero es verdad, la pura verdad..

  •  “Se reconoce el alma valiente y GRANDE, sobre todo, por dos cosas: En primer lugar por el desprecio a las cosas exteriores y, en segundo lugar, por la calidad del alma, que permite realizar GRANDES ACCIONES, llenas de dificultades y fatigas, que ponen en peligro la vida”.

Verdad, pura verdad

Rafael Comino Delgado
Catedrático de la Universidad de Cádiz
El Toreo me gusta porque me gusta, porque lo siento y además porque en él encuentro más verdad que en casi todas las cosas. Lo que ocurre cuando el hombre y el toro se quedan solos en el ruedo tiene más verdad que cualquier otro espectáculo, naturalmente sin minusvalorar a ninguno.

El sentimiento torero es tan intenso, tan verdad, tan profundo, que supera al natural instinto de conservación que todos lo tenemos, y el artista acepta jugarse la vida, exponer en gravísimo riesgo su vida con tal de ponerse delante del toro y pegarle pases, expresarse. Algunos dirán, ¡pero es que el torero cobra mucho dinero por torear!; pues yo les contesto que no tanto, y que ningún hombre sería capaz de ponerse delante del toro solo por dinero si no tuviese el sentimiento torero muy enraizado, hasta lo más profundo de su ser.

En la mayoría de las ocasiones el hombre sale triunfante o, al menos, no sufre daños importantes en este ballet con la muerte, pero en otras muchas puede sufrir serias lesiones e incluso perder la vida.

Precisamente en el último año, mes abajo mes arriba, cinco toreros, cinco hombres que sentían el Toreo, que eran artistas y valientes, han perdido la vida como consecuencia de una cogida: los matadores de toros, El Pana, Víctor Barrio e Iván Fandiño, y los novilleros Renatto Mota, de Colombia y Ramiro Alejandro Celis, mejicano. Y han perdido la vida porque el Toreo no es un juego, es algo muy serio, muy arriesgado, hay que sentirlo muy intensamente para ponerse delante del toro, y porque en el Toreo lo que ocurre entre toro y torero es verdad, la pura verdad; la sangre es de verdad, las heridas son de verdad, la muerte es de verdad. Esa verdad consiste en transformar la violentísima embestida del toro en arte jugándose la vida.. ¡Díganme Vds. algo tan de verdad! 

Para ser torero hay que tener alma grande, de artista, grandeza de espíritu y ser muy valiente. Cicerón decía con razón: “Se reconoce el alma valiente y GRANDE, sobre todo, por dos cosas: En primer lugar por el desprecio a las cosas exteriores y, en segundo lugar, por la calidad del alma, que permite realizar GRANDES ACCIONES, llenas de dificultades y fatigas, que ponen en peligro la vida”.

Sin embargo cuando ocurre la muerte de un torero, desde hace unos años, se llenan las redes de comentarios crueles, delictivos, despiadados, insultantes , hechos por seres que hemos de considerar humanos porque tienen forma humana, pero su intelecto, su corazón está necrosado y podrido, de lo contrario no podrían escribir lo que escriben.

No cabe la menor duda de que los autores de tales insultos no serian capaces de hacerlos identificándose, o de igual a igual, cara a cara con el insultado. Los hacen amparados en el anonimato de las redes sociales, escondidos en sus madrigueras como las ratas. "La madriguera de los cobardes es el anonimato". Tengo total seguridad de que los autores de esos vejatorios comentarios en las redes no serian capaces de hacer la milésima parte de lo que hace un torero, simplemente porque son inferiores. Su espíritu es mezquino, incapaz de hacer algo que enriquezca al ser humano como tal.

Pero es que vivimos una época en que esos espíritus mezquinos se dedican a atacar a todo lo que signifique verdad, decencia, hombría de bien, dignidad y ética, pues saben que generalmente les sale gratis. 


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