Luego por esas cosas que tiene el mundo del toro, llegaron a donde llegaron. En un caso, por una cornada tremenda que le dejó de recuerdo un toro de Guardiola; en el otro, porque la carrera su fue desvaneciendo poco a poco. Pero eso nada quita a aquel mes de agosto apoteósico, ahora se cumplen 50 años, que vivieron en el ruedo de Madrid Santiago Castro "Luguillano" y Agustin Castellano "El Puri", en ambas salieron a hombros, el vallisoletano después de haber cortado cinco orejas, el cordobés con tres en el esportón. Y en pleno agosto fueron capaces de poner el "No hay billetes" en el último domingo del mes.
Era el domingo 6 de agosto de 1967, se acaban de cumplir 50 años. En la plaza de Las Ventas se anunciaban seis toros de los herederos de don José Infante da Cámara, para una terna que formaban Manuel Amador, Santiago Castro “Luguillano” y Agustín Castellano “El Puri”. La corrida portuguesa sorprendió por su buen juego, por su bravura. “!Qué alegría --escribía Díaz Cañabate en su crónica para ABC[1]-- la de un toro que siente bullir su sangre, que a borbotones se derrama por sus lomos como agua alumbrada por un manantial”.
“¡Alegres toros portuguesiños: que mis palabras en vuestro justo elogio vuelen a los amenos y dulces campos de Portugal y que allá, en Vale de Figueira, se difundan como campanillas repiqueteadoras de la gloria que alcanzasteis en la plaza de Madrid!”, escribió más adelante don Antonio en una crónica, que tituló precisamente “Los alegres toros portuguesiños”.
Fueron de tanta calidad las reses de Infante da Cámara que merecieron ocupar toda la portada del semanario “El Ruedo”, con el escueto título de “Toros”[2].
En las páginas interiores, “Don Antonio” explicaba: “El público --entre los que hubo algún desmayo de turistas sensible-- salió enardecido de la plaza. Y es conveniente que estas corridas dejen sentir su acción benéfica; para que los espectadores --bien penetrados de lo que es de verdad el toro de lidia-- exijan que en Madrid, siempre, siempre, se mantenga este nivel posferial”.
La revolución de Luguillano y El Puri
Con estos toros, por mejor decir: gracias a estos toros, “Luguillano” y “El Puri” dieron una grandiosa tarde, que los puso en el candelero consiguiendo ambos una docena de contratos para el resto del año. En su crónica el maestro Cañabate lo contaba así:
“Luguillano” y “El Puri” cortaron seis orejas entre los dos. A tres por barba, ya está bien. Ni seré yo el que en esta ocasión se las regatee. Son muchachos que torean poco. El domingo en Madrid torearon mucho. Torearon con toros que ni por azar --¡Oh poder de la casta pura!—doblaron ligeramente sus manos. Torearon a placer, como se torea a los toros alegres porque son toros. Torearon con valor, meritorio con un toro, grotesco con un borrego. Torearon aupados por el clamor de un público asombrado de ver toros y estimaba el toreo de los toreros en relación con la fiereza y nobleza de los toros”.
“Luguillano y “El Puri” torearon mejor --añadía-- que bastantes de los campanilleros de la propaganda. Torear no es hacer tonterías. Torear es ponerse a la altura del toro que puede con un derrote desbaratar soporte. Y a la altura de los estos estuvieron “El Puri” y “Luguillano”, que mataron con decoro. “Luguillano” al segundo de una estocada y dos descabellos y al quinto de una estocada sin puntilla. “El Puri” de una estocada al tercero y al sexto de otra”.
Tanto Luguillano como El Puri habían cortado a una oreja a sus respectivos primeros toros. Lo más grande vino en el segundo turno, según dejó narrado El Ruedo”. “Luguillano” frente a “Desleixado”, el que construyó “una faena admirable y sabia, que junto a los pases clásicos intercaló el estilo moderno --circulares, cambios, abaniqueos y adornos--, siempre con temple, siempre mandando en el toro, sumiso a la muleta”., de acuerdo con la crómica del semanario.
Por su parte, “El Puri” en el que cerraba la tarde “brindó al público y empezó su faena --muy valerosa, emocionante hasta la angustia-- con dos pases de rodillas, dando todas las ventajas a su enemigo, para seguir en series con la derecha y apartarse para citar con el cucurucho en la izquierda, para ligar una magna tanda y pasar al estilo de hoy en circulares y pasecillos de tirón y desprecio --aportación cordobesista-- girando vertical y erguido ante la embestida del dominado toro”.
En resumen, venía a decir “Don Antonio”, “tarde gozosa para los dos muchachos, para los aficionados, que vibraron gozosos y entusiasmados ante la estupenda belleza de la corrida y la gallarda actitud de los dos espadas —coincidentes en todo, hasta en venir vestidos de celeste y oro—, que supieron hacer honor a los toros portugueses”.
La repetición en un mano a mano
Visto el éxito, faltó tiempo a don Livinio Stuyck para repetir a ambos toreros en Madrid, ahora en un mano a mano, con toros de Alonso Moreno de la Cova. Aquel 27 de agosto se acabó el papel en Madrid, según ABC[3] ; “faltó un cantito así para que en las taquillas se colocará el cartelito de "No hay billetes" , en la estimación que hizo “El Ruedo”[4].
“Se llenó la plaza. Flotaba el aroma de una espléndida corrida con toros de Infante da Cámara. Y se recordaba la lucida actuación de los mismos espadas de aquel día: “Lugillano” y “El Puri”, que bien se las hubieron con los bonancibles bichos portugueses, Por eso se puso el cartel de “No hay billetes”. La expectación estaba plenamente justificada”, escribía Andrés Travesí en “ABC”, ausente Díaz Cañabate por coincidir el festejo con el final de las Corridas Generales de Bilbao[4]
Al ocasional cronista abecedario le vino a parecer excesiva la salida a hombros de ambos espadas, sobre todo por la algarabía que formaron los partidarios de los toreros. “Encajaba en una plazuela de pueblo”, escribió sobre ese momento.
Pero la corrida seleccionada para el mano a mano distó demasiado de la portuguesa de veinte días antes. Los de Moreno de la Cova “tenían casta, genio, que eran ásperos y no fáciles. Todo resultaba muy distinto de lo que sucedió hace veinte días. Eran toros para ser toreados y muy toreados. Toros que pedían castigo, pero bien dado, y que no lo tuvieron. Toros que más de uno tildará de mansos, por sus extraños tercios de varas”.
“Luguillano”, en “una labor meritoria”, le corto una oreja al 1º y otra al 5º; “El Puri”, que anduvo premioso toda la tarde con la espada, dio dos vueltas al ruedo en el 2º y perdió el posible premio en el 6 al demorarse a la hora de matar.
Un juicio más entregado suscribió Jesús Sotos en las paginas de “El Ruedo”, para quien esta segunda tarde podría definirse como de "Corazón, valentía, garra y arte."
Lo justificaba en estos términos: “El público adivinó que con estos toreros, con toreros con casta, poco o nada importaría la ganadería asignada. Se adivinó, decimos, que fuera bueno o malo lo que saliera por los chiqueros, se la iban a jugar los dos diestros. Aquí, lejos de lo publicitario, si que es verdad eso de "éxito o enfermería".
Pero luego, “sólo dos toros hicieron algo en favor de los toreros, los dos últimos de la tarde. Los otros --¡ay!-- les faltó trapío. Toros terciadillos, ásperos, incluso con malas intenciones... y con la edad cumplida, eso que tanto y tanto echamos de menos en corridas calificadas "a priori” de excepcionales”.
Acerca de la actuación del vallisoletano, Jesús Sotos proclamaba en “El Ruedo”: “ha convencido plenamente a propios y a extraños, que reclama un puesto de postín, después de esas dos matriculas de honor conseguidas ante la cátedra exigente. Luz verde para Luguillano, ese torero-torero. ¡Y qué más dan los premios conseguidos! Lo importante es su lección. Cortó una oreja a su primero y otra al último. En el tercero —un toro probón y difícil— su faena fue breve. Digamos que en el quinto de la tarde, la faena de Santiago Castro debió de tener como premio dos orejas, pedidas con insistencia. Se negó la presidencia --¿por qué si hubo sobrados méritos para cosechar tales trofeos? ¿O es qué no tiene mérito lidiar como Dios manda a un toro hecho, cosa que de tarde en tarde advertimos en las mismísimas corridas isidriles?-- y hubo bronca postinera y razonada para los del primer palco. Luguillano se vio obligado así a dar tres vueltas al ruedo... y más porque no quiso”.
Y a propósito del torero de Bujalance (Córdoba), opina que “otra vez ha vuelto a triunfar Agustín Castellanos "Puri". Repetimos: ¡Qué más da que en esta ocasión no pudiera cortar ni un solo apéndice! Lo realmente importante --lo que debe de importar, claro-- es que está en un momento interesante y a punto. Es valiente a carta cabal y en posesión suya son las bien llamadas artes toreras. Sabe el oficio y a él se entrega con estilo vistoso y descomunal garra. Pudo el domingo alzarse con el éxito orejeril, repetimos (vale esto sólo para una publicidad "in extracto" de agencia informativa), pero le falló en exceso el manejo de espada y verduguillo”.
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[1] Antonio Díaz Cañabate. ”Los alegres toros portuguesiños”. ABC, 8 de agosto de 1967, Pág. 53
[2] El Ruedo, número 1207, de 8 de agosto de 1967. En su pág. 12 se incluye la crónica de “Don Antonio”, con el título “El brindis a don Livinio”.
[3] Andrés Travesí. “Como en una plazuela”. ABC, 29 de agosto de 1967, pág. 53
[4] Jesús Sotos. “Luguillano y El Puri. ¡Dos toreros.” El Ruedo, nº 1210, de 29 de agosto de 1967.
[5] Aquel 27 de agosto de 1967, en la última de las Corridas Generales de Bilbao, con la plaza casi llena, se lidiaron 5 toros de Eduardo Miura y un sobrero de Antonio Pérez (7º bis), para Andrés Vázquez (silencio y silencio), Efrain Girón (una oreja y vuelta al ruedo) y Manuel Amador (palmas y tres avisos); con un toro de Lisardo Sánchez, por delante actuó el rejoneador Rafael Peralta (vuelta al ruedo)
Nota de documentación:
Santiago Castro Sanz “Luguillano” es natural de Mojados (Valladolid), donde nació el 16 de diciembre de 1943. Tras una carrera brillante como novillero, tomó la alternativa en Castellón el 2 de agosto de 1964, de manos Antonio Bienvenida y con César Girón de testigo. Se retiró definitivamente de los ruedos en la plaza de Barcelona en 1969, como consecuencia de las secuelas que le quedaron de una cornada muy grave que le infirió unos meses antes un toro de Guardiola. En su haber cuenta con tres salidas por la Puerta Grande de Madrid como matador de toros y cinco como novillero.
Agustín Castellanos “El Puri” nació en Bujalance (Cordoba), el 11 de noviembre de 1944. Debutó en los ruedos en la plaza de Ronda, en compañía de Gabriel de la Haba “Zurito”, el 10 de julio de 1960. Como novillero se presentó en Madrid el 15 de septiembre de 1963. Su alternativa tuvo lugar en Córdoba, siendo padrino “El Cordobés” y testigo Manuel Cano “El Pireo”, con toros de Carlos Núñez. La confirmación en Madrid tuvo lugar el 18 de julio de 1966, con Palmeño y Jerezano, ante toros de Murteira Grave. En 1969 se retiró, para en 1971 pasar a engrosa la cuadrilla de Antonio José Galán. En una última reaparición, concluyó su carrera como matador de toros en Córdoba, en 1975, en un cartel que completaban Fernando Tortosa y “El Hencho”, con toros de Clemente Tassara; por delante actuó el rejoneador Fermín Bohorquez.