viernes, 22 de septiembre de 2017

Recordando a Quito. Sin Feria no hay Fiesta



No cabe duda que desde que, en mala hora, se mutiló la fiesta brava en la capital, sus fiestas son mucho menos alegres, menos bulliciosas, menos “fiestas”. 

Y todo se debe a que la Plaza de Toros Quito, era el inicio de la fiesta. Era en la plaza, en sus tenderetes exteriores, entre toro y toro; donde la gente se organizaba para continuar la fiesta en la noche.

Desde que no hay toros en integridad, es como si el ansia de diversión se hubiese quedado guardada en los graderíos vacíos de Iñaquito.


EN QUITO, SIN TOROS… ¡NO HAY FIESTAS!


María Zaldumbide
Ecuador /
 Publicado 22/11/2014
Fotografías: La LomaA nadie extrañó en Quito que el, (gracias a Dios) ex alcalde de Quito, Augusto Barrera; permitiera que el Poder Central se atribuyera el derecho de consultar asuntos de exclusiva competencia de las Alcaldías y en justicia, debemos decir en su descargo, que fueron muchos los “borregos” afines al Ejecutivo, que se dejaron mandar. 

En aquel entonces, la gran mayoría de alcaldías del país, estaban en manos del partido de gobierno, lo que explica que los alcaldes no protestaran por la intromisión del poder central en asuntos de exclusiva jurisdicción 


Desgraciadamente, tampoco sorprendió que, en una reunión convocada por el Ilustre Municipio de Quito a la prensa; un abogado de la entidad municipal reconociera a quién suscribe, que la pregunta que eliminó los toros en integridad en Quito y otras ciudades; era “anticonstitucional” ni que, a pesar y en contra de esa seguridad legal, el ex alcalde, no moviera un dedo para evitar ese atentado contra las tradiciones, la afición, los toreros que tan poco toreaban ya, los ganaderos y todo lo que les envuelve, los mercaderes formales e informales que, hacían su “Agosto” en Diciembre, etc.

Hoy, preside la alcaldía un nuevo burgomaestre, un hombre joven, con ideas aparentemente claras, un hombre capaz de parar en plena calle, un vehículo municipal que incumplía normas viales; lo que muestra al menos, liderazgo en el Municipio.

Ahora que, basándonos en unas declaraciones hechas por el actual Alcalde en Youtube, su posición hacia los toros no es del todo beneficiosa y que quede claro que, como taurinos y personas, lo respetamos; todos somos libres de pensar y gustar lo que más nos plazca, (o deberíamos serlo). Pero, más allá de sus gustos personales, existe una realidad que no podrá negar y es que, en Quito: sin toros, ¡no hay fiestas!. 


No cabe duda que desde que, en mala hora, se mutiló la fiesta brava en la capital, sus fiestas son mucho menos alegres, menos bulliciosas, menos “fiestas”. 

Y todo se debe a que la Plaza de Toros Quito, era el inicio de la fiesta. Era en la plaza, en sus tenderetes exteriores, entre toro y toro; donde la gente se organizaba para continuar la fiesta en la noche.

Desde que no hay toros en integridad, es como si el ansia de diversión se hubiese quedado guardada en los graderíos vacíos de Iñaquito.

Al contrario de lo que pueda parecer, la limitación de la Fiesta Brava, no solo afecta a los taurinos, errónea y tendenciosamente motejados como “pelucones”, lo que en lenguaje gubernamental ecuatoriano significa, “de alta clase”.

Una corrida de toros envuelve a mucha gente que no se ve, porque no se limita a los toreros, cuadrillas y público. 

Las ganaderías tienen muchos trabajadores, a los que hay que sumar veterinarios y los transportistas que se encargan de llevar el ganado de las fincas a la plaza.

En la plaza trabajan areneros, mulilleros, acomodadores, taquilleros, personal de oficina, personal de limpieza, jardineros.

Los toreros llevan sus cuadrillas o, si son extranjeros contratan cuadrillas ecuatorianas. Aquellos que vienen de fuera son alojados en hoteles que contratan fuerza laboral ecuatoriana.

Y, alrededor de la fiesta, de la Feria Jesús del Gran Poder se movían un sin fin de negocios que, en muchos casos solventaban la vida de sus familias por varios meses.


Revendedores, vendedores de: sombreros, paraguas o plásticos, asientos, las irremplazables “empanadas de morocho”, refrescos, aguas, golosinas; esto para mencionar la gente humilde que sobrevivía gracias a los toros, de manera indirecta.

También habían restaurantes de nivel alto que ofrecían sus productos a aquellos que podían pagarlos y luego, todos los bares, restaurantes, discotecas, locales de fiesta que terminaban siendo el último refugio de los fiesteros quiteños.

Sería interesante que se realizara un cálculo del impacto económico que ha representado la ausencia de la feria Quiteña para todos los sectores mencionados y ante todo y por sobre todo, el Alcalde Rodas debe calcular cuánto ha dejado de percibir la alcaldía por concepto de impuestos, no solo de la plaza en sí si no de todo lo que movía.

Quizá así comprenda que no solo estaría defendiendo una tradición centenaria, no solo estaría defendiendo puestos de trabajo de quiteños que, constitucionalmente tienen derecho a tenerlo, no solo estaría defendiendo el “libre albedrío” de la ciudad que un día fue LUZ DE AMERICA; también estaría defendiendo ingentes ingresos para su municipio.

















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