Pocos inventos se pueden hacer con algo que se sustenta en el toro y nada más que en el toro. La música, la estética, las posturas, la propaganda, el famoseo… no pueden sustituir al que genera la emoción, el toro, que se traduce en espectáculo, con más o menos arte después.
España / Septiembre 2017
La temporada 2017 continúa su marcha tras haber pasado el siempre apretado mes de agosto. Pero ya no es igual.
Ya no es lo mismo que en el pasado siglo, incluso no es igual que hace una docena de años. Darse se dan muchos festejos, más que en ningún otro mes, pero ya nada es igual.
Recuerdan cuando no había día que no se celebrara una o varias corridas de toros, pues en este pasado agosto se han dado días sin ninguna. También se acordarán de que hubo toreros, más de uno, que torearon los treinta y un días seguidos. Es más, había días que hacían doblete, pues no se ha dado el caso ahora.
Posiblemente fueran épocas de vacas gordas y ahora sea de vacas flacas o, simplemente, ahora ya no existe el interés ni por las vacas ni por los toros. Puede que a alguien le resulte derrotista esta aseveración, pero lo que no va a poder hacer es desmontarlo.
El castillo se desmorona, cual castillo de naipes, y es que se sostiene casi con la misma fragilidad. Mirar para otro lado tiene estas cosas que, ‘crisoles’ al margen, parecen no tener solución.
Pocos inventos se pueden hacer con algo que se sustenta en el toro y nada más que en el toro. La música, la estética, las posturas, la propaganda, el famoseo… no pueden sustituir al que genera la emoción, el toro, que se traduce en espectáculo, con más o menos arte después.
La marcha de Morante es un mal síntoma. El simple hecho de quejarse por el cómo son los toros es la prueba de que los toreros lo quieren a modo. Es decir, para expresarse casi sin él. La Picassiana puso el acento en ello, precisan de un toro borreguil que siga las telas a su antojo, no a cómo se le antoje al toro, que es al que hay que dominar. Es mucho más difícil, por supuesto, pero es lo que crea, de verdad, emoción y hace que la gente acuda.
Posiblemente prefieran un ballet previamente ensayado y quizá lleven razón los que lo prefieran, pero hay que advertirles que a esos espectáculos solo acuden un par de miles de personas, como mucho, por actuación. Si pretenden llenar plazas por encima de los diez mil, habrá que ofrecer otro espectáculo que no sea solo ballet.
Ya no es igual, y por lo que se adivina de las intenciones de los que manejan esto, no lo será nunca. En nada.
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