miércoles, 18 de octubre de 2017

Ahí empezó tod / por Paco Delgado



Y esta última algarada, más grave por que han roto el orden constitucional y jurídico, quebrantado unas leyes que juraron y creado una situación de muy seria alteración de nuestra democracia, tiene su origen y punto de partida, como atinadamente apunta mi colega y amiga Ana Pedrero, con la prohibición de las corridas de toros. Una prohibición que se ha demostrado contraria a las leyes, puesto que el Parlamento catalán no tiene competencia para ello.


Ahí empezó todo

Sigue revuelto, enrevesado y muy difícil el asunto catalán. El llamado prusés sigue dando quebraderos de cabeza y muchas preocupaciones no sólo a los tolondros que lo han movido -no se sabe con qué objeto, o no se ha dicho- y que han abierto una caja de Pandora que ahora parece muy difícil de cerrar.

Toda esta movida viene de tres siglos atrás, cuando la nobleza y aristocracia catalana pierden sus fueros al ser derrotadas las tropas que defendían la opción al trono del Archiduque Carlos de Austria por las huestes de los defensores de Felipe V de Borbón, en la guerra que se desencadenó para elegir sucesor a la Corona de España que dejó sin heredero Carlos II. Los catalanes defendieron la causa que acabó siendo perdedora y sus privilegios -los de los nobles y poderosos, no se olvide, el resto no tenían hasta entonces derechos…- se esfumaron. Una excusa que desde aquellos ya lejanos días han utilizado para reclamar reparaciones y prebendas y que se vuelve a esgrimir tras los desastres del final del siglo XIX y las pérdidas de las colonias españolas… en las que los empresarios catalanes tenían grandes inversiones e intereses y cuya desaparición les provoca una grave crisis económica que, de nuevo, buscan remediar echando a la gente a la calle pidiendo pasta y privilegios al Estado so pena de hacerse independientes… Privilegios que tras la Transición se vuelven a pedir -y a conceder- a cambio de votos y no armar jaleo. Pero la última crisis económica, y los desmanes de algunos partidos políticos y listos a título particular, a quien se les ha pillado con la mano en la caja, hace que, con los antisistema y radicales como infantería y por delante, vuelvan a dar la murga con su separación de un país al que han pertenecido desde siempre.

Y esta última algarada, más grave por que han roto el orden constitucional y jurídico, quebrantado unas leyes que juraron y creado una situación de muy seria alteración de nuestra democracia, tiene su origen y punto de partida, como atinadamente apunta mi colega y amiga Ana Pedrero, con la prohibición de las corridas de toros. Una prohibición que se ha demostrado contraria a las leyes, puesto que el Parlamento catalán no tiene competencia para ello. Y sin embargo, y a sabiendas de que era ilegal, nadie dijo nada hasta mucho tiempo después, cuando el daño ya estaba hecho y era irreparable. Aunque ellos sí sabían lo que hacían, eliminando algo que recordaba siempre a España y que, de esta forma, les hacía parecer más otra cosa.

Se forzaba así la suerte eliminando uno de los más claros de identidad de lo español, en conjunto pero también en particular, puesto que la fiesta de los toros -la fiesta nacional, como debe llamarse y aquí ya se ha explicado que esta denominación viene de mediados del siglo XIX y tiene su origen en Valencia y en uno de sus más grandes alcaldes, don José Campo, Marqués de Campo- ha tenido, y tiene, si bien larvado, un fortísimo arraigo en la ciudad condal y en toda Cataluña, de donde tantos toreros han salido, donde tantas plazas hubo y donde tan gran y buena afición existió y hoy subsiste con al esperanza de que acabe pronto este ciclo tan negativo.

No parece fácil, y esa cuerda que se han puesto al cuello quienes promueven esta independencia chusca no augura nada bueno, pero sirve, aunque sea triste consuelo, para recordar y reforzar el importante papel que la fiesta nacional tiene en nuestro país, al que, desde luego, pertenece Cataluña, cuya gente no merece todo lo que le están haciendo.

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