Gonzalo Caballero salió a hombros envuelto en la bandera de España. Avalado, bajo la lluvia de orejas, por su verdad y su generosidad.
Dos Maserati presidían el ruedo antes del paseíllo. La legendaria marca patrocinaba el gesto. Como en los viejos tiempos sin complejo. Gonzalo Caballero, que devolvió a la Tauromaquia todo ese caché perdido, paseó el ruedo de Torrejón dispuesto a enfrentar el mayor reto profesional de su incipiente carrera: matar seis toros en solitario a beneficio de la investigación contra el cáncer infantil a través de la Fundación Aladina.
La presentida clase del toro de La Palmosilla, que explosionó en un torero inicio de faena, fue un espejismo. Encajado y descalzo, Caballero le barrió el lomo con gusto desde las rayas del tercio hasta la boca de riego. Donde decayó la embestida. El madrileño corrió la mano con corrección en su búsqueda del toreo clásico. La condición de la embestida a su aire deslució los muletazos. Tras los doblones de cierre, Caballero se dejó ir tras el estoque en un volapié soberbio. El cañonazo fulminante desató la pañolada. Cayeron las dos orejas.
El capote de Gonzalo Caballero voló grácil en las verónicas de saludo al cornicorto segundo. Un estaruario inverosímil como telonero de la meritoria obra. La embestida, desentendida de salida, la fijó Caballero en una encajada tanda de naturales. Por el derecho, suplió la falta de humillación del jandilla con la receta de la profundidad. Siempre cruzado al pitón contrario para llevarse el toro hasta detrás de la cadera. Ya sin gasolina l el de Jandilla, GC dibujó una tanda de naturales diestros que alumbró dos cambios de mano de suprema clase. Las ajustadas manoletinas hicieron de epílogo antes de que el estoque volara delantero. Un certero golpe de cruceta le puso la oreja en la mano.
Hizo tercero flojo toro de Bohórquez. Caballero, que buscó siempre la colocación, meció su trémula embestida en la media altura. Con el manso ya repuchado en tablas, se metió entre los pitones bajo los oles de la parroquia. La espada atascada enfrió los ánimos antes de que la banda firmara lo más emocionante del capítulo: el Himno Nacional puso la plaza en pie.
El colorado cuarto, de Fernando Peña, que destacó entre la negritud del sexteto, también sobresaldría, a la postre, por su notable calidad. Caballero se gustó en las verónicas genuflexas. Y se lo pasó cerca en el quite de Chicuelo. El explosivo inicio de rodillas prologó una de las obras más maduras del madrileño. Atalonado y encajado, GC acompañó con la cintura la embestida preñada de clase en frondosas tandas por el derecho. Enfrotilado, con toda su verdad, cerró la faena con un soberbio ramillete de naturales. El volapié fue un alarde de pureza. Las dos orejas, un justo premio. No tanto la vuelta al ruedo para el gran toro de Fernando Peña.
El quinto, un parladé atacado de kilos, llegó a la muleta parado y sin humillar. Caballero pisó el terrero que mandan los cánones y tragó con gallardía. Sin más opción que la de volver a poner sobre el tapete su concepto del toreo. Tras la estocada baja, pasó un quinario para descabellar al toro, que nunca descolgó. Un derrote certero, que catapultó a Caballero por los aires, recordó la cornada de Pamplona. Bajo la taleguilla hecha jirones de su sempiterno blanco y plata, la piel intacta del torero revelaba que la suerte había jugado a su favor esta tarde.
Cerró el sexteto un toro de Fermín Bohórquez, tocadito de pitones, que persiguió la franela de Caballero con engañosa movilidad. La embestida rebrincada y los finales desentendidos emborronaron el buen hacer de Caballero. Como la espada errante, que tampoco ayudó.
Gonzalo Caballero salió a hombros envuelto en la bandera de España. Avalado, bajo la lluvia de orejas, por su verdad y su generosidad.
FICHA
Plaza de toros de Torrejón de Ardoz. Sábado, 7 de octubre de 2017. Corrida benéfica. Media entrada.
Toros, por orden de lidia, de La Palmosilla, deslucido; Jandilla, noble y sin humillar; Fermin Bohorquez (3º y 6º) mortecino el 3º y de dudosa movilidad el 6º; Fernando Peña, de notable calidad, premiado con la vuelta en el arrastre; y Parladé, manso y reservón.
Gonzalo Caballero, de blanco y plata. Estocada (dos orejas). En el segundo, media estocada delantera y un descabello (una oreja). En el tercero, un pinchazo, media estocada delantera y caída y un descabello. Aviso (palmas). En el cuarto, estocada caída. Aviso (dos orejas). En el quinto, pinchazo, estocada caída y 8 descabellos. Aviso (ovación). En el sexto, cuatro pinchazos, estocada y dos descabellos. Aviso (gran ovación de despedida).
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