La sensatez de Zidane es inalcanzable e indescifrable para aquellos que no comprenden la esencia antropófaga del Real Madrid, e incluso su permanente sonrisa empieza ya a molestar. Salvo, claro, que gane La Decimotercera, en cuyo caso habrá que "aguantarle" otros seis meses más. Pero si eso sucede... será por la flor de Zidane.
La insoportable imperturbabilidad de monsieur Zidane
No es que hoy, a dieciséis puntos del Barça en la Liga, Zinedine Zidane tenga claro que no va a estar diez años dirigiendo al Real Madrid. Eso es lo que dice en la entrevista que France Football acaba de hacerle con motivo de su premio como mejor entrenador francés del año 2017: "Sé que no me quedaré diez años". Es que eso mismo lo lleva repitiendo Zizou desde que llegó al banquillo madridista hace ahora dos años. Zidane siempre ha tenido claro que el club blanco es resultadista, que la afición madridista no tiene memoria y que si no ganas... lo más probable es que al presidente, al actual y a cualquier otro, no le quede más remedio que ponerte de patitas en la calle. Si aún ganándolo todo se ha cuestionado a Zidane, ¿cómo no van a revolverse contra él ahora que las cosas no funcionan y el fútbol brilla por su ausencia? El circo reclama carne nueva.
Una cosa es que Zidane haya tenido siempre claro que no va a estar diez años en el Real Madrid y otra muy distinta es que haya dicho que sólo le quedan seis meses. No es así, no lo ha dicho.
Digo esto porque, a raíz precisamente de su entrevista francesa, ayer se jugó malintencionadamente con una frase del entrenador del Real Madrid para sugerir que ya tenía asumido que la actual sería su última temporada como responsable de la primera plantilla blanca. Y eso es mentira. Lo que dice Zidane es, textualmente, lo siguiente: "Si me quedan diez días aquí, bueno, vive esos diez días a tope; si son seis meses, vive esos seis meses a tope". ¿Por qué hubo quien jugó ayer con los seis meses y obvió la frase referida a los diez días?... Fácil: porque quedan seis meses para que acabe el curso futbolístico y ese período de tiempo encajaba con sus deseos, que no con la realidad de los hechos.
Zidane ama al Real Madrid y es uno de sus mejores embajadores por el mundo. Y, más allá de los resultados, que hasta ahora han sido extraordinarios, es una bendición para el club. Zidane ama a este Real Madrid complejo y autodestructivo porque lo conoce, y como lo conoce lo comprende, de ahí precisamente que tenga asumido desde el primer día que su simpatía o su conocimiento dependerán única y exclusivamente de que a Cristiano le entre la pelotita entre los tres palitos, de ahí también que defienda a sus jugadores y quiera protegerlos por encima de todas las cosas. Sabe por ejemplo que nada más llegar como jugador se propusieron debates falsarios sobre si ralentizaba el juego del equipo. Conoce mejor que nadie, porque lo sufrió como futbolista, que el objetivo de muchísima gente es el de complicar lo máximo que pueda su estancia en el club.
Zidane, que probablemente haya sido uno de los mejores diez futbolistas del último medio siglo, fue pitado en el estadio Santiago Bernabéu, y su gesto de retirarse (sin cobrar) un año antes de lo estipulado porque se negaba en redondo a seguir arrastrándose por los terrenos de juego, tampoco fue excesivamente destacado en su día. Zidane, que ha batido records, es una bendición justamente porque no pretendía batirlos y porque disfruta con el día a día, que es lo único que va a tener asegurado en una institución que no resiste su propia imagen reflejada en el espejo. La sensatez de Zidane es inalcanzable e indescifrable para aquellos que no comprenden la esencia antropófaga del Real Madrid, e incluso su permanente sonrisa empieza ya a molestar. Salvo, claro, que gane La Decimotercera, en cuyo caso habrá que "aguantarle" otros seis meses más. Pero si eso sucede... será por la flor de Zidane.
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