jueves, 1 de febrero de 2018

Carmen de Piñar / por Francisco Torres



La noticia, no por presentida ha dejado de ser menos triste: Carmen Gutiérrez, llamada por su marido, por su compañero, por su camarada, por Blas Piñar, se ha marchado a formar parte de la guardia eterna. Carmen ha sido durante una vida la letra pequeña de Blas Piñar.

Carmen de Piñar

Quedan siempre muchas huellas perdidas que el tiempo suele acabar borrando, personas que escriben la letra pequeña de otros, que se diluyen en las páginas de la Historia. A veces no se repara en ellas o no se les presta la necesaria atención, pero sin ellas, probablemente, los renglones aparentemente inescrutables de Dios no se hubieran podido trazar.

Esta ha sido mi primera reflexión cuando un amigo me llamaba a primera hora de esta mañana consciente de que no suelo mirar los mensajes de la red. Al instante me imaginé lo que era tan urgente. Curiosamente la misma llamada que hace cuatro años, prácticamente el mismo día, recibía. El recuerdo me ha llevado a la segunda reflexión: Dios ha querido que dos seres acostumbrado a caminar juntos se volvieran a unir prácticamente en el mismo día. Pasearon durante años desafiando la dictadura de lo conveniente, y no es extraño que la Providencia quisiera que coincidieran en la última fecha terrenal Carmen y Blas. No me cabe duda de que desde lo alto Blas le tendió otra vez la mano para que le acompañara en el camino hacia la eternidad. Para llevarla a esa rivera del camino en la que él estaba esperándola.

Escribo estas líneas por devoción y por obligación moral; porque es necesario en las horas tristes dejar y compartir el testimonio. Lo hago porque Carmen y Blas fueron mis amigos, mis camaradas; porque como me decía Carmen yo soy, y me vanaglorió de ello, uno de los amigos, de los leales de siempre. Por ello, hoy no podían faltar mis palabras en pobre representación de su otra familia, la de quienes durante años estuvimos políticamente a su lado.

La noticia, no por presentida ha dejado de ser menos triste: Carmen Gutiérrez, llamada por su marido, por su compañero, por su camarada, por Blas Piñar, se ha marchado a formar parte de la guardia eterna. Carmen ha sido durante una vida la letra pequeña de Blas Piñar. Yo la recuerdo siempre a su lado en ese peregrinar que el fundador de Fuerza Nueva realizó durante décadas por España. Muchas veces he estado a su lado, siendo muy joven y menos joven, cuando las multitudes estrujaban a Blas y ella iba como podía por detrás. Tan discreta que en alguna ocasión el servicio de seguridad no la dejaba pasar a la tribuna hasta que alguien acababa aclarando quién era. Carmen sentía devoción por Blas y poco más se puede decir, le cuidaba y lo mimaba; Blas sentía adoración por Carmen. Blas no pudiera haber sido Blas Piñar sin ella. Pocos pueden entender los sacrificios familiares que supuso una lucha política a la que ambos estaban entregados. Recuerdo que uno de sus nietos me contó cómo, poco antes de fallecer, seguro que con esa conciencia de que llegaba el final, Blas estuvo aquella tarde de la mano de Carmen para decirse un hasta pronto.

Carmen era una mujer de Fe -lo sigo escribiendo con mayúscula-. Podría mencionar muchas cosas, quizás, como muestra, su labor para la difusión de la devoción a la Divina Misericordia y la obra de Sor Faustina.

Carmen fue siempre una militante de primera fila, algo que muchos ignoraron durante años. Coincidió con Blas en el mitin de José Antonio en Toledo en el Cine Moderno en 1935; los padres de ambos, militares, defenderían el Alcázar frente al Ejército Rojo. Carmen era una de las primeras afiliadas a la Sección Femenina -más tarde la condecoraría Pilar Primo de Rivera-; también estaba afiliado a la Falange su hermano José. 

Mientras muchos amigos y camaradas estaban encerrados defendiendo el Alcázar, en la provincia se desató la caza del falangista. Fue asesinada una de las militantes, Carmen Miedes (mataron también a su padre y a dos hermanos) y más tarde Sagrario Muro, delegada de la SF. Pero lo más doloroso para Carmen era recordar el asesinato con Luis Moscaró de su hermano José. Era joven, acababa de terminar la carrera de de Ciencia y estaba haciendo un doctorado en Química. Afiliado a la Falange estaba de vacaciones en Toledo, fue detenido y asesinado el 23 de agosto de 1936.

Carmen, la letra pequeña de Blas, era para muchos de los que la tratamos, políticamente, el complemento necesario. Blas siempre fue un claro ejemplo de la ardorosa ingenuidad ante todo el que se presentaba como camarada. Carmen tenía una capacidad innata para percibir cómo eran los que se aproximaban a Blas y vivió con dolor algunas de las miserias que parecen inseparables de los partidos políticos.

Yo la recuerdo siempre afable. Era muy fácil hablar con ella. Cuando más coincidimos fue en los años posteriores a la desaparición de FN como partido político. Conocía muy bien la política española, le dolía la situación de la Iglesia, el humo de Satanás. Cuando nos encontrábamos en algún acto hablábamos mientras que tenía que aguardar a que “papá”, Blas, terminara con las firmas, fotos y abrazos. Me quedan muchas notas de aquellas charlas y de su preocupación cuando Blas a pesar de su enfermedad se mostraba insensible ante el agotamiento.

Carmen se ha ido apagando para volver a la luz al lado de Blas Piñar. Dejemos cinco rosas y susurremos un ¡Presente!

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