sábado, 10 de marzo de 2018

Cuando el tieso triunfa y sigue tieso / por Carlos Bueno



No volver a anunciar en una feria a los triunfadores de la edición anterior, en especial cuando se trata de novilleros, es insensible e injusto con el torero, con la tauromaquia y con la afición. El triunfo debe tener premio, si no ¿de qué vale triunfar?


Cuando el tieso triunfa y sigue tieso

“Soy un tieso. Mi madre vende en una parada del mercado y mi padre es transportista”. Lo contó Diego Carretero el pasado sábado en la entrega de premios de la Federación Taurina Valenciana, donde el de Hellín recogía el trofeo al novillero más sobresaliente de la temporada 2017 en la provincia de Valencia. Unas fechas antes la Diputación también le entregó el de triunfador de la última Feria de Fallas, galardones que no han sido suficientes para que el albaceteño haya sido tenido en cuenta y anunciado en el ciclo de este año.

Carretero explicó que cuando se es un tieso hay que aprovechar todas las oportunidades que se ofrecen porque no hay pasta para invertir en preparación ni tiempo que perder, y que cuando uno las aprovecha y triunfa sólo espera que, al menos, se le vuelva a contratar. El muchacho estaba dolido, abatido. Traté de reconfortarle explicando que situaciones así lamentablemente suceden a menudo y que la suya no es la única ausencia del serial josefino. “No volvió Andy Cartagena el año pasado, ni Juan del Álamo, que triunfaron en 2016. Tampoco están en esta ocasión El Juli o Diego Ventura, máximas figuras del toreo”, le recordé. Pero nada le consolaba, al contrario, mis argumentos parecían incomodarle aún más.

 “¿No querrás comparar su situación con la mía? Ellos están consagrados y tienen contratos por decenas. Yo soy un novillero que no tengo ni lo que me he ganado”, sentenció. “¡Qué lástima!”, exclamó alguien. Pero no es cuestión de lástima sino de injusticia.

No es nada nuevo que el triunfador de una feria se quede fuera de ella al año siguiente, a veces a causa de desavenencias en la contratación, cuando una parte pretende subir el caché y la otra intenta que se mantenga, y otras simplemente por desinterés empresarial. Sea como fuere, el aficionado se queda sin ver de nuevo a quien le había emocionado. La circunstancia es especialmente dolorosa cuando, como explicaba Carretero, se trata de novilleros. Cuando un chaval se deja la vida por conseguir su sueño y además triunfa sobre el albero, sólo debería caber una respuesta: una nueva contratación.

Hay diestros a los que sorprendentemente les dan una oportunidad tras otra sin que su toreo acabe de dejar huella, normalmente porque tienen respaldos influyentes o porque no están tiesos. No es lo más justo, como, por supuesto, tampoco lo es apartar a quienes han hecho méritos para seguir toreando, en especial cuando se trata de jóvenes que empiezan y no cuentan con apoyos importantes.

El triunfo debe tener premio, lo contrario es ser insensible e injusto con el torero, con la tauromaquia y con la afición. Es más ¿de qué vale, si no, triunfar?

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