miércoles, 14 de marzo de 2018

De pronunciamientos y encerronas (y II) / por A. R. del Moral




Concluimos este especial dedicado a los toreros que se han encerrado en solitario en la plaza de toros de la Maestranza dando un cumplido repaso a los que han afrontado el difícil reto en el último cuarto de siglo


De pronunciamientos y encerronas (y II)

A. R. del Moral 
Sevilla, 13/03/2018
La historia de estos gestos, tantas veces convertidos en encerronas, había quedado varada en la primera entrega por la bisagra de los 90, dejando en el horizonte aquel año de los prodigios –el mitificado 92– que en lo taurino arrojó un amplio reguero de festejos, discretos resultados y dos toreros de plata –Manolo Montoliú y Ramón Soto Vargas– trágicamente caídos en el mismísimo ruedo de la Maestranza. La plaza de toros ya había celebrado un buen número de festejos de todo pelaje cuando Martín Pareja Obregón asumió el reto de encerrarse en solitario sin demasiados argumentos. Fue en la víspera de la Virgen de los Reyes pero el gesto pasó sin pena ni gloria.

Fernando Cepeda, que ya había afrontado el difícil empeño el 12 de octubre de 1989, volvería a intentarlo el primero de octubre de 1994 a beneficio de Manos Unidas. Quedaron los detalles de su incuestionable calidad pero siguió resistiéndose el gran triunfo que necesitaba en un momento de reafirmación profesional. En 1995 hay que anotar el empeño de Manuel Díaz El Cordobés, que cortó una discretita oreja en una extraña corrida de la prensa celebrada el día de San Fernando. No faltó, cuentan las crónicas, «un ambiente verbenero y hasta cante y baile en el tendido».

En el 96 no le quedaron ganas a ningún coletudo de afrontar el reto. Y el siguiente año, a priori, tampoco. Pero las circunstancias se iban a aliar para acabar cocinando una de las tardes más triunfales de Pepín Liria –reaparecido con éxito el pasado sábado en Illescas– en la plaza de la Maestranza. El valeroso diestro murciano se había anunciado para estoquear la corrida de Sánchez Ibargüen –mano a mano con El Tato– en el sábado de farolillos de aquel 97. El gesto venía precedido de los éxitos precedentes, protagonizados por esos mismos matadores y lidiando los mismos toros. Pero la lluvia frustró el acontecimiento. Liria no lo dudó y decidió anunciarse en solitario con los seis que se habían quedado en los chiqueros. El gesto se programó para la tarde del primero de mayo y a beneficio de la recurrente Asociación de la Prensa. La tarde fue más épica que lírica y se convirtió en una batalla campal que el valeroso diestro murciano resolvió heroicamente, con la ropa destrozada –un terno grana y oro– y saliendo a hombros por la Puerta del Príncipe.

Las cosas le iban a salir mucho peor a Joselito en 1998. La encerrona, prevista para la feria de San Miguel, se había anunciado muchos meses antes en coincidencia con la presentación de los carteles del abono sevillano. Cuando llegó el momento de dar el paso adelante el torero no estaba y el gesto había perdido vigencia. Joselito, que se vistió de blanco y plata, resolvió entre silencios y una postrera bronca aquel empeño que había revelado su falta de sentido y oportunidad. Los toros fueron arrastrados sin pena ni gloria. Al tocar a muerte para el sexto, del hierro de Zalduendo, sacó al tercio a su padre y apoderado, Enrique Martín Arranz, que recibió el brindis de su hijo adoptivo. Entonces no se supo pero después se conoció el motivo de aquel monterazo. El diestro madrileño le estaba diciendo que se quitaba. No fue a Zaragoza aquel año –estaba anunciado dos tardes– ni tampoco actuó en las dos siguientes temporadas.

Dicen que nadie escarmienta en cabeza ajena. Víctor Puerto cometió el mismo pecado que Joselito al anunciar su gesto en febrero sin saber cómo serían los condicionantes que le acompañarían en septiembre de 2002. El diestro manchego se había animado a anunciarse en solitario después de su gran tarde del año anterior, sumada a la excelente feria de San Miguel que ya había cuajado en 2000. En 2001 había cortado dos orejas de peso a un toro de Gavira con el que dio una gran dimensión pero las cosas se le pusieron cuesta arriba a la hora de afrontar su particular encerrona. El torero llegó a la cita arrastrando las secuelas de una cornada reciente pero había que tirar para delante. Y las cosas no salieron…

El Cid se había anunciado el 24 de septiembre de 2005 con toros de distintas ganaderías pero, obligado a cortar la temporada por una lesión en el codo, acabó dando al traste con el propio festejo. El asunto no estuvo exento de polémica y declaraciones cruzadas. La corrida fue eliminada sin ser sustituida por una terna dejando un hueco demasiado evidente en la cartelería de aquella feria de San Miguel, que quedó reducida a un único festejo y con cartel de circunstancias.
Pero el diestro de Salteras no cejó en su empeño y la encerrona se celebró un año después. El Cid hizo el paseo el 23 de septiembre de 2006 para despachar un combo ganadero de La Dehesilla, Zalduendo y, cómo no, Victorino Martín. Eran los mejores años del diestro sevillano que dio el definitivo do de pecho con sus toros del Paleto de Galapagar. Cuajó al tercero con la zurda; cortó cuatro orejas y abrió la Puerta del Príncipe. Era la tercera de su carrera; pero no la última.

De pronunciamientos y encerronas (y II)

Pasó otro año. Salvador Cortés, que había tomado la alternativa con éxito en la Feria de Abril de 2005 y había cortado cuatro orejas en una misma tarde en 2006, necesitaba un nuevo trampolín para relanzar su carrera en un momento delicado en lo profesional. En ese contexto su programó el gesto para el día del Pilar de 2007. El diestro de Mairena del Aljarafe cortó otras cuatro orejas y, sobre todo, cuajó de cabo a rabo a un gran toro de Gerardo Ortega que le abrió la Puerta del Príncipe. La cosa quedó en barbecho hasta la ración doble programada en la Feria de Abril de 2013. Manzanares y Diego Ventura se anunciaron en días consecutivos para despachar su respectiva media docena de toros. El diestro alicantino fue el primero en disparar, cuajando al excelente juampedro que hizo sexto cuando su encerrona caminaba hacia el abismo. El Manzana, que había perdido el hilo con un duro ejemplar de Victorino Martín, le cortó dos orejas después de una gran faena pero el gesto, inevitablemente, le dejó un claro sabor agridulce. Al día siguiente fue el turno de Ventura, que dictó su propia antología abriendo su enésima Puerta del Príncipe –curiosamente– con un encierro de Fermín Bohórquez.



No ha habido más ganas de gestos similares entre las filas de los matadores en los últimos años. Pero hubo un novillero, Lama de Góngora, que trató de calentar el ambiente previo a su doctorado jugando todas las cartas a un único casillero. Fue el 12 de octubre de 2014. Lama escogió un variado combo ganadero pero no logró entenderse con un exigente utrero de Fuente Ymbro. Cortó dos orejas pero seguramente no era lo que esperaba. Tomó la alternativa en abril de 2015 y repitió en septiembre.

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