jueves, 1 de marzo de 2018

Las seis pulgadas de Isco Alarcón / por Juan Manuel Rodríguez




El deporte en general y el profesional especialmente funcionan así: si tú no quieres luchar por esas seis pulgadas que tienes frente a la cara no hay nada que hacer. Ya puedes ser un puñetero genio, una mezcla entre Pelé, Di Stéfano y Maradona, que si no te apetece salir al campo a darlo todo, si no te apetece acabar extenuado un partido y otro y otro más, profesionalmente estás acabado. 

Las seis pulgadas de Isco Alarcón

A Henry Ford, el mítico constructor del emblemático Ford T, le preguntaron en una ocasión por el secreto de su éxito, y él respondió lo siguiente: "El éxito pasa una vez por encima de nuestras cabezas, sólo una vez; y yo estoy saltando desde que me levanto hasta que me acuesto". Hay muchos ejemplos como ese en el mundo del deporte. Cristiano, por ejemplo, es de los que se tira saltando desde que se levanta hasta que se acuesta. Raúl era igual. Y Rafa Nadal. Y luego están los deportistas que lo fían todo a su genialidad, a su inspiración; aunque Pablo Picasso decía que él prefería que la inspiración le pillase trabajando. Babe Ruth, uno de los mejores jugadores de béisbol de todos los tiempos, decía que cada strike le acercaba más al siguiente home-run; en El Primer Palo, a veces acabamos con una escena de la película Un domingo cualquiera: Tony D'Amato dirigiéndose a sus jugadores antes de la SuperBowl: "O nos curamos como equipo o nos desmoronamos como individuos; descubres que la vida es cuestión de pulgadas; medio segundo más lento o más rápido y no llegas a pasarla, medio segundo más lento o más rápido y no llegas a cogerla; sé que si queda vida en mí es porque aún quiero luchar y morir por esa pulgada; porque vivir consiste en eso: las seis pulgadas frente a vuestras caras".

El deporte en general y el profesional especialmente funcionan así: si tú no quieres luchar por esas seis pulgadas que tienes frente a la cara no hay nada que hacer. Ya puedes ser un puñetero genio, una mezcla entre Pelé, Di Stéfano y Maradona, que si no te apetece salir al campo a darlo todo, si no te apetece acabar extenuado un partido y otro y otro más, profesionalmente estás acabado. Podrás jugar el domingo el partidillo entre solteros y casados, pero no al máximo nivel, no en el Real Madrid. Ayer escribí en Marca un artículo que titulé "Isco tardó 28 segundos en irse del campo; Maradona empleó 10 en marcar el gol del siglo". El Real Madrid volvió a jugar un partido horrible y sin actitud; ninguno de sus jugadores le habría aguantado ni medio asalto a Tony D'Amato, el entrenador de los ficticios Miami Sharks, porque ninguno de los futbolistas que saltó a Cornellá vistiendo de blanco tenían el menor interés en luchar por esas seis pulgadas. Si individualizo el desastre general en la actitud particular de Isco es porque resultó sangrante, por desagradable, su actitud al retirarse del terreno de juego; un matador de toros habría tardado menos tiempo en dar la vuelta al ruedo al son de Pirata quiero ser.

Si individualizo en Isco es, también, porque su actitud no es la primera vez que se produce, y si Isco sigue haciendo lo que hizo el martes es probablemente porque nadie le ha dicho que eso no es correcto. Isco quería poner de manifiesto su desacuerdo con Zidane por cambiarlo a él, quiso que todos nos diéramos cuenta de lo injusto de la decisión de su entrenador y por eso se recreó en el cambio, lo teatralizó y se marchó del campo al ritmo del Danubio Azul. 

En definitiva, Isco puso por encima del Real Madrid al propio Isco, y así, con estos detalles, es como se mueren los equipos. Recuerdo que Isco ya le dio la vuelta a la tortilla en su momento porque se empeñó en triunfar en el Madrid pero, alcanzado cierto estatus, parece haberse echado de nuevo a perder. Puede que el vigente campeón de Liga, de Europa y del mundo esté muriendo de éxito. Cuentan que, ya agonizante, Oscar Wilde, que vivía en un hotel, pidió Champagne y caviar: "Estoy muriendo por encima de mis posibilidades", aseguran que dijo. Isco, insisto, ya hizo ese camino, ya luchó por esas seis pulgadas, pero ahora no se le ve en condiciones de repetir. Asensio, que ante el Espanyol también estuvo mal, y sobre todo Lucas Vázquez le han comido la tostada y él quiere que sepamos que eso no le convence. Decía Sigmund Freud que uno podía defenderse de los ataques pero que estábamos indefensos ante los elogios. Es tan abundante la macedonia de elogios que recibe a diario Isco, son tan desorbitados los panegíricos que le dirigen, que es posible, sólo posible, que se crea con el derecho a retirarse de un terreno de juego en el que su equipo, que está a 17 puntos del líder, va empatando a cero empleando tres veces más de tiempo del que un verdadero genio, Maradona, utilizó en marcarle un gol histórico a Inglaterra en el Mundial de 1986. Isco está indefenso ante tanto elogio y por eso mismo hay que decirle que no, que eso no, que eso aquí no, que eso en el Madrid no, que así no. Yo se lo digo pero... ¿se lo dices también tú, Zidane?...

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