sábado, 7 de abril de 2018

RETAZOS TAURINOS (XLI) / por Eduardo Soto Alvarez


Cayetano Sanz

 ..el primer torero artista de la historia fue Cayetano Sanz, quien destacó en la segunda mitad del siglo XIX y muchos consideran como la primera figura madrileña del toreo, honor que más bien  corresponde a Cúchares, aunque muchos creyeran que era andaluz. Sanz   fundamentó su arte en una portentosa mano izquierda, que junto con su empaque, imprimía a sus pases naturales  singular belleza.

RETAZOS TAURINOS (XLI)

Eduardo Soto Alvarez   
•Una de las primeras referencias a la lidia de toros como parte de una festividad pública, se encuentra en  las Crónicas de Ávila del año 1080. Un par de siglos después, en Zamora existió un coso destinado a esos ejercicios de destreza para nobles  caballeros y en Tudela se corría  por las calles un toro ensogado, como parte de algunas celebraciones.  

•Bajo el reinado de Alfonso X, también en el siglo XIII,  se intentó  unificar la legislación de Castilla, mediante el Código de las Siete Partidas, una de cuyas estipulaciones prohibía lidiar toros a los prelados e incluía en la categoría de infames,  a quienes por un precio se dedicaban a tal actividad. 

• Quizás el primer torero  profesional que se conoce sea Domingo Lucero, a quien en 1377,  contrató la cofradía  de San Juan de Zaragoza  para lidiar un toro el día del Santo, por una remuneración en efectivo y un par de zapatos nuevos, pero se estipulaba que el dinero se reduciría a la cuarta parte, en caso de que el toro no embistiera. 

•Por su parte, en los territorios de la Península todavía ocupados  por los moros, se corrían toros y cañas. Hay testimonios del siglo XIV, que en festejos del Reino Nazarí de Granada, se jugaban reses que eran inicialmente atacadas por perros, los cuales las debilitaban colgándose de sus orejas o mordiendo  corvejones, para después ser lidiadas por hombres a caballo y con rejón. 

•Esta práctica canina se eliminó en  1883, cuando la autoridad de Sevilla ordenó suprimir su uso  y sustituirla por banderillas de fuego, en  caso de toros de extrema mansedumbre. Hacia finales de los años 20 del siglo pasado, se decretó el uso obligatorio del peto en los caballos de picar y el Reglamento Taurino de 1962,  abolió las banderillas de fuego  y  las sustituyó por banderillas negras, todo lo cual contribuyó ciertamente a limar  innecesarias asperezas de la Fiesta Brava.

 •Así pues,  es evidente que se ha venido dando una  progresiva adaptación (algunos dicen humanización) de la tauromaquia, que en los últimos tiempos se manifiesta  por una creciente búsqueda de la estética en el toreo, factor cada vez más importante de la lidia, junto con el valor y el  conocimiento del oficio. 
   
•Según los entendidos, el primer torero artista de la historia fue Cayetano Sanz, quien destacó en la segunda mitad del siglo XIX y muchos consideran como la primera figura madrileña del toreo, honor que más bien  corresponde a Cúchares, aunque muchos creyeran que era andaluz. Sanz   fundamentó su arte en una portentosa mano izquierda, que junto con su empaque, imprimía a sus pases naturales  singular belleza.

•Cayetano, en 1865, confirmó en Madrid la Alternativa de Rafael Molina y Sánchez, el gran  Lagartijo, quien fue un esteta de la lidia, de los pocos que entonces impregnada su toreo de gran hermosura, lo cual comenzó a ser apreciado y le permitió descollar entre sus contemporáneos. 

•Desde entonces, ha corrido mucha agua bajo los puentes. Actualmente, para  muchos toreros es importante que su lidia tenga un creciente contenido estético. La admiración por la belleza ha sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad y en la medida que el toreo refleje mayor estética, estaremos arraigando la Fiesta Brava, pues se hará más cónsona, sin perder su esencia, con esa característica ancestral del hombre. 

•Pero la belleza de la tauromaquia hay que aprender a reconocerla, so pena de quedar  condenados a estimar mojigangas. Además, si a quienes nos gusta La Fiesta Brava, nos limitamos a ir a los toros y saber los resultados de un festejo, sin preocuparnos por predicar el credo taurino,  mantendremos nuestra propia afición, seremos cada vez menos y poco habremos hecho para  prevenir que  las corridas de toros se sigan desvaneciendo. 

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