sábado, 5 de mayo de 2018

En la democracia española, los malos siempre ganan



Los medios públicos catalanes, con dinero de todos, siguen atacando impunemente al resto de España y de una forma inmisericorde a policías y guardias civiles. Nadie les hace frente. Una radio pública vasca hace apología del crimen anunciando y convocando al homenaje a un etarra muerto. Pero nadie sabe el nombre de sus víctimas, muertos por España.

En la democracia española, los malos siempre ganan

AD.-
ETA ha ganado. El mito triunfante son las muertes de mil españoles que han sido olvidadas por el posibilismo que defienden dirigentes tan miserables como el socialista Patxi López. Los últimos restos de dignidad pública se desvanecen mientras ETA, supuestamente derrotada, marca la agenda de su tramposa capitulación. Todos los sacrificios, todas las muertes, todo el sufrimiento, frente a ETA y su padre, el nacionalismo vasco, han resultado inútiles. 

ETA no necesita seguir matando para rentabilizar su victoria.

El brazo político de los etarras gobierna el Ayuntamiento de San Sebastián, la Diputación de Guipúzcoa y casi todos los municipios de la provincia. Por si fuera poco, se les ha concedido Navarra para hacer efectivos sus planes de euskaldunización de la comunidad foral, previo paso a su incorporación a la comunidad autónoma vasca. Para que la victoria sea completa, ya se vislumbra el cambio de política penitenciaria para acercar a los presos etarras a sus casas.

Las víctimas de ETA y la entera nación española han sido las grandes derrotadas. Familiares de los asesinados viven desterrados desde hace años. Es el caso de la viuda de Gregorio Ordóñez, Ana Iríbar, su hijo Javier, así como su hermana, Consuelo. El asesino de Gregorio, Valentín Lasarte, se encuentra ya libre tras cumplir menos de veinte años de prisión. La tumba de Gregorio Ordóñez ha sido profanada varias veces, mientras los etarras salen libres de las cárceles y reciben homenajes públicos. Gregorio Ordóñez, líder del PP en Guipúzcoa, fue asesinado antes de las elecciones de 1995 porque estaba a punto de convertirse en el alcalde de San Sebastián.

En las elecciones municipales de 1991, la lista que él encabezó en San Sebastián obtuvo 13.036 votos, el 16,24%, y cinco conejales. Quedó a menos de 5.000 votos de la lista ganada, la de Eusko Alkartasuna, y empató en concejales con HB y PSOE. En 1994, en las elecciones al Parlamento Europeo, las primeras de ámbito nacional que ganó el PP, la lista de este partido quedó primera en San Sebastián, 17.407 votos, mientras que la del PNV se quedó en 14.658 y la de HB en 14.657. 

Era previsible que el ganador de las elecciones municipales de 1995 fuese Ordóñez. 

¿Y cómo podría haber hablado el nacionalismo vasco de opresión cuando en la capital más vasca el alcalde era del PP? Además, Ordóñez, en contraste con los populares vizcaínos y alaveses de entonces, plantaba cara al PNV y discutía sus argumentos y dogmas. Sus enemigos políticos lo señalaron varias veces. ETA recogió el guante.

Más de trescientas muertes siguen sin esclarecerse. No se conoce actuación de solicitud de sumarios para reabrir estos casos que no prescriben como crímenes de lesa humanidad. Para que los familiares de esos asesinados por ETA no mueran sin haber visto al menos interés por llevar a juicio a los asesinos de sus seres queridos.

La situación en Cataluña no es menos degradante. 

Siete meses después del proceso secesionista, los golpistas están a punto de retomar el control de la Generalidad. Siete meses después, tras el catálogo de insurrecciones, de ilegalidades, de tensión social, de malversaciones, de trampas al Estado, de insultos a los españoles, de torpedear la imagen exterior de España, los causantes del desastre volverán al punto de partida, con las estructuras golpistas intactas y con miles de millones de euros para gastar a su antojo.

Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría son los máximos responsables de que dentro de veinte días vayamos a tener un nuevo Gobierno separatista en la Generalidad. Todo lo que hemos vivido y sufrido estos meses atrás no habrá servido para nada. Es la prueba viviente de que en la democracia española, los malos siempre ganan.

Las intenciones de Rajoy nunca han sido tan claras. Le da igual que España se desmorone con tal de sobrevivir políticamente un año más. Como muy bien relata García Domínguez, Rajoy ha renunciado a la tarea de impedir un nuevo gobierno golpista en Cataluña tras abstenerse de recurrir ante el Constitucional la delegación del voto de Puigdemont (y de Comín) aprobada por la Mesa del Parlament. 

“Un recurso del Gobierno hubiese supuesto la suspensión automática de esa decisión.

Algo que habría dejado en minoría a Junts per Catalunya (sin los votos válidos de Puigdemont y Comín y contando con la decisión de abstenerse de la CUP, se quedarían en 64 escaños, frente a los 65 que suman todos los demás grupos). No habría, pues, Gobierno separatista posible. Pero Rajoy se ha empeñado en que sí lo haya. Y para eso ha propiciado de modo tácito la entente de última hora entre ERC y los karlistas de la lista del Payés. Suárez los dividió para vencer y Rajoy los une para ir tirando una temporadita. Una temporadita que ni siquiera llegará a un año. Porque ese Gobierno separatista que Rajoy se ha empeñado en alumbrar tiene ya fecha de caducidad: el 6 de junio de 2019. Ese día se celebrarán en España tres elecciones simultáneas (las municipales, las europeas y las autonómicas en doce comunidades). Y los cabecillas del golpe de octubre, nadie lo dude, pretenderán presentarse a las europeas a fin de eludir la cárcel y, de paso, hacer todo el ruido posible fuera de España. Por tanto, se antojará imprescindible que la sentencia llamada a condenarlos –e inhabilitarlos– se emita antes de ese muy preciso día. Instante procesal en el que, tampoco nadie lo dude, los que ahora van a tomar posesión de la Generalitat en nombre de los jefes del golpe procederán a disolver otra vez el Parlament como signo de protesta frente al autoritarisme de l´Estat. La preceptiva antesala agitativa previa a la convocatoria de otros comicios plebiscitarios. Y vuelta a empezar”.

Ahora muchos se sorprenden del terrorismo de baja intensidad, de que las leyes se descompongan por arriba con los golpistas de la Generalidad y por abajo con las hordas de lumpen ideologizado izquierdista contra cualquier cosa decente. Las instituciones no se respetan. Los ataques al juez Llanera son ya generalizados. La impunidad es ya costumbre. 

¿Cómo pedir respeto a las bandas envilecidas por una propaganda enemiga en escuela, universidad y televisión sin respuesta por el Estado? 

Los medios públicos catalanes, con dinero de todos, siguen atacando impunemente al resto de España y de una forma inmisericorde a policías y guardias civiles. Nadie les hace frente. Una radio pública vasca hace apología del crimen anunciando y convocando al homenaje a un etarra muerto. Pero nadie sabe el nombre de sus víctimas, muertos por España. ¿Quién dicen que ha ganado?

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