lunes, 7 de mayo de 2018

SAN ISIDRO A LA VUELTA DE LA ESQUINA / por Antolín Castro


Las Ventas: Un ir y venir, así durante 34 tardes / Fotografía: La Loma


SAN ISIDRO A LA VUELTA DE LA ESQUINA

España
A la vuelta de la esquina tenemos ya el comienzo de la Feria de San Isidro 2018, más larga todavía que las anteriores. Parece como si ese fuera el objetivo principal, hacerla más larga.

Cuando se sabe que la afición por ir a los toros ha disminuido bastante entre los públicos, San Isidro es como un antídoto que todo lo cura. Basándose en el abono, que cubre dos tercios de la plaza, se permiten hacer prisioneros, sí o sí, a quienes los tienen.

Ninguna plaza goza de esa salud, la de Madrid tampoco después de San Isidro, y es por ello que se explota la gallina de los huevos de oro que representa la feria más importante del mundo. Mira que anda cerca el mundial de fútbol, que sí que tiene seguidores en todo el mundo y contándolos por millones, pues ese mundial no durará los 34 días que durará San Isidro, lo hará durante 32 y hasta habrá días de descanso. Todo un récord y también un desafío este serial taurino.

Y para cubrir esas 34 tardes ha habido que hacer malabares, para que apareciendo las llamadas figuras, 10 tardes contando tres de rejones, se hayan rellenado las otras 24 tardes con toreros de cierto nombre, de segunda y hasta de tercera división. 

Puede que sea por una cosa, ganar más o compensar para perder menos, o por las dos a la vez. Ambas legítimas pero censurables. ¿Por qué un abonado ha de pagar lo mismo cuando torea El Juli que cuando lo hace Esaú Fernández, por poner dos ejemplos de honorarios en las antípodas?

En uno de los casos, el disparate de lo que cobran algunos lo pagan los otros ya que el público paga lo mismo en ambos casos. Y si no es así, la empresa hace caja cada vez que los de la tercera fila hacen el paseíllo. ¿Cuándo se podían imaginar dos tercios de entrada en esas 24 tardes citadas? Ninguna otra feria del mundo se puede permitir hacer carteles como los que aquí se ofrecen. Es decir, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid el abonado paga los vidrios rotos sin haber roto ninguno.

Las figuras, en lugar de abrirse en los carteles, lo que haría que se pudiera soportar económicamente cada tarde, se juntan de tres en tres -se acumulan incluso hierros para darles gusto- y el aficionado, el que paga, lo hace dos veces, pues también paga el pato.

Tras decir todo esto, clamando en el desierto, nos dispondremos a sobrevivir al maratón, si es que se puede, deseando que las sorpresas superen la frustración del comienzo. A la vuelta de la esquina ya estamos ahí.

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