viernes, 8 de junio de 2018

Gobernanza / por Ignacio Ruiz Quintano




En fin, que ha llegado el día mítico en que los zorros y las gallinas andarían juntos.


Abc
Desengáñate, españolejo: la gobernanza no es más que márketin y glamour.

El gobierno de Sánchez parece un belén de “El país” (sólo se echa de menos a María Soraya de lavandera). La única pega es que no lo ha votado nadie, como ocurre, por cierto, con el de la UE, donde (seguramente por eso) gusta tanto, pues ya se sabe que en Europa votar es… populismo.

Pero ¿cuándo, desde el primer Habsburgo, ha votado su gobierno el españolejo?

En España, decía un sabio, lo que falla es el habitante, y la condición lanar del españolejo se ve en que le importa, no el modo como lleguen los ministros, sino que los ministros sean de los suyos, y el caso es que los mayores elogios a los ministros de Sánchez han venido de los ricos, sin menospreciar la alegría infantil con que la gente ha recibido el nombramiento de un astronauta, que falta va a hacer para buscar los cachos de lo que quede de España.

Ciertamente, el gobierno de Sánchez no lo ha votado nadie, pero los prograjos de la politología justifican el asunto con el “escrúpulo constitucional”, dengue que no han tenido con ese artículo 155 que todos los días leemos con la vana ilusión de encontrar el párrafo que faculta para hacer con él lo que hemos visto.

Mas por encima de la Constitución escrita, manifiestamente reformable (que no enmendable), está la constitución material (¡el río que nos lleva!), y si el gobierno de Zapatero llegó lleno de “talante”, invento político de otro Rodríguez (un señor de Burgos, Alejandro Rodríguez de Valcárcel), el gobierno de Sánchez llega lleno de “consenso”, invento intelectual de un Fernández (un señor de Barcelona, Gonzalo Fernández de la Mora), para “empoderar” (?) a las mujeres, que oyes hablar de Sánchez a los periodistas y parece que hablaran de Claudio, pero el de la Warner (no el de Robert Graves), pegando voces en el gallinero:

–¡Digo hijo, digo hijo, digo! ¡Oye, digo, oye muchacho!

En fin, que ha llegado el día mítico en que los zorros y las gallinas andarían juntos.

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