martes, 5 de junio de 2018

Un buen toro de Saltillo y cinco moruchos peligrosísimos / por J.A. del Moral



Lidiado el primer toro de Santillo, se nos encendieron las pajarillas y nos acordamos del inolvidable Alonso Moreno de La Cova. Pero, ¡ay Señor!, el contento duró un suspiro. Los demás, en distintos grados, fueron como para salir corriendo pese al empeño de los “sietemesinos” en que se picaran como si fueran bravos. Un espejismo con el que no tragamos la mayoría del resto de espectadores. Y, no digamos, los tres desgraciados matadores que les cupo la desgracia de tener que apechar con este material de fatal derribo. Hacia mucho tiempo que no veíamos tantos toros con tan terrible comportamiento. Salvando al que abrió plaza, premiado con una inmerecida vuelta al ruedo cuando quien mereció darla y hasta serle concedida una oreja fue Octavio Chacón. Menos mal que los que fueron a salvar lo insalvable le obligaron a pasear el anillo. Chacón estuvo tan valiente como sumamente ducho en estos avatares, resultando ser el único gran protagonista del festejo.

Un buen toro de Saltillo y cinco moruchos peligrosísimos

J.A. del Moral · 05/06/2018
Madrid. Plaza de Las Ventas. Lunes, 4 de junio de 2018. Vigésima de feria. Tarde seminublada, fresca y con rachas de viento molesto. Menos de media entrada.

Seis toros de Saltillo. El buen primero fue premiado con una discutible vuelta al ruedo. Intoreables los demás en distintos grados de genio y de peligro. O sea, inservibles para el arte del toreo aunque para no pocos interesantes por la emoción de miedo que provocaron.

Octavio Chacón (turquesa y oro): Estocada trasera tendida. Aviso (vuelta tras petición y bronca al presidente). Estocada delantera, ovación con saludos.
Esaú Fernández (marino y oro): Pinchazo y estocada muy hábil, silencio. Diez pinchazos y estocada baja, dos avisos y pitos.caballo
Sebastián Ritter (grana y oro): Buena estocada, aviso y ovación. Pinchazo, estocada y descabello, aviso y silencio.

A caballo destacaron Octavio Pérez y Juan Melgar. Y en banderillas, Alberto Carrero, Vicente Ruíz, Alberto Ponce “Candelas” y Juan Manuel Arjona. 


Decíamos que los del sector más molesto por exageradamente contestatario de Las Ventas, llegaron a la plaza más que dispuestos a apoyar la corrida de Saltillo, como fuera y como fuese. Mal asunto es ir a la plaza con las faenas hechas desde el hotel por lo que respecta a los toreros y con el comportamiento preconcebido por parte de los espectadores. Claro que tuvieron – tuvimos todos – suerte con el toro que abrió plaza. Premiado con vuelta al ruedo. Obsequio exagerado porque en esta misma feria hemos visto varios toros que no fueron distinguidos con este honor, siendo bastante mejores. ¿O no? Eso de colocar a los toros desde muy largo siempre es celebrado. Pero lo correcto es colocarlos de cerca para el primer puyazo e ir abriendo la distancia en los siguientes. Ayer, por cierto, se colocaron lejos del caballo a los seis toros en tres intervenciones de los montados. Se notó que tal cantidad de puyazos ya había sido decidida de antemano. 
La diplomacia taurina debió ser muy trabajosa antes de que empezara el festejo. Y no pocos creyeron que el presidente, en su precipitada decisión que, imagino, ya le habían sugerido los más interesados en que triunfara la corrida, confundió el pañuelo blanco de las orejas con el rojo de las vueltas a ruedo. Sea como fuere, la decisión presidencial no fue apoyada por gran parte de los espectadores que hubieran preferido se premiara a Octavio Chacón, ayer el más distinguido con mucho de la terna.


Chacón, en efecto, no solo bregó con ciencia y con tino al primer toro, quitó genuflexo y por templados delantales en un segundo quite y llevó a cabo una faena de muleta más que estimable, basada en el mejor pitón del burel, el derecho porque a izquierdas se coló y ni mucho menos fue como por el otro lado. De ahí la inmerecida vuelta al ruedo.
Octavio volvió a estar muy bien con el muy difícil cuarto. Por encima del toro al que bregó en su salida con tanta ciencia como efectividad. En banderillas, esperó y persiguió con notorio peligro y en la muleta no cesó de pegar oleadas sumamente difíciles de sortear, cosa que Chacón logró en su habilísimo trasteo, llegando hasta bregar con la muleta. Cuasi imposible llegó el animal a la muerte. Pero Chacón lo consiguió con sobresaliente habilidad en el primer intento.


Esaú Fernández tuvo que pechar con un lote materialmente imposible. Para colmo, mientras se lidiaba el segundo de la tarde, sopló un viento envenenado. Y para la muleta, no hubo modo ni maneras de darle un solo pase formalmente hablando. Afortunadamente lo mató de pinchazo y estocada trasera habilidosa. Peor aún y ya es decir fue el quinto. Manso absoluto y con genio indomeñable. Esaú las pasó canutas con la espada, logrando meter la espada tras diez agresiones fallidas y al borde de escuchar el tercer aviso. Crueles palmas de tango tuvo que sufrir mientras sucedía lo imposible y muchos pitos una vez muerto el terrible animal. Respiramos tranquilos después de sufrir tanto durante toda la lidia.


Con el manso declarado tercero, también Sebastián Ritter las pasó moradas aunque en el comienzo de su faena de muleta logró sujetarlo de sus huidas y aguantar estoico varias ocasiones de cogida. Salvado por milagro de Dios, mató de buena estocada – la única reseñable de la tarde – y fue tibiamente ovacionado. Ni mucho menos así con el andarín, distraído y finalmente peligrosísimo sexto y último de la dura jornada que hasta llegó a coger a Ritter al alcanzarlo mientras huía de una persecución dramática de la fiera. Corrupia y propia de un manso pregonao. Hasta que, por fin respiramos dando gracias a Dios porque nadie terminó en la cama de los vivos ni en la de difuntos.

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