Espectacular por su bella estampa y agresivo trapío que no por su juego aunque varios resultaron manejables. Se dejaron con repentinos momentos de peligro hasta provocar algunas cogidas de terrible impacto aunque por fortuna sin mayores consecuencias. Se abusó del toreo de rodillas – es un decir lo de toreo -, los picadores agredieron a las reses con tremebundos puyazos en su mayoría demasiado traseros. O sea, mal. Y los tres matadores aprovecharon la manejabilidad de sus enemigos con distinto acierto. En mi opinión, las orejas que se cortaron fueron muy baratas, de regalo.
La ultraexigencia de esta plaza respecto a la tremenda imponencia de los toros que aquí se lidian, está inversamente relacionada con la que debería corresponder a la valoración de lo hecho por los toreros. A la gente le basta que se mate a la primera para que de seguido surja el flamear de pañuelos y las presidencias no se resisten lo más mínimo a conceder los despojos. Al fin y al cabo es lo reglamentario. El más favorecido por más hábil en la lidia de sus dos enemigos y más templado fue el “resucitado” gaditano Octavio Chacón que sumó un par de orejas y salió de la plaza en hombros. Algunos nos frotamos los ojos al ver como se consumaba este exagerado triunfo.
El colombiano Luis Bolívar que se ha teñido el pelo para tapar su precoz encanecimiento, dejó que su picador “matara” al segundo toro. Luego se tapó con gestualidades heroicas que no cabían por el embestir moribundo del animal hasta resultar feamente cogido al recetar un espadazo atravesado. Con el muy suelto de salida quinto aunque a la postre noble, Bolívar anduvo tan fácil como superficial sin cruzarse y metiendo pico y pala con la muleta. Pese a matar pronto, apenas unos cuantos solicitaron la concesión de oreja sin que el palco se apiadara esta vez.
Al contrario, ya le habíanregalado un cartílago del tercer toro al salmantino Juan de Álamo por una faena que arrancó de rodillas y continuó con banderazos recetados por las afueras que aderezó con ademanes heroicos y un final de nuevo genuflexo. Al sexto se lo volvieron a aniquilar en varas antes de volver a los rodillazos y a los mantazos… Pero ya no hubo más peticiones de oreja.
Distintas varas de medir desvirtúan los resultados
de una espectacular corrida de Cebada
J.A. del Moral · 10/07/2018
Pamplona. Plaza monumental. Lunes, 9 de julio de 2018. Quinta de feria en tarde calurosa con casi lleno.
Seis toros de la ganadería de Cebada Gago, muy serios y agresivamente armados con astifinos pitones y en general manejables, destacando por más nobles el primero y el quinto. Débiles segundo, tercero y sexto.
Octavio Chacón (rosa y oro): Estocada casi entera trasera, oreja. Estocada trasera caída de rápidos efectos, oreja. Salió a hombros.
Luis Bolívar (carmín y oro): Estocada y dos descabellos, aviso y palmas. Estocada caída, aviso y palmas.
Juan del Álamo (esmeralda y oro): Estoconazo trasero, oreja. Estocada y tres descabellos, aviso y palmas.
Destacaron en banderillas Fernando Sánchez, Miguel Martín y Gustavo García.
A Octavio Chacón le han sentado bien sus prolongadas estancias en América. Nunca le faltaron la facilidad ni el oficio. Pero en esta vuelta a la madre patria, estas virtudes se han acrecentado y reposado. De ahí su éxito de ayer con dobles trofeos y una salida a hombros que, aunque exagerada, al torero le valdrá para conseguir más contratos. Fue el más favorecido ayer y el que más y mejor aprovechó la oportunidad.
Al ya también veterano Luis Bolívar le debieron impresionar mucho los dos toros que le correspondieron, lo que explica que se los “mataran” en el caballo sin que él hiciera el más mínimo gesto de impedirlo. Y eso no está bien por mucho que, después, consiguiera “taparse” en dos faenas tan llenas de efectismos como pródigas en superficialidad. La cogida que sufrió al entrar a matar al segundo toro asustó mucho al público. Más que al torero. Llevamos dos días seguidos con percances y aunque la gente siempre espera la tragedia, nadie deja de temerla.
Ayer vimos a un Juan del Álamo distinto a lo que suele porque es torero de clase y sorprende que se transfigure en pegapases superficialmente recetados. Claro que él dirá que por qué y por algo le dieron la oreja del tercer toro. No debería equivocarle el regalito.
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