jueves, 12 de julio de 2018

7ª de San Fermín en Pamplona. Cantado “veni vidi vincit” de Roca Rey / por J. A. del Moral.



Y ya iban tres en Pamplona, una de las plazas talismán del espada limeño. La de ayer fue la cuarta. Lo explica la aplastante seguridad de Andrés, debida a la acumulación de sus muchas virtudes – su finísima inteligencia, su descomunal valor y su gran personalidad artística que envuelve su majestuosa calma, su capacidad de improvisar suertes siempre en función de las variables condiciones de los toros y sus ademanes a la par inauditos por su total entrega y hermosos por su dorada factura que junta lo clásico con lo moderno. Ya lo dije en San Isidro: Andrés Roca Rey ya está cuajado y dichosamente consagrado pese a su muy temprana edad. Si se lo he venido exigiendo fue y sigue siendo porque sabía lo infinitamente capaz que podría ser. Se han enfadado algunos conmigo por lo mucho que le he exigido. Y lo seguiré siendo a sabiendas de lo que nos puede dar. Y es que los cabreos – algunos ciertamente desabridos – de sus incondicionales, lejos de molestarme me han incentivado. Así que ya lo saben estos falsos sabios de Grecia…

Solamente dos de los seis toros de Nuñez del Cuvillo se prestaron y dieron facilidades y no del todo a quienes los lidiaron: fueron el primero y el quinto. Antonio Ferrera no cortó la oreja del que abrió plaza por pasarse de faena y no acertar pronto ni bien con la espada. Intentó repetir con el flojo cuarto sin lograrlo aunque esta vez mató a la primera. Roca Rey extrajo del quinto más de lo que tenía y lo hizo después de andar muy por encima del vulgar y remiso segundo logrando una primera oreja. Es el privilegio de los grandes lo que les distancia hasta más allá de cuantos también son capaces entre los toreros de la primera fila. Y no me gustó el lote de Ginés Marín quien apenas pudo dejar breves muestras de su clase, sobre todo con el capote en el sexto.
Y por fin gozamos inmersos en una plaza con público y presidencia coherentes. Comparen con lo de anteayer e intenten todos que no se repita en lo que nos queda de feria.


Cantado “veni vidi vincit” de Roca Rey

J. A. del Moral · 12/07/2018
Pamplona. Plaza monumental. Miércoles, 11 de julio de 2018. Séptima de feria con calor y casi lleno.

Seis toros de Núñez del Cuvillo, de variable manejabilidad, destacando por mejores con manifiesta diferencia el más claro primero, sobre todo por el lado derecho, y el quinto mejorado por quien y como lo lidió.

Antonio Ferrera (turquesa y oro): Dos pinchazos y estocada caída, sufriendo un golpe en la cara con el pomo de la espada, aviso y ovación con saludos. Estocada y descabello, aviso y palmas con saludos.
Andrés Roca Rey (blanco y plata): Gran estocada, oreja con petición de la segunda. Buena estocada, dos orejas. Salió a hombros.
Ginés Marín (grana y oro): Buena estocada y descabello, palmas. Tres pinchazos y estocada, silencio.

A caballo destacó José Manuel Quinta. Y en pares sueltos, destacaron Javier Valdeoro, Viruta, Paquito Algava, Manuel Izquierdo, José Manuel Montoliú y Juan José Domínguez.


Ya no sorprende que Antonio Ferrera no banderillee. A todo se acostumbra la gente. Además, gustan sus regustosas maneras de torear con el capote que maneja con reminiscencias a la no tan antigua usanza. Se recompone este torero como el que lava y esto place al público que le ve con tanto regusto como el del a la postre renacido torero. Fue una pena que, como tantos llevado de prolongar demasiado su faena en la que toreó sobre ambas manos despatarrado y a pies juntos, se pasó de metraje y el toro descolgó su cabeza. Ya he dicho muchísimas veces lo inconveniente que es pasarse de faena, lo que suele terminar con fallos con la espada. Total, que Ferrera perdió una valiosa oreja para abrir boca en una tarde con la gente pendiente de lo que haría Roca Rey. Luego, con el flojo cuarto, Ferrera le brindó a Espartaco, que estaba entre barreras, otra faena digamos excesiva en busca de mejorar los acoples, consiguiéndolo muy al final con la mano derecha. Ya no hubo remedio pese a que esta vez metió la espada al primer envite. Le avisaron.


Nos detenemos como muy bien mereció en la completísima y clamorosa actuación de Andrés Roca Rey. Buenos lances a la verónica seguidos por chicuelinas y sedosa revolera de apertura con el segundo toro de la tarde. El toro fue cuidado en varas porque Andrés lo quería entero. Hasta no intervino en su quite. Tuvo que corregirlo para replicar por muy apuradas gaoneras – tanto que por poco resultó cogido – al que hizo Ginés Marín por el mismo palo. A Roca Rey es muy difícil mojarle la oreja. Andrés comenzó su faena que no brindó a nadie de rodillas con dos cambios por detrás. Encendida la mecha del entusiasmo, prosiguió ya en los medios y por lo clásico sobre ambas manos e improvisando como suele porque este torero es de los que van creando a la vez que sometiendo según y cómo vayan evolucionando las condiciones de sus enemigos. Ya agotado el animal, R R se pegó un arrimón como cierre que antecedió a unas aladas giraldillas y, sin más aditamentos, se tiró a matar como un jabato. Esa estocada, que fue la de la tarde, fue la razón por la que la gente demandó la concesión de una segunda oreja cuando ya estaba otorgada la primera.


Pero faltaba un colofón redondo y a total placer del limeño y de los espectadores. Estaba cantado. Había venido a por todas. El jabonero sucio se lo puso en bandeja. Sobre todo en el primer tercio y a medias con bajón de brío en el tercero. Gaoneras limpias y muy firme en el recibo con el capote. Galleo por rogerinas para llevar el toro al caballo de José Manuel Quinta que supo administrar debidamente el castigo aliviando el segundo puyazo al bravo animal.  
Quite intrascendente por chicuelilas de Ginés Marín. Bien Juan José Dominguez en palos y brindis al público en los medios. Sobre la derecha, dos cambios por la espalda, redondo, natural y el de pecho. Contundentes e intensas rondas sobre la derecha ligadas a dobles de pecho. Y pausa, debida porque había que dejar respirar al toro por ya tan sometido al mando del torero. Reanudación del trasteo con la izquierda, recentando los naturales muy cruzado y de uno en uno porque el toro ya había empezado a apagarse. Pero aún le quedaron viajes para que Andrés ligara un pase de las flores a más redondos y más de pecho. Pero había que rematar con emoción y Andrés lo consiguió ligando molinetes y más redondos de rodillas a la vez que los tendidos temblaban de emoción. Se contuvo en el instante de perfilarse para entrar a matar, enterrando otro estoconazo contundente y de rápidos efectos. Y el desideratun colectivo. Muchos se arrojaron al ruedo para pasear y sacar de la plaza a hombros al radiante gran torero, mientras las multitudes de afuera se agolpaban alrededor de los últimos tableros del encierro. !! Enhorabuena ¡¡


Dedico esta crónica a mi gran amigo, Juan Manuel Roca Rey, ganadero, torero aficionado, a veces también empresario y tío carnal de Andrés. Otra enhorabuena con mi cariño de siempre.

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