sábado, 1 de septiembre de 2018

APARTARSE DE LAS RUTINAS / por Antolín Castro


 La Fiesta está secuestrada por un montón de mercaderes, no más allá de dos docenas entre toreros, empresarios y ganaderos, que tienen montado un chiringuito que es lo más parecido a las tiendas de souvenirs de Las Ramblas de Barcelona. 

APARTARSE DE LAS RUTINAS

Editorial Septiembre / 2018
Dos cosas han sucedido en el final de agosto que nos han sacado de las rutinas a que nos tiene acostumbrado, e impuesto, el sistema. El sistema taurino tiene aburrido a todo el mundo, pero se hace muy poco por cambiarle el aire.

Sin embargo, como decimos, dos hechos han cambiado, para bien, en los últimos días de agosto. En el espacio de dos días, del 25 al 27, Bilbao y Madrid nos han venido a dar oxígeno y hasta la razón. 

La actuación de Diego Urdiales en Bilbao ha demostrado que el toreo, el auténtico, existe y que el sistema es perverso pues oculta a quienes mejor lo ejecutan. Poco les importa que se vaya perdiendo afición, poco que el toro sea una babosa, solo les interesa que una panda, sí panda de desaprensivos, sigan mandando en algo en lo que no aportan nada de especial, salvo llevarse lo que pueden y, bien se sabe, cada vez son menos la migajas que se recaudan en las tardes de toros.

Ninguna actividad sufriría sin cambios drásticos lo que los toros están sufriendo de un tiempo a esta parte. La Fiesta está secuestrada por un montón de mercaderes, no más allá de dos docenas entre toreros, empresarios y ganaderos, que tienen montado un chiringuito que es lo más parecido a las tiendas de souvenirs de Las Ramblas de Barcelona. Sí, no dan para más. Los que saben torear no torean y los que utilizan todo tipo de ventajas torean todos los días. Están ciegos y no lo ven, pero el aficionado ha dicho ¡ya basta! El riojano les ha desmontado el quiosco -y no es la primera vez- pero no rectifican. 

El otro hecho ha tenido lugar en Madrid. La Feria de Otoño ha sido el punto de partida para mejorar, al menos disminuir las ventajas de unos cuantos, sorteando las ganaderías entre los toreros contratados. Cierto es, que salvo el caso de Talavante, que se cubrió las espaldas pidiendo dos tardes, todos los demás habrían aceptado cualquiera de las ganaderías que la empresa ofrecía. Cuando uno ve los carteles salientes de ese sorteo no le llama la atención nada más que el nombre del extremeño con los de Adolfo Martín.

Pero algo es algo y hay que hacer el esfuerzo, involucrándose todos: empresa afición, Comunidad de Madrid, prensa, para darle continuidad en San Isidro. Ahí sí se haría la ‘prueba del algodón’. Lo de Talavante ya no sería la excepción y si el resto de figuras no se presentaban al sorteo quedarían en la más absoluta de las evidencias. Hágase la prueba y saldremos de dudas, la Fiesta, su salvación, se lo merece.

Apartémonos de las rutinas impuestas por unos pocos y recuperemos el interés que la Fiesta ha perdido a chorros. Marginemos la comodidad de unos cuantos. El retiro, con el riñón cubierto, no sería tampoco mala opción para ellos. Al menos, salgamos de dudas.

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