lunes, 10 de septiembre de 2018

Dax (Francia). Cierre de temporada con triunfo de Ponce



 J.A. del Moral· 10/09/2018
Cierre de temporada en Dax (Francia). Lástima que a Ponce – ayer otra vez celestial y a hombros – no le tocaran los dos magníficos toros de Victoriano del Río, ambos de indulto


Volvía Enrique Ponce a la preciosa plaza de toros de Dax que, en los tiempos de Pierre Molás, fue la Sevilla de Francia. Por cierto que,en la novillada matinal, triunfó uno de sus nietos. volvía, digo, don Enrique a una de las plazas francesas en las que más ha triunfado. Más y mejor como en aquella de Samuel Flores que cortó un rabo en tarde de gran cosecha para los tres matadores, 12 orejas y la cola del cuarto. Precisamente con otra de Samuel, el gran maestro, entonces en sus más tiernos años de matador, me brindó un toro del que cortó una oreja. Y como no recordar por todo memorable tarde en la que mató siete toros en solitario. Incalculable su cosecha de trofeos. También aquella en la que dio la alternativa al hijo de Ángel Teruel y yo le escribí una crónica titulada “El Vals del Emperador”. Si les cuento todo esto para mejor afirmar que Ponce es “torero de Dax” y allá saben quien es este incombustible portento que hasta parece mentira que en sus casi 50 años de edad y en sus casi 30 de alternativa está tan joven como lo fue e, increíblemente, lo sigue siendo.

El asombro volvió a repetirse ayer con un mayestático faenón al segundo toro de Victoriano del Rio, que fue bueno aunque no tanto como el que le precedió y el que cerró la tarde, ambos para el joven toricantano “El Adoureño” (apodo adoptado por ser natural de la región que baña el río Adour).


No estuvo mal el joven, mejor incluso de lo que creímos que iba estar, hasta cortó una oreja localista. Pero tan por bajo de las maravillosas reses de don Victoriano que imagino debió soñar por la noche con lo que podría haber sucedido si ese lote le hubiera correspondido al gran maestro valenciano. De indulto, ambos, Ponce lo hubiera conseguido con toda seguridad. No obstante, dejó su sello con el mencionado segundo animal que inmortalizó.


Faena también de sueño solo que Ponce la convirtió en realidad. No se prestó el animal en el primer tercio aunque tomó un gran puyazo de Manuel Quinta hijo. Ni fue tan fácil como pareció en las prodigiosas manos de Enrique, ampliamente complacido en estructurar un trasteo enjoyado con brillantes y esmeraldas sobre oro viejo. Una pieza de museo en la que no faltó nada del repertorio poncista expresado increscendo que es como tienen que ser las buenas faenas, de menos a más o como la de ayer, de más a muy más. Con las preponcinas y con las poncinas recetadas en toda la extensión del invento muletero, enloqueció la plaza tras haber disfrutado tanto o incluso más con los doblones iniciales como con los redondos y los naturales, cosidos a los de pecho, o a esas trincheras que Ponce interpreta como nadie. También precedidas de faroles. Y, no digamos, con sus cites en cartucho de pescao. La algarabía fue total. Y la alegría de los presentes, tanto entre barreras como en los tendidos, de puro manicomio. Y todo con lento temple, con pausas de gran bailarín de ballet y con ese saber irse y venirse angelicalmente. Mató de espadazo caidillo aunque con rápidos efectos con no pocos enjugándonos las lágrimas por el placer que compartimos la satisfacción de este genio de la eternidad torera.
Con su segundo toro, tan imponente como ostensiblemente disminuido a consecuencia del volantín que se pegó al salir de capotazo en la suerte de varas, Ponce intentó sostenerlo y hasta llevarlo con mucha suavidad y sin toques. Pero este oponente tan prontamente arruinado, no dio lugar mas que esa irredente maestría con la que Ponce suele tapar las complicaciones venidas a destiempo.


No tuvo la suerte de cara con ninguno de sus dos oponentes Alejandro Talavante con un tercer toro que no terminó de romper lo mismo que la meritoria faena del extremeño que mató de un certero espadazo en lo alto aunque perdiendo la muleta, logrando la única oreja que paseó porque, con el pésimo quinto, que no dejó de berrear desde que salió hasta que murió muy tardíamente, Talavante necesitó de ocho pinchazos, estocada y descabello, al mismo borde del segundo aviso.


Pese a la oreja que le regalaron al joven nuevo matador del último toro de la tarde, esta corrida contrarió el principio gitano que afirma lo de que los más felices aconteceres suceden después de propósitos mal cumplidos. Ayer ocurrió todo lo contrario en Dax.

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