Ecos y flecos de Bilbao para la polémica
y su notable actividad cultural
Juan Miguel Núñez Batlle
Periodista taurino
De Bilbao y su Semana Grande, siempre quedan flecos para la polémica. Aunque en la balanza de la discusión ganan un año más la cordialidad y el buen gusto por lo taurino.
Una inquietud que ha dejado su reciente feria ha sido la asistencia de público a la plaza, puesto que en nueve días no hubo ni un sólo lleno en toda regla.
En lo que respecta a lo artístico, se habla de dos controvertidas Puertas Grandes. Con Roca Rey, que había toreado muy requetebién a un manso que parecía imposible, pero con el que obró el milagro de cuajarle faena, el presidente sacó dos pañuelos a la vez cuando se esperaba sólo uno, puesto que había pinchado antes de la estocada. Polémica al canto.
Y un día después, hubo igualmente dos orejas para Diego Urdiales para reconocer una gran faena -para ser justos hay que llamarla faena de antología-, aunque otra vez hubo pinchazo previo a la estocada.
¿Quiere esto decir que en plazas de primera ya no hay que tener en cuenta la espada para el doble trofeo? ¿O Bilbao empieza a ser una excepción, por la seriedad y rigurosidad que está perdiendo?
El presidente, con carácter vitalicio por los años que lleva, parece que eligió la fórmula del triunfalismo para arreglar otros desaguisados. ¡Pero, por ahí no: hay que defender la exigencia y categoría de Bilbao, donde sensatez y equilibro fueron parámetros invariables para juzgar a toros y toreros!
El mismo presidente al que me refiero, fue abanderado de la dureza e integridad no hace mucho de las normas con las que debe regirse la corrida y sus resultados. ¿Qué está pasando entonces? La respuesta está por llegar. Y ojalá la Junta Administrativa de esta Plaza de Bilbao -en la que están puestas todas las esperanzas de futuro-, llegue a tiempo de contestar con la solución ideal.
También hay que hablar esta noche de alicientes y cosas buenas de Bilbao, donde este año se ha vuelto a marcar un récord como referente cultural de lo taurino.
Una exposición sobre las tauromaquias universales, creada por el polifacético francés André Viard, ha estado toda la Semana Grande en las galerías de la Plaza. Un apasionante recorrido desde la prehistoria a la actualidad del toreo.
Como los habituales Coloquios, a todas horas y en espacios variados y muy elegantes -el de la Sociedad Bilbaína ha vuelto a ser de usía-, en los que se discute a fondo sobre los porqués de la temporada, de la Feria y de cada corrida; así como exposiciones, actos y ofrecimientos para todos los gustos.
La relación de convocatorias por parte de Clubs y entidades privadas, y otras también del sector oficial, se hace interminable. Pues de hecho no daba tiempo a estar en muchas de ellas.
Es obligada una cita al homenaje ya perpetuo a Iván Fandiño, el último torero de hierro -como llaman a los de aquella tierra- al que se le va a recordar con la estatua de su figura junto a la Puerta Principal de Vista Alegre, la plaza donde tomó la alternativa.
Y en lo que a libros se refiere, los hay de mucho fundamento y tesis muy valoradas, en lo taurino y hasta por un notable aspecto literario. Javier Bustamante presentó "Valor y Valores", inspirándose en la odisea que es, o fue, la vida y muerte del propio torero de Orduña. Álvaro Suso ha escrito sobre El Juli y sus relaciones con Bilbao a lo largo de sus 20 años de alternativa.
Y hay uno, un tratado de gran altura literaria y contenido, que firma Javier Molero, cuyo título es más que expresivo: "Victorino, un ganadero de leyenda". Es un homenaje "in memoriam" del Club Cocherito de Bilbao a la figura de Victorino Martín Andrés, el último gran patriarca del campo bravo.
Los aficionados bilbaínos, como nadie, saben de los orígenes, la trayectoria y el legado del ganadero cuyo nombre está en letras de oro en la historia de la tauromaquia y del mismo Bilba, tierra con la que mantuvo lazos muy entrañables y sinceros desde su debut como criador de bravo, un 19 de agosto de 1975.
Victorino es el ganadero que más toros premiados tiene de la Feria de Bilbao. Y la letra de Javier Molero detalla con grandilocuencia los aspectos, consideraciones y circunstancias muy sobresalientes que dieron carácter a esa hermosa relación de Victorino con Bilbao.
Un libro que hay que leer, como todo lo que inspira el toreo desde sus buenas entrañas.
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