lunes, 15 de octubre de 2018

10ª y última de El Pilar en Zaragoza. Faenas antológicas de Manzanares y Talavante tras dos extravagancias de Padilla que salió a hombros en su definitivo adiós / por J.A. del Moral



La enorme popularidad adquirida por Padilla ha sido ilimitada y, como además, el torero ha ejercido la difícil profesión con notable habilidad y suficiente destreza en casi todas sus actuaciones, ha podido aguantar triunfalmente el tirón hasta mediada esta temporada de su anunciado adiós.

Faenas antológicas de Manzanares y Talavante tras dos extravagancias de Padilla que salió a hombros en su definitivo adiós

En puridad, deberíamos abordar en dos partes diferenciadas esta crónica sobre lo acontecido en la última corrida de Los Pilares 2018. Sobre lo hecho por Juan José Padilla, entra más en lo tragicómico que en lo serio aunque fue el gravísimo drama que el diestro jerezano vivió en esta misma plaza hace siete años al cogerle un toro tras clavar un par de banderillas que terminó destrozándole un ojo con el que no pudo ver más. La cuasi milagrosa recuperación de Padilla gracias también a sus esfuerzos incontables durante el padecimiento que encajó con encomiable entereza e infinito amor propio, propició una reaparición profesional jamás vista en la historia hasta que llegó la suya. Reaparición ciertamente triunfal y tan feliz, que a partir de aquella su primera tarde en Olivenza, las empresas le han venido contratando para todas las ferias y fiestas en carteles de máxima categoría por los toros que casi nunca pudo matar en su primera época y acompañado por las máximas figuras actuales hasta ayer mismo en Zaragoza que lo hizo con dos de la primera fila.


La enorme popularidad adquirida por Padilla ha sido ilimitada y, como además, el torero ha ejercido la difícil profesión con notable habilidad y suficiente destreza en casi todas sus actuaciones, ha podido aguantar triunfalmente el tirón hasta mediada esta temporada de su anunciado adiós. Pero llegadas las fechas del ya avanzado verano, a Padilla le empezamos a notar muy cansado – algo tan lógico como inevitable – y por ello cada tarde en pésimas condiciones físicas que el torero intentó compensar recurriendo a toda clase de efectismos y actitudes teatrales con las que supo tapar sus deficiencias profesionales en el sentido más estricto de lo que es el toreo. Y además supo taparlas hasta el punto que los públicos no entendidos tragaron con tamaño subterfugio. Y así ha venido tirando, tolerado y hasta celebrado por la inmensa mayoría de los que han asistido a sus corridas. De tal modo, hasta la muy publicitada tarde de su despedida en España – pues por lo sabido cubrirá también la campaña americana -, acontecida ayer con la plaza de La Misericordia hasta los topes y no solo gracias a la presencia del llamado “Ciclón”. También porque, además, actuó junto a dos figuras fácticas: José María Manzanares y Alejandro Talavante. Y por si faltaba algo, en una corrida de Nuñez del Cuvillo debida y excelentemente elegida que terminó siendo el mejor encierro de toda la temporada en las plazas más importantes. Seis toros seis en su mayoría para cantarlos en latín.

Según fueron saliendo al ruedo, más y mejor se fueron comportando, con bravura algo limitada por falta de fuerza, pero con casta, con nobleza, con indudable fijeza, con sobrada clase y con más que suficiente durabilidad. Mejor, imposible. Materia prima de superlujo.


No es cuestión de entrar en detalles ni en las exageradas gestualidades de Padilla porque describirlas sería objeto de burla y hasta de escarnio. Decir que no quiso banderillear al primer todo aunque se lo pidieron a voces y que, por fallar a espadas, no cortó las orejas que le habrían dado como se las dieron tras matar pronto y eficazmente al cuarto que fue de tanta revolución – toro de vacas para indultar – que a este sí que lo banderilleó entre clamores con tres pares que clavó bastante más allá de donde se debe, repitiendo toda clase de mamarrachadas gestuales entre rondas veloces sobre ambas manos. Una faena que la hace cualquier otro torero y le toman a chacota. Pero, al contrario, fue tomada por pluscuamperfecta. Y hasta el mismo presidente que ha robado no pocas segundas orejas en esta misma feria a El Fandi, a Antonio Ferrera y hasta al mismísimo Enrique Ponce impidiendo que pudieran salir a hombros, va el tío y le da las dos inmediatamente de solicitarse con apasionada fuerza y ensordecedor vocerío. Vamos, es que si no le da la segunda, hasta no pocos hubieran llegado al palco para agredir al usía. Por lo que el ayer acobardado “ladrón” se las regaló. Oigan, este individuo debería haber presentado su dimisión ipso facto o ser destituido nada más terminado el festejo. Y así fue si así os parece.





La otra crónica, la más en serio y realmente elogiosa, versa sobre las grandísimas faenas que llevaron a cabo José María Manzanares y Alejandro Talavante. Si fueron excelentes las de los primeros toros de sus respectivos lotes, ambas premiadas con una solitaria oreja, la del alicantino tras una gran estocada y la del extremeño tras pinchazo y estocada, aún mejores y yo hasta diría que celestiales, ambos verdaderamente exquisitos en fondo, en forma y en profusión por naturales, las de sus segundos oponentes llegaron hasta el infinito en excelencia. No se puede torear mejor. Dos faenones sensacionales e históricos. La de Manzanares, que también lo bordó con el capote, fue absolutamente perfecta hasta pinchar antes de agarrar la estocada definitiva. Y la de Talavante un prodigio de improvisaciones que enjoyaron el toreo fundamental aunque, desgraciadamente, falló a espadas por lo que no hubo premio.
A la postre, la presidencia tuvo la suerte de que por los fallos a espadas, no tuvo que verse en cometer la felonía de no haber concedido la segunda oreja del quinto toro a Manzanares y lo mismo la del sexto a Talavante. Hubiera sido un escándalo evitarlo porque ni vistas de lejos fueron infinitamente mejores las faenas de estos que la doblemente premiada de Padilla.


Al margen de tales aconteceres, para la generalidad del público e imagino de la mayoría de la crítica el espectáculo fue más que memorable. Para no olvidar. Para pasar a los anales de la historia del toreo. ¿Qué más decir por mi parte? Que yo abandoné la plaza antes de que terminara la función. No quise ver la salida a hombros de Padilla y aún menos escuchar las anunciadas palabras del jerezano para despedirse oralmente. Me sentí muy solo y en cierta manera disgustado por el desmadre. Luego, cuando llegué a mi hospedaje, me enteré de que Talavante había decidido retirarse del toreo. Y eso sí que lo siento. Espero y deseo que esta retirada sea un lapsus.

¡¡ Alejandro, olvida los disgustos y no te vayas todavía, no te vayas por favor…¡¡

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