viernes, 12 de octubre de 2018

7ª de El Pilar en Zaragoza. Esta vez la china le tocó a Ferrera con otro presidente y otro atraco / por J.A. del Moral ·



Ayer volvimos a indignarnos con el segundo atraco presidencial a cuenta de otro presidente que no sé como se llama ni me importa. Y ya van dos porque el que cometió la felonía no fue el de antier. Fue otro que te pego al manodiego. Tras el robo a El Fandi, llegó el que sufrió Antonio Ferrera tras matar al cuarto toro de la corrida de Adolfo Martín, uno de los más potables del envío que, por cierto, no fue para tirar cohetes. Bien aunque desigualmente presentada esta corrida que no pasó de pasable aunque no fue tan mala como la hace pocos días en Madrid. Los aficionados recalcitrantes están de enhoramala con estos envíos “toristas” y lo mismo los toreros que las matan. No obstante, Antonio Ferrera contó con el lote más potable y la verdad sea dicha, estuvo fenomenalmente bien. Diría que hasta “sembrado” con esa nueva manera de torear aprovechando el menor resquicio posible y, no digamos, si el resquicio es largo para sembrar el ruedo de bellísimos pasajes plenos de enjundia en forma de estampas toreras que, por si mismas, parecen pinturas del genial Roberto Domingo. Y tanto al interpretar suertes fundamentales como las de adorno más accesorias que en otras manos solemos llamar “remanguillés” y en las de este Ferrera transfigurado últimamente, parecen joyas de alto valor.

Ayer tuve la suerte de ver la corrida junto a Andrés Amorós, el gran crítico de ABC. Somos amigos desde hace muchos años cuando compartimos opiniones en aquel famoso programa de Radio España de Madrid, llamado “El Callejón”. De una manera o de otra en nuestros escritos, solemos coincidir el fondo de nuestros juicios. Llevamos nuestras respectivas vidas viendo toros desde niños bien aleccionados por nuestros padres. Somos por tanto aficionados de hueso colorao. Celebramos devenir torero de Ferrera con su primer toro y la oreja que le concedieron. Y otro tanto o más su sembrada faena al cuarto que fue aún mejor que la anterior. Ambos coincidimos en que esta faena era de dos orejas. De gran triunfo. Bueno, pues no. El presidente de turno se emperró en negar su concisión pese a la fuerza y unanimidad con las que se demandaron los trofeos. Bueno, pues el subsodicho no le dio ninguna. La indignación general fue más que palpable y el disgusto del torero morrocotudo. Ya llevamos dos atracos consecutivos en esta feria.


Claro que, leyendo la crónica sobre la corrida de antier en el diario El Heraldo de Aragón, comprendimos las fatales actitudes de los dos presidentes. Uno se frota lo ojos leyendo a algunos colegas. Os estáis cargando la Fiesta. Es una pena decirlo, pero os la estáis cargando.


Esta vez la china le tocó a Ferrera
 con otro presidente y otro atraco

Zaragoza. Plaza de La Misericordia. Jueves, 11 de octubre de 2018. Séptima de feria. Tarde agradable con dos tercios de entrada.

Seis toros de Adolfo Martín, bien aunque desigualmente presentados. Dieron juego vario en similar comportamiento que podemos calificar de manejables en distintos grados aunque flojos. Por la pericia de quien los lidió, primero y sobre todo el cuarto parecieron los majores.
Antonio Ferrera (tabaco y oro): Buena estocada, oreja. Estocada desprendida, aviso insistente petición estúpidamente denegada por el palco con vuelta al ruedo clamorosa y bronca monumental al presidente. 
Miguel Ángel Perera (azul añil y oro): Estocada desprendida perpendicular, palmas. Pinchazo y media estocada trasera perpendicular, leves pitos.
Serranito (salmón y oro): Estocada caída y dos descabellos, aviso y palmas con saludos. Media estocada, ovación de despedida.
A caballo destacó Antonio García por un gran puyazo al sexto toro. En la brega, José Manuel Montoliú, Javier Ambél y Curro Javier. Y en banderillas, Montoliú, Venturita, Ambél y Barbero.

Finalizado el paseíllo y sin deshacerse el desfile de cuadrillas, se guardó un sentido minuto de silencio por los fallecidos por las inundaciones en Mallorca. 
La transfiguración del toreo de Antonio Ferrera es ya tan palpable que no es de chocar se le entreguen los públicos, encantados de celebrar sus maneras clásicas y sus hayazgos repletos de enjundia. La natural despaciosidad que imprime a las suertes, tanto las fundamentales como las accesorias. La manera que tiene de improvisar tan oportuna como repentinamente en cualquier circunstancia, incluso en las también sorpresivas reacciones de los toros cuando no hacen lo que parecía iban a hacer. El conjunto de estos quehaceres de Ferrera resulta enormemente atractivo. Cuando viene haciendo últimamente parece una reinvención del toreo, a la vez formal y repajoleramente interpretado. De ahí el atractivo que provoca en los públicos. El caso es que parece algo casual por su repentino deslumbramiento pero ya no lo es por la frecuencia con que Antonio lo está realizando ante cualquier clase de toros. Nos quitamos el sombrero. !Chapeau¡ don Antonio. Y que no le importen las estúpidas negativas de los presidentes que, como los dos que llevamos padecidos consecutivamente en esta feria, carecen de importancia a la vista de sus actuaciones por lo demás celebradas con espontánea alegría por el publico que es lo que más cuenta. Los disgustos que provocan las injusticias presidenciales no van más allá del cabreo colectivo y momentáneo porque lo que queda es la memoria del buen toreo. ¿Quien se va a acordar dentro de unos años de las orejas que roban los presidentes? Nadie ni por nada. Lo que queda es el disfrute por haberlo visto y vivido.


No tuvo suerte Miguel Ángel Perera con ninguno de sus dos oponentes. Fatal el que hizo segundo y demasiado justo de fuerza el quinto que no cumplió el refrán. La intensidad con que torea Perera obliga mucho a las reses y cuando carecen de fuerza y de clase, los resultados son baldíos. Por eso, ayer no anduvo a gusto el extremeño ni los espectadores quedaron satisfechos. El suyo de ayer fue un pasar sin pena ni gloria. Como si no hubiera estado.


Sin embargo y con más suerte, por momentos felices, reconozco que me sorprendió el buen hacer de Serranito, metido en la corrida de rondón. Por diestro local, el público maño le apoyó en sus momentos felices aunque, a la postre, carecieron de importancia y trascendencia.

Y así fue si así os parece.

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