sábado, 6 de octubre de 2018

Comportamiento del toro / Rafael Comino Delgado



Igual que ocurre con los seres humanos el toro, al fin y al cabo,  será como le han hecho la genética y las circunstancias en que ha vivido, se ha desarrollado.  Su comportamiento en la plaza  vendrá determinado, pues, por dichas,  genética  y circunstancias, y además por otros factores inmediatos como pueden ser su estado de salud el día y la hora de la lidia y las manos en  que haya caído, es decir, el torero que le haya tocado en suerte.
Comportamiento del toro

Rafael Comino Delgado
Como todo ser vivo, el toro tiene una forma de comportarse en cada momento, que dependerá de múltiples  factores. 

Por lo que se refiere al comportamiento, a sus acciones y reacciones  durante la lidia, después de varios siglos de Tauromaquia hemos aprendido algo, pero ignoramos mucho más.  De su  morfología, de la observación del  comportamiento en el campo,  luego en los corrales y después en su salida al ruedo, podemos predecir algo, respecto a cómo se comportará en el resto de la lidia. En este aspecto estamos, como  se suele decir, "en pañales", o por lo menos no  sabemos demasiado. 

Igual que ocurre con los seres humanos el toro, al fin y al cabo,  será como le han hecho la genética y las circunstancias en que ha vivido, se ha desarrollado.  Su comportamiento en la plaza  vendrá determinado, pues, por dichas,  genética  y circunstancias, y además por otros factores inmediatos como pueden ser su estado de salud el día y la hora de la lidia y las manos en  que haya caído, es decir, el torero que le haya tocado en suerte.
Desde hace siglos  utilizamos una serie de conceptos, algunos bastante confusos aún, que se mantienen con sus errores y aciertos, y en los que se  ha evolucionado poco por razones múltiples, pero esa es la realidad.


Cuando hablamos de conceptos nos referimos a: Hechuras del toro (morfología), en tipo o no con su encaste, poderío, cuello más o menos largo, altura, más  o menos fino o basto, casta, raza, bravura, obediencia a  los toques, nobleza, calidad, humillación, largura del viaje al embestir, cabeceo, punteo, derrotes, comportamiento en la suerte de varas (en esta se estropean más toros de lo que se piensa, porque se les daña su aparato locomotor), en banderillas, y muchos más. Y basándonos  en todo ello emitimos un pronóstico de cómo será su comportamiento en la faena de muleta, fundamental en la Tauromaquia actual, que en muchas ocasiones es erróneo.
Pero si solo nos limitamos a la observación de la morfología del toro, su comportamiento en el campo y su genética, el porcentaje de errores al predecir su comportamiento en la lidia es mucho más alto, prueba de ello es que los ganaderos escogen lo mejor que tienen  para corridas en plazas  de máxima categoría e importancia, como pueden ser las Ventas de Madrid o la Maestranza de  Sevilla, y en muchos casos el resultado es un gran fracaso.

Nos preguntamos pues, ¿qué es lo que falla?  ¿Por qué tantas equivocaciones? Pues porque,  hasta donde sabemos, la genética, es decir la herencia de los caracteres y su expresión, depende de múltiples factores, muchos de los cuales se nos escapan, y las circunstancias que pueden  influir en el toro son tantas que es imposible comprenderlas todas.
  
Como ya decíamos, el toro es un ser vivo con reacciones cambiantes, muchas veces impredecibles, y lo que le haga el torero también es cambiante, porque dependerá, en gran media, de cómo se encuentre ese día, y el toro responderá también dependiendo de cómo se encuentre en ese momento.  En este último aspecto creemos que es donde más podríamos avanzar; pues  entendemos  que para que el toro muestre toda su bravura, todo su poderío,  toda su casta, su calidad, en definitiva  muestre su realidad es necesario que esté completamente sano el día  de la corrida. Un ejemplo ilustrará mejor lo que queremos decir: Imagínense que un hombre tienen que realizar una determinada actividad, como puede ser  hacer una operación compleja en un quirófano, jugar un partido de tenis,  defender una ponencia en un congreso, actuar de abogado defensor en un  juicio, etc., y ese día, a esa hora tiene un fuerte dolor de cabeza, o una amigdalitis con fiebre alta, o un  fuerte dolor de estomago, o padece una intensa gastroenteritis, etc. Naturalmente su actuación no puede  ser buena, o todo lo buena que sería  de desear, por las limitaciones que su estado de salud le impone. Pues piensen que al toro le puede ocurrir exactamente lo mismo, que el día de la corrida no se encuentre bien;  no puede decirlo, pero si expresarlo embistiendo menos, o de forma diferente, porque  no tiene gana de pelear en ese momento; rehúye la pelea. Diremos que el toro ha sido malo, que no ha servido, cuando la realidad es muy otra. Se ha comportado como manso porque estaba enfermo, pero si hubiese estado sano su comportamiento hubiese sido otro.

Conocemos casos, no uno sino varios,   en que un toro se ha lidiado un día,  a puerta cerrada, y 15-20 días  después se ha vuelto a lidiar con un comportamiento completamente diferente. Y no digamos vacas que se han tentado un día resultando ser muy mansas, y al día siguiente se volvieron  a soltar,  y fueron bravísimas. Recuerdo el caso de un toro que estaba embistiendo de forma aceptable, y de pronto empezó a pararse  hasta echarse, y ya no fue posible levantarlo. Todos decían, en el callejón, ¡se ha echado de manso!, pero luego resultó que al hacerle la autopsia había  sufrido un  infarto de miocardio  masivo. Si no se le hubiese realizado la autopsia hubiera quedado como un toro manso, que se rajó durante la lidia. No hace mucho tiempo estábamos asistiendo a una corrida, y cuando salió un toro me dijo el ganadero, ¿este toro tenía ayer un cólico, pero parece que esta mañana se le había pasado! (para los ganaderos un  cólico es un dolor de vientre causado por patología digestiva).  Cuando llegó a la muleta el toro  se paró y no tuvo un  pase. Al hacerle la autopsia tenía quistes en el hígado. Tal vez lo que se interpretó como un cólico pudo ser la rotura de uno de los quistes, que lógicamente le produjo fuerte dolor en el vientre. 
Cuantos toros  observamos,  cuando salen, que tienen una fuerte diarrea, pues  toda la zona perianal está  llena de heces muy blandas, incluso a veces se ve  como defecan  en la plaza y las heces son liquidas. Préstenles atención y verán  como ninguno de esos toros se comporta muy bravamente, y lo habitual es que duren muy poco, lo cual es lógico. ¡Sometamos a una  persona con intensa  diarrea  en las últimas 24 horas, a un gran esfuerzo a ver qué le pasa! ¡No podrá soportarlo, se cansa enseguida!

Por tanto ponemos como condición indispensable para que el toro se muestre como en realidad es, la buena salud, que esté completamente sano, o por lo menos sin patología importante, y en este campo deberíamos  pedir a los veterinarios que afinen  cuanto les sea posible, pero no  solo en el reconocimiento en la plaza, sino, sobre todo, en la dehesa, es decir los veterinarios que se encargan de llevar la ganadería. Haciendo un  símil con la Medicina diríamos, "los veterinarios de cabecera de los toros", deberían  someter, a los  que van  a ser lidiados, a un exhaustivo reconocimiento los días anteriores a la salida para la plaza. En este reconocimiento, incluyendo análisis de sangre (con el que  investigar patología infecciosa, hepática, etc.), podría detectarse patología que es imposible diagnosticar en el  que hacen los veterinarios de la plaza. Me consta que algún veterinario que lleva varias ganaderías lo hace muy bien, y  me dice que con el reconocimiento que hacen en la plaza, él no sería capaz de detectar ni la mitad de la patología que puede detectar en un reconocimiento detenido hecho en la ganadería.

La realización de autopsia a todos los toros que tuviesen un comportamiento irregular en la lidia, como caerse con frecuencia, pararse muy pronto, echarse durante la lidia, mostrar signos de defecto en la vista, etc., creemos que nos enseñaría (sobre todo a  veterinarios y ganaderos),  y ayudaría mucho para mejorar la salud del toro.    

En cualquier caso, son   campos en los que creemos debe ahondarse, a fin de  que el toro salga a la plaza en el mejor estado de salud, por el bien de todos y, en general, por el bien de la fiesta.


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