Desde que soy dueño de mi propio medio, dejé de escribir crónicas sobre las corridas de rejones. Sinceramente, no me siento autorizado para enjuiciar esta modalidad del toreo. Por eso, últimamente, cada vez que en cualquier feria se celebra una corrida de esta especialidad, no suelo ir y, si voy, no escribo ni una sola línea sobre el evento.
Habrá un antes y un después de la histórica
tarde de Diego Ventura en Madrid
Ayer fue la única vez que asistí a una corrida de rejones en esta temporada a punto de terminar en Zaragoza y en Jaén. Y asistí porque no me podía perder el acontecimiento realmente histórico que protagonizó el grandioso rejoneador Diego Ventura.
Por lo que respecta al juego que dieron los seis toros de distintos encastes, apenas le sonrió la suerte a Diego con los dos últimos y, sobre todo, con el sexto que fue objeto de una de las mejores faenas ecuestres que he visto en mi vida, si no la mejor de todas.
Me entusiasmó como encaró Ventura la adversidad ganadera. Primero por la brevedad que impuso el mal juego de varias reses y después por como las lidió buscando el máximo lucimiento posible o imposible en algunos casos, aplicando su excepcional conocimiento de las suertes de a caballo en función de cada caso. La del tercer toro fue en mi modesta opinión absolutamente modélica además de muy original. Nada que ver con lo que, hasta cuajarse Ventura como gran artista del toreo a caballo, jamás habíamos asistido a tamaño portento. Claro que lo de los dos últimos toros y, sobre todo del que cerró el festejo fue absolutamente genial.
Que solo cortara tres orejas – yo le hubiera concedido más de haber presidido el festejo – en parte se debió a la insensibilidad del público que llenó la plaza y, por supuesto, a los fallos de Ventura con el rejón de muerte, meramente circunstanciales. Pero el conjunto de su maravillosa actuación pasará a los anales y significará un antes y un después de esta tarde de rejoneo que, a nadie le quepa duda alguna, pasó a la historia. Dicho quede por mi modesta parte.
Realmente espectacular y originalísimo fue el paseíllo que organizó Ventura haciendo desfilar por delante a 18 caballos 18 de su grandísima cuadra. Único caso en el mundo. Este solo hecho ya fue histórico por sí mismo.
Mi más cordial enhorabuena al grandísimo torero de a caballo don Diego Ventura a quien yo llamaría Bienaventurado.
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