Se cierra la temporada española con la despedida de varios toreros. Alguna anunciada, otras inesperadas. Todas destacadas. Despedirse no siempre es fácil, especialmente cuando la persona que se va ha significado algo más o menos importante, aunque, como decía el dramaturgo noruego Henrik Ibsen, sólo lo que se pierde es adquirido para siempre.
Lo que deja un adiós
Fue en la última corrida de la feria del Pilar de Zaragoza cuando Juan José Padilla oficializó su adiós a los ruedos, aunque todavía le queden contratos por cumplir en plazas americanas. Ya estaba programado así y el torero jerezano, tras pasear las dos últimas orejas que se le conceden a este lado del Atlántico, micro en mano, agradeció al mundo del toro lo mucho recibido a lo largo de su carrera. Una trayectoria ciertamente intensa -tomó la alternativa en 1994- y no siempre fácil que, curiosamente, se le puso más a favor después de sufrir una espantosa cogida, precisamente en Zaragoza, que le costó, literalmente, un ojo de la cara. Pero lejos de suponerle un trastorno -que, desde luego, físicamente así fue- aquel percance significó un nuevo impulso para su actividad profesional y tras reaparecer en 2012, un año más tarde de aquel fatídico accidente, también en el coso de Pignatelli, Padilla vivió la cara más amable del toreo, actuó más que nunca hasta entonces y se enfrentó, junto a las principales figuras, a corridas que antes no veía sino en la tele. Y a un dinero que tampoco antes había llegado.
Al margen de gustos y preferencias, no cabe duda que Padilla ha sido todo un ejemplo y de muchas cosas, superación, espíritu de sacrificio, esperanza, fe, coraje... y ha servido para dar al mundo el verdadera sentido de la corrida, que, ya se ha dicho muchas veces, no es otro que un reflejo de la vida misma, en la que hay contratiempos, satisfacciones, ilusión desgracias... pero sobre todo lucha. Padilla no se resignó a su suerte, mala, y luchó por lo indecible por superar la adversidad. Y ese esfuerzo tuvo recompensa y durante las últimas seis temporadas ha recorrido las principales ferias y plazas explicando que no hay que rendirse y sí hacer frente al destino. Su ejemplo, además de a millones de personas, debe servir, especialmente ahora, a un torero que pasa por una situación similiar, Paco Ureña, que debe tomar nota de lo que fue capaz de hacer el llamado Ciclón de Jerez.
Y el mismo día que Padilla hizo su último paseillo, Alejandro Talavante, un poco por sorpresa y sin que nadie lo esperase, también al acabar aquella función del domingo 14 de octubre, comunicaba su intención de dejar de torear por tiempo indefinido. Uno de los diestros con mayor personalidad de los últimos tiempos decidía tomar un descanso, un período de reflexión y esperar a ver qué rumbo toman las cosas a partir de ahora. No ha sido fácil para él la útima temporada, muy maltratado por el sistema y con la sospecha de que no iba a cambiar el panorama de manera inmediata. No era tampoco nada descabellado que el torero extremeño tomase esa determinación y coger un año sabático y balsámico. Aunque, una vez más, quien va a salir perdiendo es el aficionado, que pierde a uno de los toreros más interesantes del momento. Nada nuevo.
También por esas fechas se retiraba Alberto Aguilar, matador bravo y aguerrido, arrinconado últimamente pese a dar siempre la cara y enfrentarse a corridas que nadie quiere sin que se le haya tenido en cuenta lo hecho. Que no ha sido poco.
Antes dijo adiós Juan Bautista, el mejor torero que ha dado el pais vecino y que, tras la muerte de su padre, no tiene más reemdio que hacerse cargo de los negocios familiares, incompatibles con la dedicación absoluta que exige su profesión. Coherencia y sentido común una vez más en un diestro que siempre demostró tener la cabeza muy bien amueblada.
Cuatro toreros, cuatro estilos, cuatro formas de enteder el toreo y la vida. Cuatro nombres que, más o menos profunda, dejan su huella en la ya larga historia de la tauromaquia.
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